martes, 31 de marzo de 2009

Paisajismo (I)

De tantas conferencias, lecciones, seminarios y coloquios que he tenido sobre paisajismo, a veces me pongo a dudar si en italiano "Teorie dell'architettura" no es el equivalente a nuestro "Manejo del paisaje". Hoy tuve una de esas sesiones, pero a diferencia de lo que he oído y visto anteriormente, con lo dicho hoy no estoy de acuerdo.

El profesor comienza diciendo que en lugar de hablar de paisaje deberíamos hablar de "paisajes": urbano, rural, campestre, etc. Hasta ahí vamos bien, sólo que me parece una acotación un poco obvia.

Luego señala que son 3 los elementos del paisaje: lugar, suelo y forma.

¿?

Y para ilustrar sus tres elementos, mostró una serie de proyectos en distintas partes del mundo (la mayoría en Italia) organizados según uno o más de estos elementos. Hasta ahí estoy de acuerdo pero ¿qué pasa con el ser humano?

Creo que si analizamos el paisaje en función al lugar - contexto, historia, clima -, el suelo - composición, materiales, relieve -, y la forma - relieve nuevamente, elementos existentes, elementos que pueden ser creados -, estamos hablando de un paisaje que se ve, pero no que se vive.

Ok, desde la cima de una montaña "vemos" un paisaje de vegetación, relieve, accidentes. Pero creo que ese no es el paisaje (o uno de los paisajes, vamos) con los que trabaja el arquitecto. Acá viene lo obvio: el arquitecto no es un escultor, no es un ingeniero, no es un jardinero, no es un geólogo. El arquitecto es un ser humano al servicio de otros seres humanos. Crea (o recrea) hábitat.

Los paisajes en los que intervenimos pueden partir de infinitas premisas, tomar distintas formas, podemos escoger miles de materiales diversos y finalmente decidir qué plantita queremos colocar. Nuestros "paisajes" pueden representarse con lindas formas de colores en un plano 1:500, pueden incorporar mil especies en peligro de extinción y pueden orientarse de acuerdo al feng shui.

Lo que no debemos olvidar, lo que estará ahí invariablemente, es el ser humano.

domingo, 29 de marzo de 2009

El segundo viaje a Lima

Luego de casi 4 meses en Lima, es difícil referirse a la experiencia como un "viaje". Fue casi como regresar, porque volví un poco a las rutinas de antes, no tuve la sensación del viaje anterior de andar sobrecargada de actividades, lonches y visitas. En ese sentido, esta visita fue un poco más calma.

Pero no por eso menos intensa.


Se me viene a la mente la frase "el mejor verano de mi vida", pero lamentablemente el cine ha hecho que semejante cliché nos traiga a la mente playa, chicas en bikini, chicos con todos los músculos bien marcados, fiestas hasta la mañana siguiente y un final feliz. Mi verano en Lima tuvo muy poco que ver con esto. Cierto, hubo una que otra fiesta (ninguna hasta la mañana siguiente) y mucha playa... pero acá acaban las similitudes.



La intensidad del verano se dio en el conjunto de experiencias, la mayoría excelentes, una que otra espectacular y, por qué no, algunas malas.

Fue una estadía basada en salidas con amigos y conversaciones inteligentes e interesantes, con unas cuantas dosis de trabajo bien y mal remunerado, un adererezo de incertidumbres migratorias y colas infinitas al sol, la presencia y el apoyo constante de mi familia, salidas culturales, salidas simplemente por salir, buena música y cantidades casi-suficientes de pisco sour.


Tuve la oportunidad de reencontrarme con esa Lima idealizada que estuve acunando a lo largo del año, y pude descubrir que mi ciudad es aún mejor de lo que la recordaba. Me enfrenté con algunas crudas y tristes realidades que me hicieron renegar de los finales de cuentos de hadas a los que nos acostumbran desde chicos. Hubo momentos en los que creí que iba a explotar o levitar, o ambos, de lo fuerte y lindo de las emociones; hubo momentos en los que me hubiera gustado enterrar la cabeza en la arena.


Todo esto gracias a un maravilloso conjunto de personas con las que compartí tiempo y experiencias. Me encontré con los amigos de siempre, esos con los que llevamos años compartiendo vida; re-encontré algunos que no estaban exactamente olvidados, pero que se habían escondido entre bambalinas; re-descubrí otros, con sus matices y riquezas, y sus maneras novedosas de ver las cosas; finalmente conocí nuevas excelentes personas. Si bien muchos amigos continuaron ocupando el lugar de siempre, hubo otros que de pronto adquirieron protagonismo y se convirtieron en parte esencial de la experiencia.


Si no hubiera estado ya absolutamente convencida de que los amigos hacen que todo valga la pena, con estas eperiencias me hubiera terminado de convencer. Y yo tengo la suerte de tener los mejores amigos del mundo.

Los voy a extrañar, chicos, pero - como la peste - volveré pronto.

jueves, 12 de marzo de 2009

Indignación de migrante

Luego de haberme hecho a la idea de irme de Lima, de haber hecho maletas mentales (y maletas reales, parcialmente), de haber comenzado a despedirme y de estar en proceso de cambiar el chip a "italiano"... resulta que no me fui.

En el tema de visas, fronteras y nacionalidades creo que estamos yendo hacia atrás. Y no lo digo sólo porque esté resentida por el hecho de no tener visa para regresar a seguir estudiando en Roma. La mía es una indignación mucho más profunda que tiene que ver con tratos denigrantes en diversas oficinas, colas al sol, documentos "desaparecidos" y procesos ineficientes.

Es la indignación de alguien que no pertenece al primer mundo y que, por lo tanto, no puede pertenecer al mundo, a menos que tenga el visado correspondiente. Alguien que tiene que pedir permiso a una embajada si es que quiere estudiar, visitar a familiares o simplemente pasear. Alguien cuyo pasaporte no es Schengen ni tiene barras y estrellas.

Es la indignación impotente de alguien que resultó metida en un sistema que no se entiende - rígido, absurdo, primitivo, lento - pero que debe seguirse y tolerarse. Es la indignación cansada y dolida de alguien que está un poco harta de estrellarse, una y otra vez, contra la misma pared.

Es, finalmente, la indignación esperanzada de alguien que espera que esta vez sí le den la visa.
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