El lugar más lindo de Roma es el Colosseo. Y la mejor manera de llegar él es, sin duda, en metro. La línea de metro B tiene una parada, le segunda después de Termini en dirección Laurentina, que se llama así: Colosseo. Y no se necesita ser genio para darse cuenta por qué.
Sin sutilezas, al salir del metro, lo primero y casi lo único que se ve es la fachada del coliseo romano, o como se llama oficialmente, Anfiteatro Flavio. Es divertido, para quien tiene algo de tiempo libre, pararse fuera del metro a ver la cara de la gente al salir y encontrarse con esta mole. La gente que no se lo espera pone una expresión que no tiene precio.
El coliseo ocupa un lugar céntrico con respecto a la mayor parte de recorridos turísticos en Roma, de manera que, si uno se mueve en bus o en tranvía, casi siempre se pasa por uno de sus lados. Con lo que, en dos o tres días de paseo intenso por la ciudad, se puede ver la inmensa mole de ladrillo y travertino en luz de mañana, luz de tarde (la mejor), lluvia, de noche con la iluminación artificial, y cualqier otra manera.
El Colosseo es, además, un monumento fotogénico. Tiene una serie de ángulos interesantes desde donde se puede tomar la foto "típica", como la que acompaña a este blog, al menos por ahora.
Siempre, incluso cuando llueve, hay una tremenda cantidad de gente alrededor: turistas en grupos organizados, alrededor de un(a) guía; turistas independientes con una guía Lonely Planet u otra equivalente; mochileros distraídos; visitantes, sin guía, que buscan tomarse la foto con el edificio de background; romanos gordinflones disfrazados de gladiadores, con los que uno se puede tomar una foto por 5€ o más; guías turísticos sin grupo que buscan atraer clientes; vendedores, usualmente turcos, con réplicas kitsch de esculturas en mármol, postales, rollos de fotos (o su equivalente contemporáneo: memorias SD) y guías impresas en cualquier idioma imaginable...
También se pueden escuchar fragmentos de conversación en cualquier idioma imaginable, desde la charla "erudita" de algún conocedor hasta el comentario irrelevante de "tómame la foto, tómame la foto, ¿salgo bien?", pasando por una serie de anécdotas, mezcla de historia y fantasía, contadas por los guías.
El interior del Colosseo es impresionante. Deja var lo suficiente cómo para imaginar cómo pudo haber sido, pero con amplio márgen a la imaginación. Parada a la salida de uno de los vomitorium, me gusta pensar en las batallas marinas que se representaban, más que en los gladiadores y las fieras.
Desde aquí se comienza el recorrido por los Foros Imperiales, pero esa ya es otra historia. La reja entre éstos y el coliseo no permite que pertenezcan a la misma crónica.
Cuando vine a Roma con la universidad en el 2001, mi primer encuentro con el Colosseo fue usando el metro. Fue la mejor manera y creo que al salir me quedé pasmada un buen rato. Esta vez, estuve en la ciudad una semana sin haber visto nada turístico... en realidad nada más que colas y oficinas. Luego fui a Alemania 2 semanas. Al regresar a Roma, un poco por experimentar en un día de sol, tomé un bus/tranvía de la línea 3 en Via Marmorata y de pronto, a la izquierda, el Circo Massimo. Y cuando aún no me recuperaba de la impresión, el coliseo, nuevamente, como 6 años atrás, pateándome el ojo. Sigue sorprendiéndome cuando tomo la línea 3... aún no me acostumbro al hecho que esté ahí.
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