martes, 30 de septiembre de 2008

"Vamos de paseo..."

“¿Ya llegamos?” “¿Cuánto falta?” “Tengo sed” “Me aburro”


Pude apreciar completamente el encanto de viajar en carro cuando finalmente, pude manejar en uno de estos viajes. Es decir, que ya era la espectadora pasiva desde “atrás”, dependiente de la voluntad de quienes manejaban, sin mayor posibilidad de decidir ni siquiera si podíamos o no podíamos pasar al cretino que, delante de nosotros, decide ir a 30 km/h por la carretera.


De niña, los viajes en carro no eran largos. El pequeño escarabajo nos llevaba valientemente al “Bosque” o a la playa y eso era todo. Alguna vez fuimos un poco más allá, pero nada especialmente lejano. Con el Fiat intentamos un recorrido a Ticlio, pero nos quedamos a la mitad por algún achaque del pobre carro.


Nuestro primer viaje familiar largo por carretera fue a Tumbes. Debo decir que yo me “salvé” de la primera parte del viaje, porque estaba en exámenes de la universidad, así es que les di el alcance dos días después, en avión.

Recuerdo luego un viaje a La Merced y, finalmente, el primer viaje en el que todos nos turnamos las manejadas, el año pasado a Cajamarca.



El “¿Ya llegamos?” fue entonces cambiado por “¡Es mi turno!” “No, ahora manejo yo” “¿No quieren que yo maneje?”. Es así que uno puede disfrutar completamente de un viaje en carretera. Se trata de un viaje casi democrático, en el que las decisiones de parar, seguir, descansar o comer dejan de ser patrimonio de “los de adelante”, básicamente porque, con la posibilidad de que todos manejemos, los sitios en el carro se rotan.


Una experiencia muy simpática de este tipo fue cuando mi madre y yo, muy avezadas nosotras, decidimos irnos a Miami por unos cuantos días y alquilar un auto allá. Me encantaría decir que todo fue sobre ruedas (metafórica y literalmente) y que, con gracia y suavidad, logramos llegar a todos los destinos que nos propusimos. En realidad, ocurrió que la esquina delante de nuestro hotel estaba cerrada por reparaciones y cada vez que queríamos entrar o salir nos perdíamos. De hecho, nos equivocamos de ruta de manera sistemática al punto de casi salir de Disney cuando en realidad lo que estábamos haciendo era buscar la entrada a los estacionamientos.


La crónica de ese viaje, que no viene al caso ahora, incluye discusiones mentales con el “Map Quest”, la peor lluvia en meses en toda la Florida, manejadas bajo la tormenta, manejadas en inundaciones ... en conclusión, un viaje muy muy divertido.


Lo que sí viene al caso es el último viaje en carro que me tocó hacer, esta vez por tierras italianas, con mis papás, ambos dos. (Y debo comentar acá que, mientras tanto, el traidor de mi hermano nos abandonó y se fue a Brasil). Nadie inventó ninguna pólvora con las rutas. De hecho, el viaje que hicimos se basa en gran medida en el “Proyecto Italia” de la UPC, en el que yo participé hace algunos años. Quitando un par de ciudades, agregando otras, cambiando las duraciones y mejorando la música, se armó un recorrido una noche en el Donatello de La Encalada, en Lima, trazando con el dedo en un mapa de Italia que colgaba de la pared las posibles rutas y saboreando nombres de ciudades mientras esperábamos a la lasaña de cangrejo.


Inevitablemente, la ruta incluyó una fortísima dosis de arquitectura, una moderada, de shopping, caminatas interminables con un calor aplastante y muchos paisajes diversos.


La música, cuidadosamente planeada con meses de anticipación y uso intenso del emule, sólo funcionó bien en los túneles y cuando mi papá (una suerte de contorsionista y antena humana) se colocaba en las posiciones más inverosímiles para que el adaptador del iPod funcione como debe ser.


Descubrimos, una vez más, que Bruno Bozzetto tiene razón con el tema de las señales de tránsito y los parqueos; confirmamos la suposición de que tener auto en Venezia es completamente inútil; aprendimos, de manera dolorosa, que parquear en ZTL en el centro histórico de Siena no es una buena idea; disfrutamos un par de nutritivas y saludables McDonald's; tuvimos discusiones interminables - en la esquina a la izquierda, izquierda, izquierda, nooo... tu otra izquierda - y, sobre todo, nos divertimos un montón.



¡Feliz día, papi!

domingo, 28 de septiembre de 2008

El lugar más lindo de Roma (Sexta parte)

Hace mucho tiempo que no escribo sobre los lugares lindos de Roma. Por un lado, la relación de amor-odio que mantengo con esta ciudad ha pasado por etapas álgidas que hacen difícil ver los lados simpáticos; por otro lado, al caer en la rutina, el asombro disminuye un poco (esto último no está nada bien).

Dicho esto, el lugar más lindo de Roma es Villa Doria Pamphili, el parque de la esquina de mi casa.

Dentro del caos y la falta de sentido común de los romanos en general, se debe admitir que fueron tremendamente acertados al asegurarse al menos cuatro parques ENORMES dentro de la ciudad. Estamos hablando de hectáreas de área de esparcimiento: colinas, pastos, bosques, zonas de juego, riachuelos y fontanas.

Villa Pamphili es uno de estos parques, de casi 2 km cuadrados de área, dividido en dos pedazos por la via Leone XIII.

En este parque tuvieron el buen gusto de planificar muy poco. Es decir, que las zonas "intervenidas" se limitan a los alrededores de la fontana-laguna, al trazado de algunos caminos (de tierra) y al cerco perimetral. Luego, el parque es una sucesión de arboledas, campos abiertos y zonas de matorrales. Nada de rectángulos artificiales de flores de colores, nada de caminitos curvilíneos pavimentados, nada de bancas incomodísimas, nada de mobiliario urbano incomprensible.

Se puede pasear libremente, pasear a niños y/o perros, leer, dormir siesta, llegar con una cesta y mantelito a cuadros a hacer picnic, dar de comer a los patos, hacer ejercicio o simplemente mirar.

El recorrido permite que uno pueda caminar con comodidad en senderos amplios, explorar por caminitos entre los árboles, descubrir nuevos espacios cada vez, pasar de zonas llenas de gente a rincones olvidados y silenciosos y, por sobre todo, permite que luego de unos cuantos pasos, uno se olvide que está en el centro de una de las metrópolis más cosmopolitas y ruidosas del mundo.

Porque una de las mejores cosas de los parques de Roma, Villa Pamphili entre ellos, es que desde el interior no se percibe la ciudad.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Siccome sono architetto

Encontrado en el grupo "Siccome sono architetto" ("Como soy arquitecto...") del Facebook.



  • Como soy arquitecto, mis ideas son mejores que las tuyas.
  • Como soy arquitecto, una vez admitido que tus ideas son buenas, las mias son seguramente más creativas.
  • Como soy arquitecto, tu no entiendes ni un cacho de pintura, escultura, cine, teatro...
  • Como soy arquitecto, si quieres saber si tu casa se caerá, me debes consultar a mí.
  • Como soy arquitecto, sé muy bien si tu casa se caerá o no, pero de todos modos consulto a un ingeniero. ¡No es que sea incapaz!
  • Como soy arquitecto, el Guggenheim de Nueva York lo sabía proyectar yo tambié, sólo que "Él" lo hizo primero.
  • Como soy arquitecto: "¿Qué estudias?" - "Arquitectura" - "Ah, ¡entonces eres creativo!" ... Dios, ¡cómo los odio!
  • Como soy arquitecto y tu ingeniero, soy más simpático que tu.
  • Como soy arquitecto, con los ingenieros se habla sólo con números y gráficos... de preferencia en blanco y negro.
  • Como soy arquitecto, para los ingenieros el concreto armado es el pan de cada día. ¡Sí, pero falta la Nutella!
  • Como soy arquitecto, no soy racista. ¡Son ellos, que son ingenieros!
  • Como soy arquitecto, trabajo 10 días seguidos, 24 horas al día, pero luego tengo derecho a 37 horas de sueño contínuo y un mes y medio de vacaciones.
  • Como soy arquitecto, cuando me encuentro con otro, hablo sólo e arquitectura hasta que se hace de noche, todos los demás se han ido, me muero de sed y necesito ir al baño.
  • Como soy arquitecto, temo que mis hijos sean arquitectos.
  • Como soy arquitecto, espero que mis hijos sean arquitectos, así ahorro en dibujantes en el estudio (... claro, ¡cuando les pagan!)
  • Como soy arquitecto, me regodeo en explotar a los estudiantitos con la escusa de las prácticas preprofesionales.
  • Como soy arquitecto, Minicad, Autocad, Supercad... pero si quisiera, ¡sé también dibujar a mano!
  • Como soy arquitecto, mi casa es más bonita que la tuya.
  • Como soy arquitecto, amueblo incluso la carpa en el campamento.
  • Como soy arquitecto, no diseño calles, sino que "me ocupo del mobiliario urbano".
  • Como soy arquitecto, soy el mejor.
  • Como soy arquitecto, tengo razón y tú estás equivocado.
  • Como soy arquitecto, nunca tengo dudas, nunca me hago preguntas, mucho menos técnicas, porque yo, como soy arquitecto, ya no tengo necesidad de estudiar nada.
  • Como soy arquitecto, debes hacer lo que yo te digo, cuando tee lo digo y, sobre todo, como lo digo yo.
  • Como soy arquitecto, las cosas se puede hacer de una sola manera: la mía.

jueves, 25 de septiembre de 2008

La influencia de los valores estéticos

"[...] No creemos que los valores estéticos puedan ser añadidos o sustraídos desde el exterior. Los valores estéticos auténticos son inescindibles del objeto. Irradian desde el objeto, como las flores o las comidas exhalan los aromas. Y como perfumes inaferrables determinan nuestras reacciones sensitivas o emotivas.

En cada instante las impresiones estéticas nos condicionan. A veces de manera consciente, pero la mayoría de veces sin que nos demos cuenta, éstas producen en nosotros reacciones favorables o desfavorables. Nuestros filtros lógico-racionales no logran retenerlas y éstas actúandirectamente sobre los sentimientos; es decir que están fuera de nuestro control.

Los valores estéticos no son, entonces, simples añadidos ornamentales. Tienen sus raíces en lo profundo de nuestra alma. Su influencia en las decisiones humanas actúa en modo determinante, aún en problemas esencialmente prácticos. La forma de los objetos de uso cotidiano, la forma de los automóbiles y de los puentes y, sobre todo, la configuración del ambiente humano dependen de ellos.

Si las exigencias estéticas o, como preferimos decir, las necesidades sentimentales, no están satisfechas, el hombre reacciona inmediatamente. Éste rechazará con la máxima energía cualquier desviación de su standard estético. Hará todo cuanto está en su poder para que los objetos tengan una forma tal que corresponda a sus convicciones emotivas."

Siegfried Giedion: Breviario di architettura.
(Primera edición, 1961)
Bollati Boringhieri. Torino 2008.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Otoño

No sé si algún día me acostumbraré al ruido que hacen los truenos.

No me desagrada, pero siempre me llama la atención y me gustaría que durasen un poco más, para poder distinguir los matices, el rumor, la vibración, las diferentes "capas". El ruido de la lluvia en el diminuto patio al que da mi ventana, interrumpido de rato en rato por un trueno es uno de los sonidos qué más extrañaré cuando vuelva a mi terzo mondo.

Del mismo modo que el verano, el invierno parece estar llegando de golpe. Una noche me desperté muerta de calor, a pesar del ventilador prendido; la siguiente, me olvidé de prender el ventilador y no me di cuenta; la siguiente me dio un poco de frío. Ahora estoy con medias y pantalón largo.

Y afuera llueve.

De pronto, tengo ganas de ponerme una casaca, un pantalón de buzo o de hacerme bolita con una colcha de polar... lo que hasta hace unos días parecía imposible. Provoca tomar sopa, hacer sánguches calientes y colocar las manos alrededor de un mug de té.

La casa, con la luz cálida y los olores de la cocina, en contraste con el viento fresco de la calle, parece ahora un lugar mucho más hogareño.

Por otro lado, a la basura habitual de las calles romanas, se le suman las hojas caídas de los árboles. Cuando llueve no se ve muy simpático, pero recién caídas, en un día de sol, crujientes y doradas, hacen una textura muy bonita en los bordes de las veredas.

En un par de días iré a tomar fotos a Villa Pamphili, el "parque de la esquina de mi casa". Espero que el pasto, amarillento tras los meses de sequía, haya recuperado un poco el color. Seguramente estará tapizado de hojas.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Estética de lo feo

"Si se discute la idea de lo bello, no se puede prescindir de una investigación sobre lo feo. El concepto de lo feo, como negación de lo bello, es, entonces, parte de la estética. [...]


"Lo feo tiene, entonces, dos fronteas: el límite inicial de lo bello y el límite final de lo cómico. Lo bello excluye de sí mismo a lo feo, lo cómico, por el contrario, fraterniza con lo feo, pero al mismo tiempo elimita el elemento repugnante haciendo ver la relatividad y nulidad al concepto de lo bello.


"Que lo feo pueda gustar parece un contrasentido, como si el enfermo o la maldad suscitaran placer. Sin embargo es posible, ya sea en un modo sano o en un modo enfermo. En modo sano, cuando lo feo se justifica como necesidad relativa en la totalidad de una obra de arte y es superado por el efecto contrario de lo bello. Entonces, no es lo feo aquello que determina nuestro placer, sino lo bello que supera su negación [...].

En modo patológico, cuando una época está física y moralmente corrupta, le falta la fuerza para concebir la bellaza auténtica pero simple y quiere, además, disfrutar en el arte lo picante de la frivolidad y de la corrupción. Una época así, ama los sentimientos mixtos, que manifiestan una contradicción con el contenido. Para excitar los nervios obtusos se combinan lo inaudito, lo disparatado y lo repugnante en grado extremo."


ROSENKRANZ, Karl: Estetica del Brutto

Palermo: Aesthetica edizioni, 2004.

jueves, 11 de septiembre de 2008

El super yo, el yo, el ello, Rosalba y yo...

Mi casera (a quien quiero muchísimo y, si algún día lee esto, espero que no se lo tome a mal) vive poseída por lo que yo llamo "las bravas mujeres de las generaciones pasadas". Simplemente no puede ir a descansar si es que la cocina está desordenada, no se siente bien si la casa no está limpia o si la ropa no está tendida. Pero el problema es que sufre con eso, porque le gustaría que su super yo no la ataque tan seguido.

Se supone que este rollo de tener una "conciencia", super yo, o como quieran llamarlo, que se ocupe de que uno haga lo que tiene que hacer, no solo es bueno, sino también necesario. Uno tiene que levantarse todos los días a trabajar, pagar todos los impuestos, comer saludablemente, ocupar el tiempo de manera adecuada.

¿Pero qué pasa si nos rebelamos y nos relajamos un poco?

No mucho... lo suficiente como para poner en perspectiva algunas cosas importantes, pero no urgentes, que se quedan en el camino.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Estoy harta...

Estoy harta que pidan visa para visitar ciertos países.

Estoy harta de que, aún al tener la visa, haya que hacer una serie de interminables trámites para que las santidades correspondientes otorguen su sagrado permiso para permanecer en dichos países.

Estoy harta de que los trámites de visas sean tan humillantes, tan denigrantes, e incorporen a personajes con vocación de verdugo, que disfrutan dando indicaciones absurdas a quienes sólo quieren visitar su país.

Estoy harta de la gente que discrimina a quienes no hablan su idioma a la perfección.

Estoy harta de los sistemas burocráticos en los que nadie se detiene a revisar la lógica. Cuyos miembros no tienen ningún reparo en tratar mal a los "clientes", contradecirse o dar información errónea.

Estoy harta de los funcionarios que creen que es deber de uno el saberlo todo, que consideran que es un inmenso fastidio tener que responder una pregunta, que cuando lo hacen, no son amables ni tienen voluntad de ayuda.

Estoy harta de que no saber sea mi culpa.

Estoy harta de quienes creen que al ayudarte te están haciendo un enorme favor.

Estoy harta de la gente que, simplemente, no quiere ayudar.

Estoy harta de que las fronteras no sean abiertas, de que no se busque la diversidad, de que no exista la curiosidad, el interés, por aprender de y compartir con alguien que se ve un poco distinto.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Oda al McDonald's

Las rutinas y los eventos predecibles tienen la ventaja de dar seguridad. Pueden resultar en situaciones tediosas y monótonas, pero es siempre un alivio saber que en determinadas situaciones, se puede contar con eso...

Cada sucursal de McDonald's es un ejemplo de inmutabilidad: aunque varíen las promociones y cada cierto tiempo introduzcan una nueva hamburguesa o postre, en general, todos los restaurantes son iguales, en todas partes (lo repetible).

Cuando uno entra a un McDonald's uno sabe qué va a encontrar, uno puede perderse en la música hiper-pop mientras sumerge una papa frita en ketchup, y pensar que está en otro McD. de otro lugar... en un lugar familiar.

Pero, a mi gusto, lo mejor de los McD. es su posición estratégica en la ciudad. Casi todas las estaciones de tren de ciudades importantes en Europa, por ejemplo, tienen un McD., al interior o muy cerca. Entonces, si uno ha pasado una noche agitada en un tren, compartiendo un compartimento enano con otras 5 personas de dudosos hábitos de limpieza, y con la paranoia de que no le roben el equipaje, la M amarilla es una especie de faro en el caos de la estación. Por sólo 1€ (lo que cuestan unas papas fritas), uno puede sentarse en un local climatizado y relativamente limpio, hacer uso del baño, recuperar el sentido de orientación y responder a preguntas tan vitales como ¿quién soy?, ¿qué hago aquí?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?.

Luego, el equilibio (mental y físico) recuperado, uno puede continuar tranquilamente con aquello que pensaba hacer: buscar un hotel, pasear por los sitios importantes, ver museos...

Hay McD. incluso, en los que regalan mapas de la ciudad, con todos los demás McD. cuiadosamente señalados, como para poder acudir a ellos en caso de enfrentar nuevamente un vacío existencial debido al agotamiento.

Cuando llegué a Torino luego de uno de estos simpatiquísimos pernoctes en tren, descubrí que el McD. no estaba en la estación, ni en los alrededores. Me costó un poco recuperarme y decidir ir a un café, en el que el baño era un silo (en pleno centro de la ciudad) y no había mesas donde sentarse.

Dejando de lado la calidad de las hamburguesas, las calorías o lo (poco) saludable que pueda ser, mi agradecimiento eterno a esos maravillosos, inmutables y globalizados lugares...
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