miércoles, 3 de junio de 2009

Tazas, recetas de cocina y dibujos animados

Hago un paréntesis en las crónicas de Turquía, para escribir esto, que desde hace un rato empuja por salir de las yemas de mis dedos.

La última vez que escribí sobre el lugar más lindo de Roma, escribí sobre el sitio donde vivo. Es curioso como después de eso, no volví a tocar el tema. Como si el departamento 16, de Antonio Toscani 49 cerrara un proceso de búsqueda, como si fuera la conclusión de un largo camino.

Luego de rebotar entre un lugar y otro, terminé encontrando mi lugar en Roma. Y es éste. Y luego parece que no tuve la necesidad de seguir buscando; es mi lugar más lindo de Roma.

Mi vida acá está llena de pequeñas rutinas: las muchas tazas de té o café al día, los besos de buenas noches, las conversas infinitas con Rosalba mientras ella cocina, compartir adicciones y chocolate bitter, mis dedos prácticamente pegados al teclado de la comp, repetir diálogos de dibujos animados en italiano (il finale é insoddisfacente - io una volta ho vomitato), dar de vez en cuando alguna llamada de atención a gritos, pensar en los países más extraños del mundo y tratar de responder por qué el ser humano está en el mundo.

Pertenecer.

Cualquiera que ha pasado por la experiencia de emigrar lo sabe. El lugar en el que uno se asienta, aunque sea brevemente, las pequeñas rutinas que uno adopta desde el primer día, la gente que uno conoce, los lugares familiares, todo esto es fundamental en el proceso de formar parte, de apropiarse de un lugar, de conquistar.

Pero hay un "algo", un clic - un plato de pasta caliente, un abrazo, un poco de leche - que hace que una se de cuenta que no sólo ha conquistado el lugar. El lugar la ha conquistado a una.

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