sábado, 2 de febrero de 2008

Vivir en Roma: Manual de sobrevivencia (I)

Y que me perdonen la redundancia en el título.

Esta entrada debe leerse con "Muchacho provinciano", éxito de Chacalón, como música de fondo.

Roma es la ciudad eterna, la ciudad de las 7 colinas, caput mundi (cabeza del mundo), limen apostolorum (umbral de los apóstoles) y la capital de Italia. De cariño - o más bien producto del síndrome de Estocolmo - yo la llamo la capital del caos.

Cuando llegué, lo hice pisando fuerte, y no sólo porque me sentía incurablemente optimista y segura de mi misma, sino porque venía con más de 60 kilos de equipaje colgando de cada una de mis extremidades. Pisaba super fuerte.

Mi primera experiencia romana tiene que ver con un individuo al cual llamaré Chepén. La muchacha que pesaba bastante más de 100 kilos (yo) se dirige, arrastrando sus agotados huesos, al último de una fila de decenas de taxis. El individuo en cuestión le dice que se dirija al primer taxi de la fila, un par de cientos de metros más adelante. El primero dice que ya no es su turno y que no la va a llevar. Y el siguiente anuncia que no conoce la dirección, y el siguiente se burla de la muchacha de más de 100 kilos, porque tenía puesta una casaca de invierno y hacía más de 25 °C. Y el siguiente se hace el sordo.

Entonces apareció Chepén, que es un hombrecillo bajito y macizo, con una carretilla para llevar cajas, que incidentalmente estaba en la puerta de la estación. Me ofreció llevarme a mi hotel por 20€. Ahora sé que fue un robo, pero en ese momento, temiendo robos más serios que involucrarían mis más de 100 kilos y/o mi integridad física, acepté.

Chepén cargó mis maletas a la carretilla y caminamos a mi hotel que quedaba suficientemente cerca de la estación como para hacerlo de a dos y con carretilla, pero no como para que yo intente sola. En el camino yo iba pensando en las posibilidades que incluían que, en cualquier esquina podría aparecer la banda de Chepén y llevarse mis cosas, y otras alegres fantasías. Felizmente llegamos, pagué y recibí, adicional por mi compra, un par de besos, uno en cada cachete. Mi primer par de besos romanos, de parte de Chepén, que me dijo que me iba a ir muy bien.

Luego de esto, alea iacta est. Debí haberme dado cuenta.

Primeras sugerencias, entonces:

- No pretender nada de los taxistas, ni siquiera que hagan lo que se supone que deben hacer: llevar gente de un lugar a otro.
- Confiar en la suerte y en la bondad de los desconocidos, pero sólo como última opción.
- Aprender que los romanos dan dos besos y se empieza por el lado derecho (en Lima, no sé si se han fijado, solemos darlo por el lado izquierdo)

Nunca he vuelto a ver a Chepén en mis idas a Termini. No me decido si fue un producto de mi imaginación o un Apu protector que me traje del Perú.

1 comentario:

  1. jajajja ...no había leído esto ...está muy chevere la historia de Chepen...jejejj... no sigo escribiendo porque en poquitas horas me tengo que levantar para ir a currar..

    Beso
    Caro

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