martes, 7 de febrero de 2012

Entusiasmo

No es lo mismo que motivación, no es simplemente las ganas de hacer las cosas. 

Nunca había pensado mucho con respecto a la importancia del entusiasmo, no sólo al momento de emprender una tarea, sino también al establecer relaciones con otras personas, al afrontar nuevas experiencias...

Se me viene a la mente un amigo que recientemente ha tenido un hijo, y me hablaba de la sensación de tener mucha más energía de la que él hubiera creído posible, para las largas horas de desvelo. Tener un hijo debe entusiasmar mucho más que simplemente amanecerse por una maqueta.

En los salones (en general, pero estoy pensando en los de arquitectura), el entusiasmo debe darse en ambos lados: profe y alumnos. De nada sirve que el profe parezca malabarista de circo, saltando de un lado a otro para tratar de mantener la atención, si es que los alumnos no están ni quieren estar entusiasmados. De nada sirve que los alumnos tengan mil ganas de hacer las cosas, si es que el profe ya perdió el interés en enseñar o, simplemente, preferiría estar en otra parte.

Escultura. Jardín botánico, Stillwater, OK.
Sin embargo, creo que el entusiasmo puede contagiarse, hasta cierto punto. Salir de un entorno en el que la mayoría parece tener ganas de estar ahí es, por lo menos, estimulante. Del mismo modo, la falta de entusiasmo se expande en ciertos entornos como un virus. En ese sentido, hay gente que tiene más habilidad para transmitir su entusiasmo o apatía frente a las cosas; los habemos quienes podemos ponernos camaleónicos y, para bien o para mal, asumir la postura del que se nos pone adelante.

Creo que eso puede ser un error muy grave.

Esto es lo primero que me sorprende de la gente que he conocido en Stillwater: su entusiasmo. Al menos por el momento, pareciera que no fuera a acabarse nunca y no puedo evitar sentirme un poco celosa. Pero también me hicieron acordar de mi propio entusiasmo, ese que a veces se me va.
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