viernes, 23 de enero de 2015

Diez reglas fundamentales para hablar con no-arquitectos (L. Speck)

"Larry explicó en una reciente presentación, un sábado a las 8:00 am., frente a más de 100 asistentes, que con el tiempo se ha dado cuenta que la percepción pública de la arquitectura como carrera no se alinea con la realidad. A pesar de que el estadounidense promedio pasa 95% de su tiempo dentro de un entorno construido, la gente aún percibe a la arquitectura como algo esotérico o casi incomprensible. Sin embargo, la misma gente que retrocede o evita mirar cuando conoce a un arquitecto puede hablar con mucho conocimiento - y emoción - sobra comida, como diferentes tipos de tubérculos, contenido nutricional y compatibilidad en el paladar.

1. Quien escucha es siembre brillante. La gente sabe lo que le gusta y cómo usan los espacios. También tienen experiencias para compartir sobre su interacción con la arquitectura. Escucha, de modo que puedas hablar con ellos y no hablarles a ellos.

2. Afirma el conocimiento previo. Usa referencias culturales icónicas, como las Pirámides de Giza o el Taj Mahal - o la universidad a la que tus hijos y los suyos fueron juntos. Ejemplos arcanos que muy poca gente conoce hacen parecer que es necesario tener conocimiento especializado para discutir sobre arquitectura.

3. Busca territorios comunes. A menos que te pregunten de manera muy específica sobre el trabajo de Santiago Calatrava en España o algo similar, habla sobre la arquitectura que la gente usa en sus vidas diarias. Residencias. Oficinas. Escuelas. Lugares de culto. ¡Incluso verdulerías!

4. Adopta lo universalmente popular. Recuerda que hay una razón por la cual la arquitectura universalmente popular como el edificio Chrysler gusta mucho. Averigua por qué al no-arquitecto le gusta el diseño al que se está refiriendo y parte desde ahí.

5. Adopta lo cotidiano. Uno de los libros de arquitectura más vendidos se llama "The Not So Big House" (La casa no tan grande). A veces todos necesitamos acordarnos de apreciar la arquitectura que vemos y usamos todos los días, no sólo lo monumental o los diseños que ganan premios.

6. Evita debates estilísticos. Si estás en una escuela de arquitectura o hablando con un colega arquitecto, por supuesto sigue adelante y debate los méritos de los estilos de diseño. Tal como tú probablemente no apreciarías que tu vecino hable sin parar sobre los matices de las leyes marítimas internacionales de los Estados Unidos versus las internacionales, tampoco lo haría el no-arquitecto con quien estás hablando.

7. Evita mencionar nombres para impresionar a otros (name dropping). Tal y como te lo decía tu madre, a nadie le gusta una persona que alardea de quién conoce. Y si tú mencionas arquitectos que el no-arquitecto con quien estás hablando no conoce, sólo te estás hablando a ti mismo.

8. Anda más allá de lo visual. Seguro, los diseños son hermosos, pero ¿qué es lo que realmente hacen? ¿Cómo sirven a sus usuarios? Esto es algo que el no-arquitecto puede considerar y discutir.

9. Concéntrate en cosas que hacen la diferencia para la gente todos los días. Esto ayuda a mantener la conversación en un lugar donde todos pueden participar, independientemente de su profesión o de su experiencia con arquitectura.

10. La arquitectura es contar una historia. Hay arquitectos que pueden no haber alterado el curso de la industria o haber hecho algo sensacional, pero que sí hicieron un gran impacto en todos los que los conocieron porque su trabajo cuenta historias: sensibilidad hacia el medio ambiente, historias sobre quienes encargaron el espacio, cómo éste ha sido usado a lo largo del tiempo."


Larry Speck ha sido decano de la Escuela de Arquitectura en la University of Texas. Es docente y trabaja en diversos proyectos con grandes firmas. 

jueves, 15 de enero de 2015

¿Cómo ser un crítico de arquitectura? III (A. Lange)

Parte II

Marine Midland Building
(upload.wikimedia.org)
"'Sometimes We Do It Right' [Ada Louise Huxtable, New York Times, 31 de marzo de 1968] incluye una serie de atributos que yo exhorto [...] a utilizar al escribir. Uno, descripción: ella establece el escenario y su tema, a través de párrafos de apertura que vívidamente traen la ciudad a la mente. Dos, historia: ella demuestra que el rascacielos no es algo nuevo (a través del tour que realiza en el vecindario) y que Marine Midland es parte de un linaje (a través de su discusión del muro cortina). Estas referencias establecen su expertise (ella sabe más del tema que la mayoría) y logran sobrepasar un problema común: el ciego asombro ante el último y más grande ejemplo de la serie. Tres, drama: muchas personas consideran que la arquitectura es aburrida. La primera línea en defensa contra estos cargos es hacer, para el lector, la conexión entre cómo se ve la arquitectura y cómo ésta nos hace sentir. No es sólo un edificio, sino un artefacto que nos habla. Finalmente, el Punto: Huxtable tiene 1200 palabras para llegar al punto. Cuando lees su reseña, sientes en todo momento que ella sabe exactamente hacia dónde está yendo. Ha escogido las tres áreas que quiere subrayar - los alrededores, la plaza, la piel del edificio - y los presenta con deliberada velocidad. (Si has seleccionado un tema y un modo de organización y si sabes cuál es tu aproximación crítica, no debería ser difícil tener un punto [...]).

El llamado modesto, cuidadosamente articulado de Huxtable es dejado para el final: 'El espacio no tiene significado sin escala, contención, límites y dirección... Esto es planeamiento. Es lo opuesto de no planificado o los patrones normales del desarrollo de Nueva York. Míralo y saboréalo ahora, antes que sea descuidadamente eliminado.' Su método se basa en el desarrollo, al guiar al lector a estar de acuerdo, en lugar de decirle qué es lo que van a aprender . [...] Huxtable te pude que mires a lo que está alrededor de la arquitectura tanto como al edificio en cuestión, llamando tu atención sobre lo que verdaderamente es importante hacer bien.

Cuanto más las personas vean y saboreen el entorno construido, más actuarán como críticos de arquitectura, podrán reconocer mejor un buen planeamiento y se volverán abogados de este."

Lange, Alexandra (2012) Writing about Architecture. New York: Princeton Architectural Press. pp. 16-19.

jueves, 1 de enero de 2015

Tres experiencias a seis manos

Vivimos entre objetos, nos movemos por espacios construidos, el mundo se manifiesta a través de ellos y erigimos nuestra realidad por una suerte de recomposición de fragmentos de la información percibida e interpretada. La arquitectura no es pues solo cobijo para nuestro cuerpo, es muchas veces tamiz a través del cual el orden que rige el universo se hace presente. Orden que es percibido, luego relacionado y finalmente transformado en significados individuales y colectivos. Siempre fue así y así estuvo bien.

Habituados hoy en día a  permanecer cada vez más en espacios virtuales, satisfechos con imágenes fáciles, presurosos en distinguir nuestras preferencias con un “like it”, reconocemos cada vez menos la función reveladora de la arquitectura, o en todo caso seleccionamos la información más superficial y útil en la medida que nos permita permanecer en espacios supuestamente confortables, haciendo todo ello caldo de cultivo para que germine una arquitectura mediática que esconde tras epidérmicos alardes formales la monotonía de la producción estandarizada y la falta de atención a lo que el contexto le demanda. 

Tres arquitectos que comparten estas preocupaciones se reúnen en un café arequipeño y acuerdan hacer un post a seis manos (utilizando el teclado del ordenador, claro está) Cada uno con blog propio se reconocen también  habitués de espacios virtuales, sin embargo se animan a echar un cable a tierra y anclar en experiencias vividas en que la arquitectura trascendió lo cotidiano y que de alguna u otra manera influyó en su manera de percibir el mundo o tal vez de reconocerse a sí mismos. Saben del peligro de su empresa, pues es probable que en el intento de descodificación parte de la magia que habita en su memoria sea alterada al reconocer la lógica del mecanismo, pero asumen el riesgo. Tienen la esperanza que a través de estas experiencias animen a más gente a contar las suyas y así colaborar, aunque sea en algo a poner la arquitectura en el lugar que le corresponde.

                 Cristina Dreifuss                                                        Gonzalo Ríos                          Carlos Zeballos






Experiencia 1.0
Casa Hundertwasser: La intensidad del primer amor.
Enero 1998
Cristina Dreifuss, Lo Huachafo en la Arquitectura Limena

Los arquitectos, con mucha frecuencia, dividimos nuestra vida en antes y después de nuestro paso por la facultad. Imagino que lo mismo debe pasar con otras profesiones; la formación profesional no sólo nos da habilidades y conocimientos, sino que nos enseña a ver con otros ojos. Es por eso que hablar de una experiencia trascendente de la arquitectura en términos pre-arquitectónicos se vuelve un reto.

Conocí la “casa Hundertwasser” un año antes de entrar a la facultad, en ese período en el que uno anda madurando y preguntándose una serie de cosas, trascendentales en sí mismas. En medio de un recorrido turístico lleno de dorados y barroco vienés, terminamos en esa  esquina de Kegelgasse donde parecería que alguien dejó libre acción a un lunático.



El edificio, un multifamiliar, es un manifiesto. No hay una sola línea recta (“la línea recta conduce a la perdición”, diría su autor, el pintor F. Hundertwasser). Cada unidad de habitación es de un color distinto, con lo que la imagen final es la de una especie de colcha de parches, salpicada de ventanas desordenadas. El primer piso se apoya en columnas distintas, algunas chuecas, forradas con materiales de reciclaje, cuyo brillo contrastaba con el cielo.
La rápida visita exterior – porque nunca llegué a entrar a una de estas viviendas – me enseñó sobre la libertad de expresión, sobre la economía de recursos, sobre la creatividad y el uso libre de colores y formas, sobre el cuestionamiento de estereotipos establecidos, y sobre todo, que la arquitectura es una profesión al servicio de las personas y que su objetivo es la felicidad. Fue ahí que decidí que eso es lo que quería hacer.




Años después, luego de sustentar mi tesis de grado, volví al sitio. En el fondo, quería comprobar si efectivamente la magia seguía ahí. El edificio fue tan impresionante como la primera vez y, de algún modo, era como si algún tío mayor y buena gente me guiñara el ojo y me asegurara que no me estaba equivocando. 







Experiencia 2.0
Habitando un relicario:
La Sainte Chapelle de Paris,  Febrero de 2014, 
Gonzalo Ríos, Trampantojo

Resultaba poco menos que iluso aspirar a tener una experiencia de mediana trascendencia en un ambiente en donde todo confluía para no conseguirla.  La preciosa capilla gótica en donde Luis IX de Francia, el santo,  pasó gran parte de su vida contemplando las reliquias que adquirió de la pasión de Cristo, era poco menos que profanada por una horda de turistas en busca del espectáculo banal que probablemente el día anterior lo vivieron  en Euro Disney y estaban ansiosos de replicarlo. Los guías atentos y acomedidos con su público se transformaban en bufones solazándose  en la anécdota histriónica para conseguir la risa fácil que seguramente se vería recompensada con un reconocimiento monetario final.

Vistas exteriores de la Sainte Chapelle. La masividad del nivel de acceso contrasta la ligereza del nivel superior en donde prima la transparencia de los vitrales 
Fotos: Eric Rougier

Nada de góticos radiantes, nada de explicar cómo es que se logró desmaterializar los muros opacos casi en su totalidad, reduciéndolos a estilizados haces de baquetones que se separaban hasta convertirse en la frágil estructura de una bóveda azul que parece levitar sobre vitrales pareados. No eso no era importante. Tampoco lo era la historia del pobre Luis IX, tan criticado por gastarse media fortuna en comprar a Bolduino II de Constantinopla  la corona de espinas, un pedazo de la cruz, el hierro de la lanza y la esponja del martirio de Cristo y la otra media en la construcción de esa capilla cuyo destino era convertirse en un enorme relicario en donde el monarca pasaría en estado de contemplación días enteros descuidando seguramente las funciones propias de su cargo. No, de eso nada. El espacio era de una belleza suprema y estaba agradecido, sin embargo el entorno hostil era superior a mis ganas de intentar una reflexión más profunda sobre la estética o la historia.

Vistas Interiores del actual nivel de acceso, en donde se anclan las estructuras que hacen posible la levedad del nivel superior.

Fotos: Eric Rougier


Dispuesto ya a abandonar la capilla el nublado clima invernal parisino disipó por unos instantes sus nubes y dio paso a un rayo de luz que penetro al ambiente atravesando los coloridos vitrales, convirtiendo esta inicial luz blanca en una emulsión de rojos y azules que inundándolo todo propiciaron una atmósfera en donde cualquier hecho físico, inanimado o vivo, pareció inmaterial y perteneciente a una misma substancia. Por unos breves segundos todo pareció detenerse, paralizarse; el silencio del entorno hostil superficialmente conmovido, al menos por el breve instante que duró el fenómeno, intensificó la impresión de cohesión.

Vistas Interiores del nivel superior, máximo exponente del gótico radiante francés con la desmaterialización casi total de los muros en favor de los vitrales.
Fotos: Eric Rougier


Este espacio místico, banalizado por el uso,  lo había vuelto a lograr. Pese a lo efímero del fenómeno, o tal vez por ello, se me revelaron estructuras normalmente no visibles del mundo, poniéndome en sintonía con el orden profundo de las cosas a la que todos estamos sujetos, y también en sincronía con mis eventuales acompañantes y hasta con el mismo Luis IX, él desde el siglo XIII y yo desde el XXI  entendiendo y dando significado a un fenómeno revelador propiciado por la arquitectura.


Una panorámica a 360° del espacio en mención puede verse en el siguiente enlace: 
http://www.fromparis.com/panoramas_quicktime_vr/sainte_chapelle_01/



Experiencia 3.0
Hipérbole simbólica:
Asamblea legislativa de Chandigarh, India,  Mayo de 2007, 
Carlos Zeballos, Mi Moleskine Arquitectónico


Monumental. Así me pareció la escala del Capitolio de Chandigarh. Aquel lugar transmitía una sensación de poder magno, casi megalómano. Estaba hecho para impresionar, aunque parecía no haberse preocupado en dar cabida al ser humano. En aquella calurosa mañana de primavera india, hubiera sido muy acogedor sentarse bajo un árbol pero aquella banalidad hubiera interferido con la colosal perspectiva del espacio, algo con lo que el arquitecto suizo no estaba dispuesto a transigir.


Salvo indicación, todas las fotografías pertenecen a Carlos Zeballos Velarde


Aún así, me sentía agradecido por estar parado por primera vez frente a una obra del gran maestro Le Corbusier y de poder disfrutarla enmarcada por los Himalayas que se perfilan como telón de fondo hacia el este. Antes sólo había visto reproducciones en blanco y negro así que era una experiencia estar parado ahí apreciando la monumentalidad del Capitolio, la solidez de sus volúmenes, la aspereza y plasticidad del concreto armado y respirar la pasión por el diseño que el maestro suizo supo traducir en esta obra, desde su trazo urbano hasta la concepción de sus murales y alfombras.

Había llegado allí con un pariente de un amigo al que conocí por internet , y que luego de mostrarme de lejos el complejo, se dispuso a regresar al centro de la ciudad. Cuando le insistí en aproximarnos, me dijo nerviosamente que era complicado, y que había que pedir un permiso especial que duraba un día conseguirlo. Pude entender su turbación, ya que Chandigarh se encuentra cerca de la frontera con Pakistán, en una zona muy tensa y donde no se escatiman las medidas de seguridad.




Pero no iba a rendirme así no más. Fui a obtener el permiso a un par de oficinas y la reticencia inicial de los oficiales se convirtió poco a poco en eficaz colaboración. “Soy un arquitecto, vengo de Perú, un país pacífico” le dije, convincente (aunque hubiera sido más exacto decir “un país en el Pacífico”). “Sí, lo sabemos”, replicaron con severidad, y en ese momento comprendí que ellos no tenían la más mínima idea de dónde quedaba Perú. Sin embargo, halagados ante la presencia de un visitante tan exótico, no dudaron en otorgarme el permiso además de muchos souvenirs e información sobre la ciudad.

Al día siguiente me encontraba de nuevo en el Capitolio, con sus tres simbólicas construcciones: la secretaría, el Palacio de la Asamblea Legislativa y la Corte Superior de Justicia. De todos los elementos del conjunto, fue el Palais de l’Asambleé el edificio que más llamó mi atención, por su matemática grilla de brise-soleil, imprescindible en aquel tórrido clima y su fotogénica fachada sur reflejándose en un espejo de agua.




La grilla aligeraba la fachada de esa caja rectangular, sobre el cual asomaba principalmente el gran volumen de una cáscara hiperbólica truncada, una figura escultórica cuya inspiración proviene de chimeneas industriales.
Habría de recorrerlo custodiado por un soldado armado con un fusil automático y la seguridad era particularmente estricta.
Ingresamos al edificio, adornado con murales diseñados por el propio Le Corbusier, que no había descuidado detalles en el momento de su gran obra.


Al interior, la luz se filtraba indirectamente por los brise-soleil y daba un efecto de profundidad a aquella sala hipóstila, reminiscente de los templos clásicos que el maestro había admirado en su viaje de descubrimiento por Grecia.

En medio de aquella trama de columnas emergía, como un volcán impetuoso, el volumen de la asamblea.

Izquierda y centro, Fotos cortesía de Fondation Le Corbusier. Derecha, foto Carlos Zeballos

Entonces, nos acercamos a la cámara legislativa, que por suerte se hallaba en receso y podía ser visitada. Ni los libros sobre el maestro suizo ni los tratados sobre arquitectura moderna, nada podría haberme preparado para aquella impresión. El espacio, moldeado en aquella cáscara de apenas 15 cm de espesor, se alzaba monumental sobre los asientos tapizados de los legisladores. La sección truncada con la que culminaba la hipérbole acentuaba su direccionalidad y su geometría favorecía la acústica. La estatura del espacio obedecía también a fines climáticos, ya que permite la circulación de aire por conducción.

Pero aquél no parecía un espacio cívico, sino uno sacro. La luz filtrándose indirectamente producía un efecto espiritual que volvería a encontrar algunos años después en la capilla hechapor Le Corbusier en Ronchamp. Sin embargo, a diferencia de las paredes blancas de aquella, la epidermis de concreto de la sala se hallaba cubierta por coloridas láminas de aluminio, que como una infección reptaban produciendo manchas de color.

Fotos cortesía de The Tribune

Era un momento sublime, que no parecía ser compartido por el cancerbero que me acompañaba, quien insistía en que las fotografías estaban estrictamente prohibidas. Traté de impregnar en mi memoria cada detalle de aquel momento sabiendo que probablemente esta experiencia no se repetiría. Traté de respirar al máximo ese espacio bello, magno, dramático. Pero en aquel momento, un gesto poco amigable del soldado me indicó que la visita había acabado.



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