Es toda una ocasión cuando, finalmente, un día deciden abrir el patio del Palacio de Gobierno. Me atrevo a decir que de la gran cantidad de personas que asistió a esa feria del libro, organizada en stands ordenados en el espacio entre la fachada principal y la reja perimétrica, un gran porcentaje no tenía mayor interés en la lectura.
Era el edificio.
Tantas veces visto, siempre de lejos, siempre con una reja de por medio, siempre prohibido.
Ahora se pudo entrar... y resistir a la tentación de inmortalizar el momento, era difícil.
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