El lugar más lindo de Roma, por mucho que me cueste admitirlo, es el Parco della Caffarella.
A diferencia de Villa Pamphilli, donde uno de vez en cuando pierde la noción de estar en medio de la ciudad... en el Parco della Caffarela es de lo más común no sólo olvidar que uno está en la ciudad, sino olvidar dónde está la salida, dónde la entrada y que las distancias son enormes... enormes del verbo enorme.
La primera vez que fui, fue con ocasión de un pic-nic (tipo los del oso Yogi) y nos quedamos a 300 metros de la puerta.
La segunda y tercera vez ha sido con motivo del seminario de paisajismo: estamos haciendo proyectos de intervención en el Ninfeo di Egeria.
El primer problema fue dar con una entrada al parque, que a pesar de tener kilómetros y kilómetros de perímetro, no es que tenga muchas puertas. El segundo, orientarme en el interior, donde casi no hay señales y las pocas que se encuentran son un poco contradictorias.
El tercer problema, fue salir, sobre todo porque tengo la terrible manía de creer que conozco atajos, incluso en sitios donde nunca he estado. Finalmente, un cuarto problema, una vez fuera del parque, encontrar la calle correcta que me lleve a algún lugar civilizado.
Fallé en todas, sistemáticamente. No sé qué me ocurre, pero pasar por el Parco della Caffarella, para mí, es como cuando en las series de ciencia ficción la nave se acerca a algún misterioso campo magnético y todos los sensores se vuelven locos. Mi sentido de orientación, simplemente, desaparece. Ésta fue la ruta que hice, a pie, la segunda vez que fui... cuando tuve que encontrar el dichoso ninfeo por primera vez.
La ruta que hice hoy, aún más humillante porque fue en espiral, no la pretendo dibujar en Google earth... una tiene su orgullo (mermado, mutilado y despostillado en este momento).
No estoy en alguna fase masoquista que me haga decir que éste es el lugar más lindo de Roma. El parque es, en realidad, fantástico. A pocos cientos de metros de la entrada, hay granjas, con cabras, ovejas, gallinas y demás animalitos, hay campos de cultivo, tractores y riachuelos, hay árboles, arbustos y prados. En suma, uno puede creerse eso de que salió de la ciudad... todo al medio de Roma.
Es menos "civilizado" que Villa Pamphili, los caminos son de tierra. Es mucho más antigua además... mientras uno pasea distraidamente (o busca la salida con desesperación), puede aparecerse una torre romana, una casa antigua o, por qué no, un ninfeo.
Sigo diciendo que los romanos tuvieron muchísimo sentido común al dejar estas enormes superficies sin urbanizar.
Algunas fotitos.
A diferencia de Villa Pamphilli, donde uno de vez en cuando pierde la noción de estar en medio de la ciudad... en el Parco della Caffarela es de lo más común no sólo olvidar que uno está en la ciudad, sino olvidar dónde está la salida, dónde la entrada y que las distancias son enormes... enormes del verbo enorme.
La primera vez que fui, fue con ocasión de un pic-nic (tipo los del oso Yogi) y nos quedamos a 300 metros de la puerta.
La segunda y tercera vez ha sido con motivo del seminario de paisajismo: estamos haciendo proyectos de intervención en el Ninfeo di Egeria.
El primer problema fue dar con una entrada al parque, que a pesar de tener kilómetros y kilómetros de perímetro, no es que tenga muchas puertas. El segundo, orientarme en el interior, donde casi no hay señales y las pocas que se encuentran son un poco contradictorias.
El tercer problema, fue salir, sobre todo porque tengo la terrible manía de creer que conozco atajos, incluso en sitios donde nunca he estado. Finalmente, un cuarto problema, una vez fuera del parque, encontrar la calle correcta que me lleve a algún lugar civilizado.
Fallé en todas, sistemáticamente. No sé qué me ocurre, pero pasar por el Parco della Caffarella, para mí, es como cuando en las series de ciencia ficción la nave se acerca a algún misterioso campo magnético y todos los sensores se vuelven locos. Mi sentido de orientación, simplemente, desaparece. Ésta fue la ruta que hice, a pie, la segunda vez que fui... cuando tuve que encontrar el dichoso ninfeo por primera vez.
La ruta que hice hoy, aún más humillante porque fue en espiral, no la pretendo dibujar en Google earth... una tiene su orgullo (mermado, mutilado y despostillado en este momento).
No estoy en alguna fase masoquista que me haga decir que éste es el lugar más lindo de Roma. El parque es, en realidad, fantástico. A pocos cientos de metros de la entrada, hay granjas, con cabras, ovejas, gallinas y demás animalitos, hay campos de cultivo, tractores y riachuelos, hay árboles, arbustos y prados. En suma, uno puede creerse eso de que salió de la ciudad... todo al medio de Roma.
Es menos "civilizado" que Villa Pamphili, los caminos son de tierra. Es mucho más antigua además... mientras uno pasea distraidamente (o busca la salida con desesperación), puede aparecerse una torre romana, una casa antigua o, por qué no, un ninfeo.
Sigo diciendo que los romanos tuvieron muchísimo sentido común al dejar estas enormes superficies sin urbanizar.
Algunas fotitos.
Se ve fantástico, tal cual, como si fuera una realidad virtual o una ficción, ¡dentro de una ciudad!
ResponderBorrarMás aún si no es tan fácil entrar y salir de ahí y orientarse dentro del parque. Parece "Alicia en el país de las maravillas"
jajjajaja ...te entiendo con eso de la desorientación...pero a mi no me pasa solo en un parque ENORME Y CONTRADICTORIO como este sino en todos lados. Mi súper sentido de la orientación dice que debo girar a la derecha y aún le sigo haciendo caso y plafffffffff era la izquierda .....jjjajaja ...no se puede ser perfecto jijijij...
ResponderBorrarUn beso.
Caro del Castillo
Yo quiero ir!!!!!!
ResponderBorrar"Prendes" o sea, tomas la metro A, te bajas en Colli Albani y preguntas. Es bien cerca. Lleva mapa, paraguas, alimentos y celular, nunca se sabe cuantos dias puedes perderte : )
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