Una de las mejores cosas de vivir en Europa, en general, es la cercanía a todos lados. Con sólo un par de horas, 20€ y un Ryanair se puede llegar casi a cualquier ciudad importante de Europa. El jueves pasado me fui en una de esas combis con alas a Barcelona.
Lo mejor del viaje, de lejos, ha sido la gente con la que me he encontrado. En BCN hay una colonia importante de peruanos, algunos de mis mejores amigos viven, trabajan, estudian, se juerguean allí. Ha sido lo máximo volver a ver a Carolina, Eduardo, Lorena y Rubén, Silvia y Gonzalo, hablar en buen perucho y comer arroz con pollo sin pollo. Pues que nos hemos liao con los sobres Provenzal y la olla arrocera.
Por otro lado, hostia, BCN es una ciudad con caracter. Ya sea que uno se pasee por l'eixample, las ramblas o la ronda del litoral, uno siente que está en Barcelona, tiene un "sabor" único. No conozco ningún otro lugar donde se junte con tanta frescura y naturalidad arquitectura contemporánea, modernista, medieval, barroca y tal. Los arquitectos de Barcelona pasan de los convencionalismos y, con un cierto respeto, hacen lo que les parece. Al pasear por las calles uno puede sentir que está en un pueblo, al llegar a las avenidas, uno está en una metrópolis.
A una distancia caminable (45 minutos caminando, pero caminable) de la casa donde vive Lorena, está la "Casa del Libro"... y cerquita, en Plaza Cataluña, "fnac". Me cago en la leche ¿qué más se puede pedir?
Me he dado el gusto de traerme 6 kilos de libros en castellano (no todos son para mí), he cheleado todos los días, hemos paseado por los Gaudís más importantes, me he divertdo tomando fotos chistosas y me he podido poner al día con las idas y venidas de mis queridos peruchos, con quienes me la he montado estupendo.
Y ahora, coño, con las energías renovadas, de vuelta a la tierra de la incertidumbre. ¿Vale?
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