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Punto 4. Las computadoras pueden producir las imágenes más increíbles, que se vuelven representaciones icónicas para revistas y concursos. Hoy, para ganar un concurso se deben realizar formas e íconos en la computadora. Pero se trata de íconos pobres en significado o en nexos con los objetos del mundo real. Según el folósofo pragmatista americano C. S. Peirce, existen tres categorías de señales: los íconos, los símbolos y los índices. Los íconos en el pasado tenían una semejanza visual con su objeto. La nota máxima de Robert Venturi, que clasifica los edicicios como “duck” (pato) o “decorated shed” (tinglado decorado), evidencia la diferencia en términos arquitectónicos entre ícono y símbolo. Un “duck” es un edificio que tiene el mismo aspecto de su objeto: un quiosco donde se venden hot-dogs con la forma de un hot-dog gigante, o, en las palabras usadas por Venturi, un lugar donde se venden patos que tiene, en efecto, la forma de un pato. Esta semejanza visiva genera aquello que Peirce llama un ícono, comprensible a primera vista. El otro término utilizado por Venturi, “decorated shed”, se refiere a una fachada pública para un edificio genérico similar a una caja. El “decorated shed” en el lenguaje de Peirce asemeja más a un símbolo que el significado concordado o convencional. Una fachada clásica simboliza un edificio público, que puede tratarse de un banco, de una biblioteca o de una escuela.
Hoy las formas de los edificios se vuelven íconos aún sin tener ninguna referencia externa. Pueden son parecerse a nada en particular, o tal vez parecerse sólo a los procesos que los han realizado. En este caso, no se relacionan a ningún término de referencia externa, sino a uno interno. Se trata de íconos de escaso significado y de pocas referencias culturales. No hay razonas para pedir a nuestros arquitectos más famosos: “¿Por qué tiene este aspecto?”. No exitste una respuesta a esta pregunta, dado “¿por qué?” es una pregunta equivocada. ¿Cuál es el motivo? Porque esa forma particular puede producirse en la computadora. Se podría preguntar a estos arquitectos: “¿Por qué esta es mejor que aquella?” “¿Cuál, entre los edificios de cartón corrugado, es el mejor, cuál sobresale, en particular, y por qué?”. No existe un sistema de valores para transmitir el juicio, dado que no existe relación alguna entre la imagen producida, el ícono y cualquier otra cosa.
Íconos similares se realizan a través de procesos algorítmicos que no tienen nada que hacer con el pensamiento arquitectónico o con las constantes de la arquitectura. Un colega mío, Mario Carpo, crítico e historiador de la arquitectura, ha escrito un artículo titulado “El pensamiento desde los alfabetos hasta los algoritmos”, en el cual, para entender los algoritmos, sugiere de pasar del pensamiento notacional al algorítmico- Si una persona está usando un algoritmo informático del mismo modo en el que se usa un sistema notacional tridimencional, no puede comprender la lógica de las nuevas tecnologías.
Punto 5. Edward W. Said,en su libro On Late Style (Sobre el estilo tardío), describe el “momento tardío” como una fase histórica en la que no existen nuevos paradigmas, y tampoco condiciones ideológicas, culturales y políticas relacionadas a determinados cambios relevantes. El “momento tardío” puede ser entendido, en realidad, como una fase histórica, como una búsqueda interna que puede contener el potencial de un paradigma futuro nuevo. Por ejemplo, al fin de 1800, ocurrieron eventos de tal magnitud que indujeron cambios en la arquitectura. Entre estos podemos recordar los introducidos por Freud en la psicología, por Einstein en la física, por Heisenberg en la matemática y por los hermanos Wright en el vuelo. Transformaciones similares han inducido una reacción contra los estilos victoriano y empírico de la época, y han articulado un nuevo paradigma, el de la modernidad. EN cada ciclo histórico hay una fase inicial, que en la modernidad ocurrió entre 1914 y 1939; una cima, que en la modernidad se verificó entre 1954 y 1968, cuando fue aniquilado por el capitalismo liberal de la postguerra; y un período de oposición, o manierismo, que sigue al cisma de 1968. En el ’68 ocurrió una revolución interna e implosiva, de revuelta contra las instituciones que representaban el pasado cultural. Este momento fue seguido por el ecléctico retorno de la postmodernidad a un lenguaje que parecía tener significado. La exposición sobre la arquitectura deconstructivista que se organiza en 1988 en el Museum of Modern Art pone fin a este estilo tan esteriotipado y kitsch.
También hoy nos encontramos en una fase de estilo tardío, un período en el cual no se da ningún nuevo paradigma. El uso de las compudaroas puede producir uncambiode la forma analógica a la digital, pero esto, en sí, no constituye aún un nuevo paradigma. Queda la pregunta: ¿qué cosa sucede cuando se alcanzael finde un ciclo histórico? ¿Qué cosa sucede luego de una vanguardia,un períodomaduro y una fase manierista, cuando aún no hay un nuevo paradigma? El estilo tardo describe un momento en la evolución de la cultura, que precede el pasaje a un nuevo paradiga, un momento no fatal o sin esperanza, pero que insita en sí una posibilidad de innovación y transformación. La Missa Solemnis de Beethoven, escrita al fin de la carrera del compositor, representó su respuesta a la imposibilidad aparente de realizar una innovación. Beethoven escribió una obra difícil, incluso enárquica y de comprensión no fácil precisamente porque no correspondía a su estilo característico, aquel por el que era conocido. Las obras de la fase final de la vida de Beethoven son un ejemplo de la complejidad, de la ambivalencia y de la indeterminación que caracterizan un estilo tardío. Estas pocas palabras deben sugerir que no es este el momento de lo nuevo. Mientras todos quieren estar en la vanguardia, investigar lo antiguo, ver al interior de lo viejo, en el ámbito específico de la propia disciplina y dentro de su historia puede ser un modo de ocuparse del hoy.
Punto 6. El último punto concierne a la arquitectura y a su autonomía. Desde el Renascimiento, cuando Brunelleschi, Alberti y Bramante establecieron qué cosa se podía entender por “constantes de la arquitectura” – relaciones sujeto/objeto y relaciones parte/todo -, constantes similares han permanecido activas. La máxima de Alberti, según la cual una casa es una pequeña ciudad y una ciudad una gran casa, continúa siendo válida incluso hoy. En otras palabras, la relación entre la parte y el todo, o entre la figura y su fondo, se extiende de la casa al punto en el que ésta surje, y, todavía, de la calle al distrito, y del distrito a la ciudad. Tales términos de razonamiento constituyen la base de una síntesis dialéctica.
Así, una de las cuestiones que deben ser examinadas es la problemática de la relación entre las partes y el todo, que vuelve a la dialéctica hegeliana de tesis y antítesis, que forman un nuevo conjunto unitario en la síntesis. La arquitectura se ha ocupado tradicionalmente de tales categorías dialécticas, sea que se trate de la relación interior/exterio o aquella entre figura/fondo. Hoy es necesario pedir a la arquitectura si es posible desmembrar visiblemente estconjunto sintético unitario, y encontrar en nuestra disciplina la posibilidad de poner en discusión dicha síntesis desde el interior. El postestructuralismo consideraría dicho tentativo la “destrucción” de la metafísica de la presencia. Si insistimos a pensar que el presente es necesariamente verdadero, o que lo que vemos es verdadero, entonces continuaremos a adherirnos al mito que ve en la arquitectura el “lugar” de la metafísica de la presencia. Al tomar conciencia de esto, puede ser posible alejarse de la hegemonía de lo visual.Se dice siempre que el formalismo coincide con el proyecto de autonomía de la arquitectura. Para mí es precisamente esta autonomía la que consituye la modalidad con la cual la arquitectura interactúa con la sociedad. La actividad de la arquitectura y su “discurso” tienen un impacto en la sociedad. Hacer arquitectura, ser arquitecto, es un acto social: no perque hace sentir mejor a las personas o contruye habitaciones para los pobres, centros comerciales para lo ricos y garajes para sus Mercedes. Me refiero a la capacidad para comprender aquellas condiciones de autonomía que son arquitectónicas, que hacen posible una interacción con la sociedad, que operan contra la hegemonía actual de nuestra estructura social y política. Es es aquello que la arquitectura siempre ha sido y siempre será.
Peter Eisenman: "Seis puntos"
En: Casabella N° 769, Setiembre 2008. pp 3-5.