jueves, 24 de abril de 2008

Espacio (II)

"Tratar de definir el espacio, como cualquier otro concepto abstracto, es siempre una tarea ardua. Y lo es, entre otras razones, porque si ya resulta problemático cercar un objeto material por la cantidad de perspectivas que presenta, pretender hacerlo de algo que se caracteriza por la ausencia, o por la presencia de lo ajeno, es todo un reto. Y cuando así hablo se entiende que me estoy refiriendo a espacio en relación al tiempo, del que se considera inseparable, "no hay espacio sin tiempo" y del que sabemos por el deterioro que causa en los objetos, no por él mismo.

Conformando este espacio abstracto y "acotándolo" en cierta manera, podemos hablar del espacio circundante, que no es tal sino su ocupación por los objetos. Lucrecio habló del espacio como recipiente, y Platón lo pensó como receptáculo. Visto así, lo que nosotros llamamos espacio es su capacidad-cualidad para poder albergar "el mundo", y en cierta manera nuestra ratificación. Lo que Kant llama "el espacio subjetivo y su relación con las cosas". Es decir, el espacio "perceptivo", aquel que se capta por los sentidos y que constituye el espacio "cercano".

Y con esta somerísima explicación, ya estamos en la segunda concepción del espacio, entendido como el entorno en donde nos movemos, pensamos, nos relacionamos o sufrimos, y en el que, incluso, hacemos tesis. Y desde aquí ya procedemos a esa subjetivización inherente al hombre y hablamos de espacio feliz, opresio, abierto, cerrado... (en fin, tantas manifestaciones como sentimientos es capaz de sentir el hombre)."

María Pilar Hurtado Peralta: El espacio en la obra de Alfredo Bryce Echenique. Universitat de Lleida : p 19.

Espacio (I)

Lo que le da valor a una taza de barro es el espacio vacío
que hay entre sus paredes. (Lao Tsé, filósofo chino, siglo VI a.C)

¿Qué ocurre luego de colocar muros y techos? Que al interior hay un vacío. Y este vacío es lo que conocemos como "espacio arquitectónico". Del mismo modo que significado, es una constante de la arquitectura, porque, aunque no seamos concientes de ello, el espacio arquitectónico va a surgir al interior de la volumetría que diseñemos.

Einstein hablaba de un continuum llamado espacio-tiempo, que el consideraba la cuarta dimensión, siendo las tres primeras longitud, espesor y altura. El fenómeno del espacio y su percepción van a involucar el paso del tiempo. Es por eso que, con sólo ver una fotografía, no podemos captar el espacio arquitectónico. Éste se manifiesta con el recorrido, con el paso del tiempo y con las percepciones que recibimos al "estar ahi".

Para simplificar, podríamos decir que el espacio arquitectónico y su diseño tienen dos componentes: el tiempo y la tridimensionalidad (que es una manera resumida de colocar las cuatro dimensiones). Va a involucrar un recorrido que se desarrolla durante un período más o menos largo, y va involucrar tres dimensiones. O sea que el espacio no se puede diseñar ni leer en planta.

jueves, 17 de abril de 2008

Venezia (quiero spaghetti y mozarella...)

Los venecianos, por regla general, han hecho la cosas como han querido.

En la época en la que todos los reinos que hoy conforman Italia, se arrodillaban, piadosos e interesados, ante el todopoderoso Estado Vaticano, los venecianos decidieron seguir comerciando con Bizancio, la hereje.

Nosotros llegamos en avión y bus. Debimos haber seguido en barco, pero nos perdimos caminando en zig zag. Es probable que Euclides nunca fuera a Venezia, donde es el zig zag y no la línea recta, la distancia más corta entre dos puntos.

Dado que San Marcos era tradicionalmente el santo patrón de la isla, y dado que las reliquias estaban en otra parte, los venecianos decidieron un buen día, robárselo. La historia queda explicada, con orgullo, en la fachada principal de la iglesia de San Marco.

Hay mil callecitas que desembocan en San Marco. Es otro más de los ejemplos de cómo Europa se las arregla para cachetarte con los monumentos, como dijo mi compañero invocador de la lluvia. Nos topamos con un San Marco impresionante, de improviso como una cachetada y sumergido en otro diluvio universal.


A pesar de los esfuerzos de Napoleón, que se inventó una plaza rectangular que sirviera de atrio a la iglesia, no le ligó y lo que se recuerda más de Venezia son las esquinas en las que de alguna manera convergen 4 puentes, o las puertas que se abren al gran canal.

Lo más interesante de la plaza en ese momento, según yo, es que estaba vacía por la lluvia. Todos nos amontonábamos en los arcos, viendo las tiendas y echando ojeadas furtivas al cielo.


Cuando Italia se obsesionaba con los ritmos y las reglas renacentistas, Venecia no tenía reparo en reinventar vanos góticos y cúpulas orientales. Así es que se enorgullecen de una iglesia "bizantina" del siglo XIII, de fachadas impresionantes y famosísimas como el palazzo Ducale o el Ca' d'Oro y de otras, anónimas, pero no menos notables.

Los venecianos, finalmente, son comerciantes natos. Así es que, sin ningún reparo, nosotros también comerciamos con tickets semiusados del bote-bus.

Venezia es un mudo en el que da gusto perderse y encontrarse. Dicen que se está hundiendo no sé cuántos centímetros al año. Como decía en un polo: visítenla antes que se termine de sumergir.

Breve relato de las andanzas y desandanzas de un par de peruanos por La Toscana


Salimos a las 5 am.

Lo malo de tener buen clima en primavera, es que no se te ocurre que también puede haber mal clima. Sobre todo si viajas con quien, en otra vida, fue el chamán invocador de la lluvia de una tribu africana. La nube maligna nos persiguió por toda la Toscana, pero mejor regresar al principio.

Salimos a las 5 am.

Nos subimos optimistas y somnolientos al treno y allá fuimos, rumbo a Firenze. Por esas cosas de la vida, el primer negocio al que entramos era de peruanos y vendían hasta Doña Pepa. Austeros, como íbamos, nos limitamos a mirar. Teníamos cosas más importantes que comprar, como un sombrero y mucho gelato.

En dos horas nos las arreglamos para ver Santa Maria Novella (estación e iglesia), San Lorenzo, il Duomo (por fuera), piazza della Repubblica, Palazzo Vecchio y Santa Croce. O sea, todo el "Firenze-pack", menos Uffizi, por esto de que hay que pagar para entrar. Luego, siempre caminando, se nos ocurrió la genial idea de subir a San Miniato al Monte... que por algo se llama "al Monte".

Entonces empezó el diluvio.

Seguimos, más por la perseverancia del chamán y por mi ferrea fe en que siempre que se sube, vale la pena. De hecho, vale la pena. Yo diría que San Miniato es la iglesia más bonita e interesante de Florencia (riqueza espacial, ornamento, estructura, todo...), con el perdón de Brunelleschi y su cúpula.

La tarde, exaustos, muertos de frío y un poco mojados, la pasamos en una librería. Y no vale burlarse. Se estaba bien, y cómodos. Y nos permitió prepararnos física y psicológicamente para la nochecita, que empezó con una birra envuelta en periódico en piazza della Repubblica.

Tren, 1.30 am. Tratando de buscar la horizontalidad para dormir un poco.

Pisa a las 2.30 am.



Es interesante pasar la noche en un café de mala muerte, con todo y puta fea (o puto, no me quedó claro) en la puerta, tomando un expresso cada media hora para que no nos boten.

Extraño caminar por una calle inocua, muertos de frío y buscando "música caliente" en el iPod... y que, de pronto, se apareza el famoso Campanile (o torre inclinada de Pisa), blanco en contraste con la noche, como levitando sobre las calles. De hecho fue tan extraño, surreal e intenso, que nos quedamos un momento sin poder movernos ni hablar... sólo miramos. No era sólo emoción sino un poco más allá, algo parecido al miedo.

Valió la pena.

Siena fue mucho más prosaico, sobre todo porque llegamos luego de que un bus nos llevara por absolutamente toda la región. No hay ciprés de la Toscana que no hayamos visto.

No llegamos a casa muy tarde. Estábamos francamente cansados, un poco mojados aún y plenamente concientes que teníamos que recuperar fuerzas.

Continuará.

jueves, 3 de abril de 2008

El lugar más lindo de Roma (Quinta parte)

Con la arbitrariedad que me caracteriza - y un poco a modo de justo homenaje, ahora que me mudo - el lugar más lindo de Roma es el departamento Monterosso. El departamento donde vivo con Valeria.

Tal vez sea un poco exagerada esta categoría, pero luego de haber visto muchos, muchos departamentos en los que se alquilan cuartos a estudiantes, puedo garantizar que éste uno de los depas más lindos de Roma. De hecho, fue amor a primera vista esa tarde de octubre, aún con un poco de calor, que Valeria me trajo, me sentó en su sala y, por primera vez en la vida, discutí con ella de condiciones de alquiler.

El departamento (Scala 11, Interno 7, Terzo piano) es parte de un condominio de no se cuántos palazzi, pero ocupa casi toda una manzana, con jardines comunes muy bonitos y al menos 4 ingresos en las dos calles en ángulo. Hacia la Tuscolana, en la parte baja, hay tiendas; hacia la Nomentana, graffiti.

En cuanto al emplazamiento, lo mejor que tiene es que está a 50 metros de la metro... línea A, Giulio Agricola (General romano que llego hasta Inglaterra, no sean ignorantes y busquen en la wikipedia). Tiene 3 o 4 supermercados alrededor, un par de iglesias feísimas, y una cantidad impresionante de ambulantes que hace que, durante las tardes, caminar media cuadra tome un cuarto de hora.

El conjunto pertenece a ese período-estilo tan socorrido por la gente acá: dopoguerra (después de la guerra) y son departamentos pequeños, con 2 o tres dormitorios y balconcitos por todos lados. En este palazzo, gozamos de tener 3 fachadas, todas mirando hacia los jardines interiores.

Hace como un mes tuve la oportunidadde visitar el departamento de abajo, que no está remodelado... originalmente no eran la gran cosa: una sala comedor, una cocina diminuta, un baño con esas tinas con patas, y dos dormitorios, con unos fabulosos techos altos.

"Nuestro" departamento fue remodelado hace unos años. El muro que dividía el ingreso de la sala comedor fue tumbado, con lo que ahora es un espacio libre muy bonito e iluminado; la cocina, siempre diminuta, pero blanca estilo Ikea-te-resuelve-la-vida y un baño "moderno", reemplazada la tina por una ducha. ¿Qué más? Pisos de parquet, closets empotrados enormes y una decoración con muy buen gusto, obra de Valeria y sus gustos pop-posmodernos.

Es, verdaderamente, un bonito sitio para vivir; para regresar a él, cansada, luego de un largo día; para estar en el, en ratos más sedentarios...


Mi cuarto (solucionada mi vida con Ikea), es espacioso y blanco con azul. Desde la ventana, sentada en mi mesa, puedo ver cómo el sol de la mañana avanza sobre la fachada de al frente, y la copa de un árbol a mi derecha. Los días que hace viento siento que ese arbolito se me va a colar en el cuarto. Si me asomo, veo uno de los jardines abajo y, hacia la izquierda, la Tuscolana.

Me va a dar pena dejar esta stanza en este apartamento. Sobre el próximo ya escribiré cuando lo tenga y cuando mis afectos me lo permitan.

miércoles, 2 de abril de 2008

Recuento de los mejores momentos de mi primer viaje a Lima

No hay errores en el título, pues este ha sido, efectivamente, mi primer viaje a Lima, en el sentido en que es la primera vez que voy “de visita” por un corto (cortísimo) tiempo. Tiene muchas ventajas y algunas desventajas… como dijo Arturo, estuve “de moda”.
Voy a hacer una lista de algunos de mis mejores ratos en Lima. De hecho que me olvido de varios y la importancia que les doy es, como siempre, personal, subjetiva y arbitraria.
  • Mi primer amanecer en Lima, en Lagunas, a las 6 am.
    Mi segundo amanecer en Lima, en Lagunas, ese mismo día a las 9 am., con mis papás mirando desde la puerta (Top 1).


  • Meterme al mar.
  • Tomar una Pilsen en muy buena compañía, en Mama Batata y escuchando huevadas muy buenas.
  • Salir airosa de la junta médica (jojolete, ñaca ñaca)
  • Sustentar mi tesis de maestría; el apretón de mano que me dio Elio (antes) y la esquivada de pinchada de teta que me trató de dar uno de los excelentísimos miembros de mi jurado (después).
  • Celebrarlo.
  • El Bosque y el búngalo 42, que, con otro número, siempre será el 42.
  • Todas las buenas comidas, con las que entendí que, en realidad no se extraña la comida (no solo), sino sobre todo la compañía. Cabe destacar, entre estas compañías con buena comida, un T’anta, un Pescados Capitales, un Pasquale, una Trattoria, un Joseantonio, un McDonald's y un Arango.
  • Huaraz. Con una especial mención a Noelia y al karaoke de la Inolvidable, su radio amiga.
  • Wong, Wong, y nuevamente Wong.
  • Haber vivido 6 meses en Roma para luego aprender a hacer masa de pizza en 30 minutos, en un departamento de Chacarilla, Lima, Perú. Otra buena comida con buena compañía.
  • Abrazos especiales con personas especiales.
  • Las dos despedidas el sábado antes de irme.
  • Ir de shopping con mi madre y, valga el comentario anónimo, a deshidratarnos al cine y cagarnos de risa al teatro con mi padre.


No se me ocurren más cosas. Es probable que edite esta lista un par de veces, pero por ahora me quedo acá. Gracias a todos y, como la peste, VOLVERÉ.

Entrada que da inicio a la etapa Roma 2.0

El único problema de mi estadía en Lima es que ya se acabó. Estuvo excelente y lo único que me da un poco de pena es no haber tenido más tiempo para ver a la gente que hubiera querido.

Ahora empieza una nueva etapa romana, con un poco menos de ilusiones y un poco más de know how. Si la primera etapa me enseñó a cocachos a cultivar la paciencia, espero que ésta me premie un poquito por haber hecho bien esa tarea.

¿Nuevas cosas? Ya empezaron las clases, ya me pagan la beca y en menos de dos semanas me mudo de departamento. El clima está mucho mejor y he descubierto que esos palos clavados inexplicablemente en las veredas son árboles, que en este tiempo loco llamado “primavera” florecen, reverdecen y se ven muy bien. Siento que la gente me sonríe más (¡¡hasta la cajera del supermercado!!)… no sé si es por el cambio de clima o porque ya aprendí a ignorar a los stronzi. Así como me encantó salir del avión en Lima y oler a mar, me gusta el olor del aire romano y el color de la luz en el edificio de al frente. Supongo que la nueva cosa más importante es un optimismo sensato, que poco tiene que ver con esa vehemencia frenética de mis primeros días en octubre. Éste, quiero creer, es un optimismo menos volátil.

¿Las cosas de siempre? Las calles siguen sucias, con el añadido de la propaganda política que nos inunda, el servicio de internet es una mierda, los romanos siguen hablando muy alto y el coliseo continua siendo fotogénico y posero a la luz del sol. La universidad no entiende que alguien quiera estudiar más de lo exigido, la pelusa se sigue acomodando en los rincones. Y el queso crema, luego de la tercera semana, se convierte en penicilina.

Veamos pues, in bocca al lupo para esta nueva etapa.
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