jueves, 27 de noviembre de 2008

El lugar más lindo de Roma (Novena parte)

El lugar más lindo de Roma es el departamento 16 en vía Antonio Toscani, 49.

Es uno de los departamentos más grandes que he visto en esta parte del mundo; lógico, debe albergar a mis fantásticos coinquilinos, Giulio y Jacopo (de 6 y 8 años) y a su encantadora madre. Y a mí.

La primera vez que oí (más precisamente, leí) sobre este lugar, yo estaba en Lima y el mail de Rosalba era la respuesta a mis plegarias. Necesitaba mudarme y necesitaba hacerlo ya. Es así que, de regreso en Roma, vine a conocerlo(s).

El departamento no sólo es grande, es confuso. Tiene un balcón hacia la calle desde donde se ve la avenida y un puñado de ventanas que miran hacia patios interiores; un corredor en forma de L y suficientes baños como para mantener contento a Le Corbusier.

Lo mejor, de lejos, es la cocina. Está al centro del departamento y es el centro del departamento. Las conversaciones importantes, las triviales, las discusiones, los juegos de los chicos, las llamadas telefónicas, las sesiones de autoayuda y sobre todo, los raptus culinarios ocurren en este maravilloso espacio.

Mi cuarto está precisamente al frente, así es que, quiera o no, estoy siempre en el meollo de las cosas. Y sí que quiero.

La primera vez que vi mi cuarto, con sus 6m2 que parecían 3, debo decir que me asusté. Venía de un cuarto inmenso con vista al jardín, y lo que tenía delante era un espacio pequeñito que se veía mucho más pequeñito porque estaba okupado por un armario enorme y bastante feo (scussi, Ro, pero es cierto) y con una ventana que mira a un pozo de luz, desde donde "no le daba el sol ni le daba la luna" (como dice la canción).

Luego del desalojo del armario, que fue reemplazado por un mueble de Ikea, de cartón forrado en fórmica, para que parezca madera (porque dudo mucho que sea madera de verdad), y de colocar de alguna manera mi cama, mi mesa, y mis millones de cachivaches, el resultado me gusta mucho.

Vivir en Toscani 49 es no dormir más allá de las 8 am., comer castañas, ver dibujos animados en italiano, entender que la cocina es un arte, descubrir que soy de izquierda, recibir besos de buenas noches, hacer pisco sour y tolerar que existen Dragon Ball y los Gormiti. Es aprender mucho y constantemente.

Siempre pensé que el "conócete a ti mismo" tenía como escenario un desierto en el que, en soledad, se podía iniciar la introspección. Acá he descubierto que el conocerse es mucho más divertido cuando, al mismo tiempo, estás conociendo a otros y compartiendo con ellos.

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