domingo, 15 de febrero de 2015

Sobre la crítica (I)

Honoré Daumier,
La promenade du critique influent (1865)
"La verdad y la virtud son amigas de las bellas artes. ¿Usted quiere ser autor? ¿Usted quiere ser crítico? Comience por ser hombre de bien. ¿Qué se puede esperar de quien no se ve profundamente afectado? ¿Y qué me fa a afectar profundamente, si no es la verdad y la virtud, las dos cosas más potentes de la naturaleza?"

Denis Diderot (1758) Discurs sur la poésie dramatique


"Cuando uno se consagra al arte de criticar, y se quiere dirigir el gusto o el juicio del público, se debe examinar si este, luego de dudar, decide frecuentemente seguir su opinión, dado que sus juicios, evaluados en el tiempo, sin casi siempre buenos. Por lo tanto, si uno no tiene más que opiniones extraordinarias, si uno suele ser el único en pensar de cierta manera, si uno razona cuando debe sentir, si siente cuando debe razonar, si el público opina aquello que usted no, si este público va en contra de lo que usted pronuncia: usted no está hecho para ser crítico."

Montesquieu (s XVIII) Mes pensées


"Una crítica ilustrada, justa e imparcial no es algo frecuente ni común. Supone, al menos, exercitar el conocimiento, el gusto y el coraje: y esto no se encuentra reunido frecuentemente."

Alexandre-Balthazar Grimod de La Reynière (1797) Le Censeur dramatique ou Journal des principaux théâtres de Paris


"Creo sinceramente que la mejor crítica es aquella divertida y poética; no la fría y algebraica que, bajo el pretexto de explicarlo todo, no tiene odio ni amor, y se despoja voluntariamente de todo tipo de temperamento. [...] para tener una razón de ser, la crítica debe ser parcial, apasionada, política, es decir, hecha desde un punto de vista exclusivo, pero que abra la mayor cantidad de horizontes."

Charles Baudelaire (1846) Salon de 1846.


"Hará falta, para el crítico, de una gran imaginación y de una gran bondad, quiero decir, una facultad de entisuasmo siempre lista, y más aún de gusto, cualidad rara, incluso entre los mejores."

Gustave Flaubert (1869) Lettre à George Sand


Razgonnikoff, J. (compiladora) (2011) Éloge de la critique. De Diderot à Roland Barthes. Paris, Artlys.

sábado, 7 de febrero de 2015

Estética ¿unisex?

Desde sus inicios, la disciplina de la estética ha tenido una estrecha relación con el concepto de belleza. Puede que esto haya dado pie a una idea bastante generalizada: que las dos palabras son sinónimos.

Mucho más recientemente, esta idea fue adoptada por peluquerías y, cómo no, “salones de belleza”, de modo que ahora la palabra “estética” se refiere más frecuentemente que a la disciplina, a tratamientos de belleza corporal, desde cortarse el pelo y pintarse las uñas hasta cirugías plásticas.

Sólo basta colocar la palabra en el buscador de imágenes de Google. En castellano y en inglés, para salir de dudas.



Otra expresión con la que se reemplaza la palabra “estética” de modo coloquial es “forma”. Hablamos de “la estética de un objeto” cuando nos referimos a su aspecto externo y tranquilamente ignoramos todas las otras connotaciones del término. Peor aún, decimos que algo es “antiestético” cuando no nos gusta esa forma.

Las palabras mutan, por supuesto. En estas mutaciones, los significados cambian, se descontextualizan, se trasladan de un grupo humano a otro y eso está bien. Es lo que mantiene vivo al lenguaje. Entonces, ¿cuál es el problema con este uso coloquial de la palabra “estética”? El problema sucede cuando este uso se traslada a lo académico. Las aulas, las investigaciones, las disciplinas no pueden darse el lujo de perder precisión. Y es aquí donde el cambiar estética por belleza o estética por forma se vuelve una práctica peligrosa.

Sólo para asegurarnos que estamos hablando de lo mismo – y perdonen la pedantería – vamos a definir de qué trata esto de la estética. En primer lugar es una disciplina hija de la filosofía, y nació exactamente a mitad del siglo XVIII. Baumgarten, el primero en definirla, dice que se trata de “la ciencia del conocimiento sensible”. Esto, en sí mismo, no dice mucho. Con los años, filósofos, artistas y otros pensadores aportaron distintos aspectos a esta definición y ayudaron a precisarla. Durante gran parte del siglo XIX, por ejemplo, se pensaba que el objetivo de la estética era establecer los criterios según los cuales un objeto era considerado bello.

A mediados del siglo XIX, Rosenkranz escribe un libro interesante, Estética de lo feo, en el que rescata una idea: la estética no se trata sólo de apreciar la belleza, sino también la fealdad. Y luego de esto se van a sumar una serie de categorías – lo grotesco, lo gracioso, lo sublime, lo horrendo – que van a ser parte de lo que la estética estudia.

Es por eso que ahora se habla de la experiencia estética. ¿En qué consiste? En el momento en el que sujeto y objeto se encuentran. Entre ambos surge una reacción: el sujeto va a sentir algo con respecto al objeto – positivo o negativo – y este algo, completamente subjetivo, es lo que estudia la estética.

Lo bello, por lo tanto, es sólo una parte pequeña de lo que la experiencia estética puede abarcar.

Una definición contemporánea de la estética: es la disciplina que estudia la relación subjetiva de un sujeto frente a un objeto. Si se da dicha reacción, se dice que se ha producido una experiencia estética. Si no se da, se trata de una situación de total indiferencia del sujeto frente al objeto.

De vuelta al tema académico. El tratar disciplinas, definiciones y conceptos con la ligereza del lenguaje coloquial nos juega en contra, porque perdemos la posibilidad de utilizar todas las herramientas que dicha disciplina nos puede ofrecer. Si pensamos en “la estética del edificio” como sólo sus aspectos formales y organizativos, nos estamos olvidado de lo central: del impacto que este edificio tiene en sus múltiples usuarios. Esa experiencia subjetiva, visceral, automática – la experiencia estética – es rica en sí misma. Probablemente no le interese a todos, pero no por eso debe ser tratada con ligereza.

viernes, 6 de febrero de 2015

Los factores socioculturales y la forma de la casa (A. Rapoport)

plataformaurbana.cl
"Las diferentes formas adoptadas por la vivienda son un complejo fenómeno para el que no bastará una explicación única. Todas las explicaciones posibles, no obstante, son variaciones de un solo tema: pueblos con distintos ideales y actitudes responden a varios ambientes físicos. Estas respuestas varían de un sitio a otro debido a los cambios y las diferencias en el juego de los factores sociales, culturales, rituales, económicos y físicos. Estos factores y respuestas pueden cambiar también gradualmente en un mismo lugar con el paso del tiempo [...].

La casa no es tan sólo una estructura, sino una institución creada para un complejo grupo de fines. Porque la construcción de una casa es un fenómeno cultural, su forma y su organización están muy influidas por el medio cultural al que pertenece. Desde hace mucho tiempo, la casa es, para el hombre primitivo, algo más que un techo y, casi desde el principio, la "función" era mucho más que un concepto físico o utilitario. El ceremonial religioso ha precedido o acompañado casi siempre su cimentación, erección y ocupación. Si la función pasiva de la casa es la provisión de un techo, su fin positivo es la creación de un entorno más adecuado al modo de vida de un pueblo; en otras palabras, una unidad espacial social."

Rapoport, Amos (1972) Vivienda y cultura. Barcelona: Gustavo Gili. p 65.
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