martes, 19 de julio de 2016

Mitos de la crítica (de arquitectura) IV


Para el cuarto mito, nuevamente usamos un comentario que tiene más de una idea.

La primera es evidente... e incorrecta. Es tal vez el mito más generalizado sobre la crítica: que esta es negativa. Es decir, que criticar es sinónimo de maletear, hablar mal de algo o alguien, buscar las faltas, denigrar, disminuir y un largo etcétera de sinónimos.

O si no pregunten a cualquier alumno de primer ciclo de arquitectura, cuando le cuenta a su madre que le "criticaron la maqueta". "¡¿Que te hicieron quééé?! ¡¿Y ese qué se cree para venir a criticar a MI hijito/a?!"

Seamos honestos. Muchas veces la crítica es así: centrada en los aspectos negativos, casi regodeándose en ellos, y dando la impresión final que no queda nada positivo por decir. Esto es especialmente dañino cuando hablamos de críticas de taller, cuando a un alumno le es tan necesario escuchar las cosas malas como las cosas buenas de su proyecto. 

Pero luego de algunas semanas aprendemos rápidamente que la crítica no debe ser sólo negativa y que, aún si la es, esta apunta a mejorar el proyecto. O sea que aún si se centra en los aspectos menos rescatables de este, al final todo redundará en mejoras. ¿Por qué al salir olvidamos esto con tanta facilidad? ¿Por qué nos volvemos picones y reaccionamos de mala manera cuando una crítica es negativa? Y los que critican, ¿por qué sólo mencionar esto y rara vez enfatizar en los aspectos positivos? Tal vez porque nos gusta el morbo, el chisme y el raje; tal vez porque nos sentimos interesantes, más capaces (¿superiores?) al señalar los puntos flacos de un proyecto; tal vez porque somos antipáticos.

La segunda idea es y no es un mito. Si te maleteo no me vas a auspiciar. Los únicos que tienen algo que perder de la crítica arquitectónica son aquellos que lucran con el producto criticado: proveedores, vendedores de revistas y, eventualmente, el arquitecto, si es que la crítica es especialmente mezquina y se centra no en el objeto - como debería ser - sino en la persona. Entonces, sí, es una suerte de chantaje del que ya se ha hablado en un reciente video de Marco Aurelio Denegri. 

Hay una segunda dimensión en este chantaje. "No voy a criticar a Fulano porque es mi pata y luego se resiente conmigo". "No voy a hablar mal de la obra de Mengano, porque es si en el futuro quiero trabajar para él, no voy a poder". Esto también es cierto. Personalmente hay opiniones que he preferido no dar por este temor: porque Fulano realmente me cae bien y prefiero mantener la cordialidad y porque tengo miedo que Perencejo me raye la pintura del carro si publico algo en contra de su más reciente obra. Más de una vez he leído que el oficio de crítico es solitario, y que éste está condenado a ir perdiendo uno a uno a sus amigos. 

Tal vez eso sea lo responsable: abstenerse de criticar si hay algún conflicto de intereses, con el fin de que la crítica sea, en la medida de lo posible, sobre el objeto y nada más que sobre el objeto. O, dicho de otro modo:
"Una crítica ilustrada, justa e imparcial no es algo frecuente ni común. Supone, al menos, ejercitar el conocimiento, el gusto y el coraje: y esto no se encuentra reunido frecuentemente."
Alexandre-Balthazar Grimod de La Reynière (1797) Le Censeur dramatique ou Journal des principaux théâtres de Paris

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