Colin Rowe solía decir que la arquitectura se consideraba a sí misma en un estado de perene crisis. Tal vez hoy el problema es distinto, podría no ser, en efecto, una crisis, sino más bien un problema que no vemos, o que, quizás, todos vemos y sentimos demasiado, y que se refiere a los medios de comunicación. Para comenzar a entender esta situación, propongo aquíseis puntos:
El punto 1 concierne la posibilidad de la arquitectura de existir en un contexto cultural dominado por los medios de comunicación. Estos últimos han invadido cada aspecto de nuestras vidas. Es difícil caminar por la calle o encontrarse en un ascensor lleno, sin ver personas que hablan por celular a voz muy alta, como si no tuviera a nadie alrededor. La gente sale de casa o de la oficina y en el lapsode pocos segundos están controlando su Blackberry.Con los iPhoneenvían y reciben sms, e-mail, noticias, llamadas por teléfono e incluso música; es como si estuvieran conectados a la computadora de manera perene. Cada vez menos pesonas logran estar en el mundo real, físico, sin el “soporte” de aquel mundo virtual. Hemos llegado al punto en el que se ha perdido la capacidad de concentrarse por largo tiempo en un tema. En parte esto sucede porque los medios de comunicación estructuran el tiempo en segmentos distintos: la capacidad de permanecer concentrado está condicionada por cuánto tiempo se puede observar cualquier cosa antes de verse interrumpido por la publicidad. En los periódicos, los artículos tienden a volverse cada ve más breves; sus versiones condensadas están disponibles en Internet; las ventas de libros están en costante decenso. Esto conlleva, hoy, a un deterioro de aquello que entendemos por “comunicación”, con una pérdida correspondiente de la capacidad de leer, o escribir frases correctas. Mientras las informaciones relevantes se multiplican, la comunicación se reduce. Ahora, si la arquitectura es un tipo de medio de comunicación, es, ciertamente, un tipo débil. Para combatir la hegemonía de los otros medios de comunicación, la arquitectura a debido recorrer a imágenes cada vez más espectaculares. Las formas generadas a través de procesos digitales se vuelven íconos construidos, privados de significado. Basta hojear cualquier revista que debería ocuparse de arquitectura, para darse cuenta que, en vez de esto, ésta trata de medios de comunicación.
Punto 2. Corolario de la predominante cultura de medios de comunicación es que poco a poco el observador se ha vuelto cada vez más pasivo. En tal estado de pasividad la gente pide más imágenes, más informaciones visuales y orales. En estado de pasividad, las personas piden cosas fáciles de “consumir”. Cuanto más pasivo se vuelve el público, tanto más medios le dan la oportunidad ilusoria de elegir: “Voten por esto, voten por la noticia que quieren escuchar, voten por la cancioncita que prefieren, voten por el mensaje publicitario que quieren ver”. La posibilidad de votar hace posible una aparente particupación activa. Esta charade ingeniosa no es nada más que una forma adicional de “sedación”, porque el acto de votar es, en realidad, irrelevante; es solo es producto de una cultura hiper-mediatizada; regresa al intento de hacer creer a la gente que está participando, quando, en realidad, se está acentuando su pasividad. Incluso los estudiantes se han vuelto más pasivos que en el pasado. No es una acusación, sino un hecho. Animarlos a acutar o a protestar a favor o en contra de cualquier cosa es hoy casi imposible. Además, son expertos en dar excusas. Las generaciones que recuerdan el 1968 se dan cuenta de cómo ese tipo de protestas estudiantiles hoy serían imposibles. En el curso de los últimos siete años, en Estados Unidos, hemos tenido uno de los gobiernos más problempaticos, probablemente, el más problemático desde los tiempos del presidente Millard Fillmore, que es elegido a mitad del siglo XIX. Nuestra reputación en Europa, el dólar, la economía y el espíritu de nuestra gente se han debilitado. En tal estado de apatíca, las personas tienen la sensación de poder hacer poco para determinar un cambio. No obstante la querra en Irak está drenando nuestros recursos económicos, aún existe la posibilidad que el partido político responsable de las condiciones actuales sea reconfirmado a la cabeza de Estados Unidos. ¿Tendrá esto consecuencias en la arquitectura?
Punto 3. El problema de la pasividad se refiere también a la arquitectura, que hoy se confía de una de las manifestaciones más insidiosas de esta pasividad: la computadora. Hace un tiempo los arquitectos dibujaban volúmenes, claroscuros y sombras para elegir una perspectiva. Al aprender la técnica del dibujo, se comenzaba a entender no sólo en qué cosa consistía el estilo de Palladio o el de Le Corbusier. Era importante entender tales diferencias porque éstan son vehículos de ideas. Entonces se aprendía a hacer una planta. Ahora, en lugar de esto, con la computadora no es necesario dibujar. Moviéndose con el mouse de un punto a otro, se pueden cambiar los colores, materiales y luces. Photoshop es un instrumento fantástico para personas que no deben pensar. El problema es el siguiente. “Y entonces” me preguntan mis estudiantes, “¿porqué dibujar a Palladio? ¿Cómo me ayudará a encontrar trabajo?”. Que implica: “si no me ayudará a encontrar trabajo, no lo quiero hacer”. En este sentido, la arquitectura no tiene relevancia. En una sociedad libera-capitalista, lo que cuenta es encontrar trabajo y muchos estudiantes van a la escuela precisamente por esta razón. Y sin embargo la instrucción no ayuda a encontrar un trabajo: en realidad, basta saber usar bien Photoshop para volverse apetecible para una oficina y para poder trabajar de la mejor manera. Si pido a los estudiantes de producir un esquema – un diagrama o una planta que nos de una idea del edificio – no lo saben hacer. Están tan habituados a unir puntos en una computadora que no saben realizar una planta o un diagrama que de una idea de un edificio. Esto inciderá ciertamente en su futuro, y en el futuro de la profesión del arquitecto.
Continúa
El punto 1 concierne la posibilidad de la arquitectura de existir en un contexto cultural dominado por los medios de comunicación. Estos últimos han invadido cada aspecto de nuestras vidas. Es difícil caminar por la calle o encontrarse en un ascensor lleno, sin ver personas que hablan por celular a voz muy alta, como si no tuviera a nadie alrededor. La gente sale de casa o de la oficina y en el lapsode pocos segundos están controlando su Blackberry.Con los iPhoneenvían y reciben sms, e-mail, noticias, llamadas por teléfono e incluso música; es como si estuvieran conectados a la computadora de manera perene. Cada vez menos pesonas logran estar en el mundo real, físico, sin el “soporte” de aquel mundo virtual. Hemos llegado al punto en el que se ha perdido la capacidad de concentrarse por largo tiempo en un tema. En parte esto sucede porque los medios de comunicación estructuran el tiempo en segmentos distintos: la capacidad de permanecer concentrado está condicionada por cuánto tiempo se puede observar cualquier cosa antes de verse interrumpido por la publicidad. En los periódicos, los artículos tienden a volverse cada ve más breves; sus versiones condensadas están disponibles en Internet; las ventas de libros están en costante decenso. Esto conlleva, hoy, a un deterioro de aquello que entendemos por “comunicación”, con una pérdida correspondiente de la capacidad de leer, o escribir frases correctas. Mientras las informaciones relevantes se multiplican, la comunicación se reduce. Ahora, si la arquitectura es un tipo de medio de comunicación, es, ciertamente, un tipo débil. Para combatir la hegemonía de los otros medios de comunicación, la arquitectura a debido recorrer a imágenes cada vez más espectaculares. Las formas generadas a través de procesos digitales se vuelven íconos construidos, privados de significado. Basta hojear cualquier revista que debería ocuparse de arquitectura, para darse cuenta que, en vez de esto, ésta trata de medios de comunicación.
Punto 2. Corolario de la predominante cultura de medios de comunicación es que poco a poco el observador se ha vuelto cada vez más pasivo. En tal estado de pasividad la gente pide más imágenes, más informaciones visuales y orales. En estado de pasividad, las personas piden cosas fáciles de “consumir”. Cuanto más pasivo se vuelve el público, tanto más medios le dan la oportunidad ilusoria de elegir: “Voten por esto, voten por la noticia que quieren escuchar, voten por la cancioncita que prefieren, voten por el mensaje publicitario que quieren ver”. La posibilidad de votar hace posible una aparente particupación activa. Esta charade ingeniosa no es nada más que una forma adicional de “sedación”, porque el acto de votar es, en realidad, irrelevante; es solo es producto de una cultura hiper-mediatizada; regresa al intento de hacer creer a la gente que está participando, quando, en realidad, se está acentuando su pasividad. Incluso los estudiantes se han vuelto más pasivos que en el pasado. No es una acusación, sino un hecho. Animarlos a acutar o a protestar a favor o en contra de cualquier cosa es hoy casi imposible. Además, son expertos en dar excusas. Las generaciones que recuerdan el 1968 se dan cuenta de cómo ese tipo de protestas estudiantiles hoy serían imposibles. En el curso de los últimos siete años, en Estados Unidos, hemos tenido uno de los gobiernos más problempaticos, probablemente, el más problemático desde los tiempos del presidente Millard Fillmore, que es elegido a mitad del siglo XIX. Nuestra reputación en Europa, el dólar, la economía y el espíritu de nuestra gente se han debilitado. En tal estado de apatíca, las personas tienen la sensación de poder hacer poco para determinar un cambio. No obstante la querra en Irak está drenando nuestros recursos económicos, aún existe la posibilidad que el partido político responsable de las condiciones actuales sea reconfirmado a la cabeza de Estados Unidos. ¿Tendrá esto consecuencias en la arquitectura?
Punto 3. El problema de la pasividad se refiere también a la arquitectura, que hoy se confía de una de las manifestaciones más insidiosas de esta pasividad: la computadora. Hace un tiempo los arquitectos dibujaban volúmenes, claroscuros y sombras para elegir una perspectiva. Al aprender la técnica del dibujo, se comenzaba a entender no sólo en qué cosa consistía el estilo de Palladio o el de Le Corbusier. Era importante entender tales diferencias porque éstan son vehículos de ideas. Entonces se aprendía a hacer una planta. Ahora, en lugar de esto, con la computadora no es necesario dibujar. Moviéndose con el mouse de un punto a otro, se pueden cambiar los colores, materiales y luces. Photoshop es un instrumento fantástico para personas que no deben pensar. El problema es el siguiente. “Y entonces” me preguntan mis estudiantes, “¿porqué dibujar a Palladio? ¿Cómo me ayudará a encontrar trabajo?”. Que implica: “si no me ayudará a encontrar trabajo, no lo quiero hacer”. En este sentido, la arquitectura no tiene relevancia. En una sociedad libera-capitalista, lo que cuenta es encontrar trabajo y muchos estudiantes van a la escuela precisamente por esta razón. Y sin embargo la instrucción no ayuda a encontrar un trabajo: en realidad, basta saber usar bien Photoshop para volverse apetecible para una oficina y para poder trabajar de la mejor manera. Si pido a los estudiantes de producir un esquema – un diagrama o una planta que nos de una idea del edificio – no lo saben hacer. Están tan habituados a unir puntos en una computadora que no saben realizar una planta o un diagrama que de una idea de un edificio. Esto inciderá ciertamente en su futuro, y en el futuro de la profesión del arquitecto.
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Peter Eisenman: "Seis puntos"
En: Casabella N° 769, Setiembre 2008. pp 3-5.
En: Casabella N° 769, Setiembre 2008. pp 3-5.
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