El lugar más lindo de Roma es el mercado cerca a la plaza Vittorio Emanuele.
Es un poco difícil dar con él, porque no está muy publicitado... aparentemente es para conocedores y el secreto de su existencia es parte de un rito de iniciación a inmigrantes. Tuve que llegar a la plaza, el único referente que tenía y caminar por los portales, buscando. Ese sito es curioso, la mayoría de los negocios tienen carteles en chino, árabe o idiomas así, hay mendigos, borrachos, y sobre todo, muchísimos inmigrantes.
Terminé preguntando a una italiana que me señaló el otro lado de la plaza (Murphy) y seguía sin ver nada. Hasta que me di cuenta que delante de mí había una pareja de monjas jalando un carrito de compras vacío y me puse a seguirlas. Dos cuadras después, entrábamos al mercado.
Por dentro es como cualquier mercado peruano, excepto que hay carteles que señalan baños y cafeterías. Pero los puestos son similares. Casi lloro de la emoción cuando, en el primer puesto que vi, había Inka Kola y Kola Inglesa expuestas en las estanterías.
Caminé un poco y paré en un puesto de dos turcos, uno de los cuales me trataba de paisana, aunque le dije que yo era peruana. Tenían gelatina "La Unión" en el mostrador, Ajinomoto, sillao, arroz normal (no esa cuestión en caja que venden acá), menestras... y como Marco Polo, descubrí la ruta de las especias: comino, pimienta, ají, ajo molido... y otras cosas que no sé ni para qué sirven. Lo máximo.
Seguí vagando y llegué a los puestos de fruta... fruta de verdad. Y verdura. Un kilo de choclo peruano, 7€; un kilo de camote, 5€; culantro, 0.50€ el atado. ¡Maíz morado! ¡Chifles! Y yo, como versión reducida de Gastón Acurio, metiendo la nariz en todo lo que veía, cogiendo, probando, preguntando, disfrutando.
Así es que soy la feliz poseedora de comino, pimienta, cubitos de caldo de pollo Maggy, sillao, vinagre banco, un turrón de Doña Pepa versión Field... y un largo y feliz etcétera. Ahora sólo me falta aprender a hacer ají de gallina.
Es un poco difícil dar con él, porque no está muy publicitado... aparentemente es para conocedores y el secreto de su existencia es parte de un rito de iniciación a inmigrantes. Tuve que llegar a la plaza, el único referente que tenía y caminar por los portales, buscando. Ese sito es curioso, la mayoría de los negocios tienen carteles en chino, árabe o idiomas así, hay mendigos, borrachos, y sobre todo, muchísimos inmigrantes.
Terminé preguntando a una italiana que me señaló el otro lado de la plaza (Murphy) y seguía sin ver nada. Hasta que me di cuenta que delante de mí había una pareja de monjas jalando un carrito de compras vacío y me puse a seguirlas. Dos cuadras después, entrábamos al mercado.
Por dentro es como cualquier mercado peruano, excepto que hay carteles que señalan baños y cafeterías. Pero los puestos son similares. Casi lloro de la emoción cuando, en el primer puesto que vi, había Inka Kola y Kola Inglesa expuestas en las estanterías.
Caminé un poco y paré en un puesto de dos turcos, uno de los cuales me trataba de paisana, aunque le dije que yo era peruana. Tenían gelatina "La Unión" en el mostrador, Ajinomoto, sillao, arroz normal (no esa cuestión en caja que venden acá), menestras... y como Marco Polo, descubrí la ruta de las especias: comino, pimienta, ají, ajo molido... y otras cosas que no sé ni para qué sirven. Lo máximo.
Seguí vagando y llegué a los puestos de fruta... fruta de verdad. Y verdura. Un kilo de choclo peruano, 7€; un kilo de camote, 5€; culantro, 0.50€ el atado. ¡Maíz morado! ¡Chifles! Y yo, como versión reducida de Gastón Acurio, metiendo la nariz en todo lo que veía, cogiendo, probando, preguntando, disfrutando.
Así es que soy la feliz poseedora de comino, pimienta, cubitos de caldo de pollo Maggy, sillao, vinagre banco, un turrón de Doña Pepa versión Field... y un largo y feliz etcétera. Ahora sólo me falta aprender a hacer ají de gallina.
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