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sábado, 9 de marzo de 2024

¡Gracias!

 El 07 de marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer, fui reconocida como Mujer Arquitecta 2024, en la categoría Arquitecta Académica, por el Colegio de Arquitectos del Perú.

Me animo a compartir mi breve intervención ese día:

Muchas gracias.

Estoy muy emocionada de estar aquí por muchísimas razones. 

Cuando me enteré de que tenía este reconocimiento pensé hay dos cosas que se están reconociendo acá: una tiene que ver con el rol de la mujer en la arquitectura. Yo creo que Gabriela lo ha resumido no solamente con datos, sino con esa maravillosa cita de Adolfo (Córdova). ¡Cómo extrañamos a Adolfo! Nos hace falta. 

Yo creo que, además, que hablar de academia en arquitectura es una maravillosa novedad. No porque los académicos no existiéramos, sino porque éramos los “no arquitectos del todo”. Y eso a mí siempre me molestó, desde chiquita. Creo que la gestión actual, la gestión anterior, se han preocupado por darle a la academia un lugar, darle a la investigación un lugar, darle a la docencia un lugar, porque finalmente, creo que vale decirlo, es en la academia, es en la docencia, es en las aulas donde se gesta la arquitectura. Por eso me parece especialmente emocionante representar esta categoría.

Y como vengo de ahí, tengo que dar fechas y un poco de historia. Gunta Stölzl era una joven arquitecta y diseñadora alemana. Nació en 1897. Fue una de las pocas mujeres en estudiar en la escuela de la Bauhaus. Se graduó en 1919 y se dignaron a contratarla como maestra en 1927. Una de las primeras mujeres que enseñó en una escuela de arquitectura. Enseñaba el taller de textiles – no podían alejarla mucho de las telas, ¿no? – pero digamos, era una maestra. Si googlean a Gunta Stölzl van a ver que la foto que tiene Wikipedia es una foto de su carnet de estudiante, en donde está su foto y dice “estudiante” y con lapicero ella tacha “estudiante” y pone “maestr0a”. 

Yo siempre me imagino a Gunta Stolzl cogiendo su papel el día que la contratan, que seguro tuvo que esperar cinco años o algo así, cogiendo su pluma y *tachando* “ahora soy Maestra”. Creo que esa es una imagen super poderosa y no es una imagen sencilla si es que sabemos de las historias que están detrás. 

Cuando yo estudié, muchísimos años después, por si acaso, entre el 99 y
el 2004, solo tuve una profesora mujer en talleres de diseño. De veinte profesores de talleres de diseño sólo una era mujer, en pleno siglo XXI: Elsa Mazzarri por supuesto, un gran referente de mujer arquitecta peruana. 

Sin embargo, yo creo que yo he sido sumamente afortunada: he tenido grandes referentes en mi vida y grandes referentes en mi carrera. Mi madre, mis abuelas, las amigas, las tías, las colegas. Soy afortunada y soy privilegiada. Yo creo que las que estamos aquí – y me atrevo a hablar un poquito por todas mis colegas – tenemos que ser conscientes del privilegio que implica haber llegado a donde hemos llegado porque no todas las mujeres son así de afortunadas. Y en ese sentido, también, ser conscientes de la responsabilidad que tenemos de estar en una plataforma que nos permite ser referentes. Y qué importante es eso. Porque por ahí hay una cachimba, por ahí hay una niña en el colegio queriendo ser arquitecta, una joven profesional que quiere ser desarrolladora inmobiliaria, que entra a una reunión en donde hay 10 hombres y es la única mujer, y tiene que tener una imagen mental que le diga “tú puedes. Coge tu lapicero, tacha, y di que eres maestra. Y date tu lugar.” 

¡Gracias! 

lunes, 16 de enero de 2023

¿ChatGPT nos va a quitar la chamba?

ChatGPT nos va a quitar la chamba... a menos que nosotros mismos la cambiemos.

ChatGPT es un sistema de chat basado en el modelo de lenguaje por Inteligencia Artificial GPT-3. Fue lanzado en noviembre de 2022. Sí, hace solo 2 meses. Y ya ha logrado poner nerviosos a muchos académicos, profesores e investigadores.

¿Qué hace exactamente? Está entrenado para conversar, tomando argumentos, ideas o respuestas de la Web. Hasta ahí, bastante inofensivo. Pero, con las preguntas adecuadas, ChatGPT puede redactar textos complejos, producir ensayos, cruzar información, traducir... en suma, hacerle la tarea a alguien.

¿Dónde nos deja eso a nosotros, profes universitarios? ¿Nos tendremos que volver una mezcla de policía y TurnItIn? ¿Haremos constante monitoreo a los estudiantes para comprobar que no lo usen?

Evidentemente, no.

Nos toca, una vez más, renovarnos. ChatGPT ha llegado para quedarse y a menos que nos pongamos las pilas, lo leeremos cada vez en los trabajos que nos entreguen los estudiantes.

Pero, ¿por qué no lo convertimos en un aliado?

¿Qué tal si, en lugar de proihibirlo, lo enseñamos en clases? ¿Y si los profes y los estudiantes lo exploramos juntos? ¿Si lo hacemos nuestro aliado, un nuevo colaborador, un asistente de cátedra?

¿Cómo exactamente? Aún no lo sé, pero será interesante explorarlo con mis estudiantes.



viernes, 13 de enero de 2023

Mentirle al profe

Esta primera semana de clases he pedido a mis estudiantes de 8° y 9° ciclo, que están en diferentes estapas del desarrollo de sus tesis, que me cuenten qué han hecho y qué les falta. Les pedí que fueran lo más honestos posible: el ciclo recién empieza y yo quiero ayudarlos.

He escuchado tres cosas que me llamaron la atención. 

La primera, una estudiante que me dijo que el ciclo anterior se sintió forzada a cambiar de tema de tesis "porque al profe no le gustaba el otro y no voy a contradecirlo".

La segunda, un estudiante que admitió haberse inventado datos porque si no lo hacía "me iban a decir que mi trabajo estaba incompleto".

La tercera, un estudiante que, al pedirle que investigue tesis pasadas, solo copió los abstracts de las mismas (estoy segura que ni siquiera abrió los archivos) y presentó eso. Tarea cumplida.

Aunque los tres ejemplos son bastante distintos, tienen algo en común: el profe no se percibe como un aliado. A veces, incluso, se percibe como un enemigo.

¿Cómo llegamos a esto?

En el primer caso, se trata de una idea anticuada del rol del profe. El profe dice, el estudiante hace. En algunas estructuras puede que esto aun tenga vigencia, pero en procesos tan personales como la elección del tema de tesis, esta verticalidad en la docencia nos lleva a estudiantes desmotivados con sus investigaciones y a la sensación de que hacer la tesis es una tarea más.

En el segundo caso, con el que es fácil identificarse, tenemos dos problemas. El primero, el que muchas veces las entregas no son otra cosa que un listado de requisitos con los que se tiene que cumplir. Consecuencia de esto, los profesores tenemos que revisar documentos que tienen cientos de páginas de extensión (resultado de esos requisitos) y no nos damos abasto para hacerlo... ¿pero es que alguna vez hemos cuestionado esos requisitos? El segundo problema es que el ambiente en la clase no ha permitido una conversación sincera en la que el estudiante plantee su problema (no tengo este dato) y el profesor proponga soluciones que vayan más allá de "tienes que conseguirlo o te jalo". No hay confianza, y esto afecta el desempeño.

El tercer caso es aún más común. El estudiante que hace la tarea "así no más", el mínimo indispensable para cumplir con lo que la profe dijo. Esto es, posiblemente, el resultado de 15 años de educación en los que las tareas se plantearon como una carga externa, algo completamente alejado de la vida del estudiante, que impide hacer las cosas que uno quiere. En muchos casos, no lo voy a negar, es así. Pero esta es la tesis, y la "tarea" fue diseñada para que ayude a los tesistas a encontrar la información que necesitaban. "¿De qué te ha servido hacer esto?" tuve ganas de preguntarle. A mí no me hace feliz; para él fue una pérdida de tiempo.

¿Cómo es que los profesores podemos convertirnos en aliados de nuestros estudiantes? ¿Cómo es que esos contenidos que tenemos que cumplir, expresados en los sílabos y en los planes de trabajo, pueden plantearse como parte de la vida, como herramientas, como conocimiento disfrutable? 

Es necesario que salgamos de la instrumentalización y de los roles estáticos en los que el profe manda y el alumno obedece, el profe pide y el alumno consigue, el profe indica y el alumno hace. Enseñar no es un checklist. Las tareas que proponemos y, sobre todo, la relación que apuntamos a crear con nuestros estudiantes tampoco debe serlo.

viernes, 4 de febrero de 2022

Debemos dejar de (enseñar a) construir

Hay una constante en gran parte de los proyectos que se desarrollan en los talleres de diseño.

Los estudiantes reciben un lugar, un terreno vacío (vacío en la realidad, o en la imaginación del taller). Y reciben, al mismo tiempo, el encargo de ocupar ese terreno. De construir en él. 

La ciudad imaginaria de la enseñanza de la arquitectura se puebla de obra nueva. Construcciones más o menos creativas, más o menos creables, presentadas en pliegos de papel, representadas en 3D y construidas con cartón.

Si fueran a hacerse realidad estaríamos hablando de miles de toneladas de materiales constructivos. Muy probablemente cemento. Tal vez ladrillo. En algunos casos puntuales madera o adobe. 

Al ser formados con estas premisas, naturalmente, los arquitectos entramos a nuestra vida laboral convencidos que esta es la ruta: debemos construir. Para eso nos formaron, y pocas cosas son más emocionantes en la vida de un joven profesional que recibir un primer proyecto. Que ver construidas, en carne y hueso (brick and mortar) ideas que algún momento fueron producidas por su imaginación.

Creo que estamos equivocados.

En favor a la construcción de obra nueva se podría argumentar el déficit de vivienda y de infraestructura. Según una publicación del Congreso en 2021, "Actualmente en el Perú existe un déficit habitacional de un millón 100 mil viviendas y más de mil 300 ciudades del país no cuentan con un plan de desarrollo urbano". La falta de adecuada infraestructura urbana, hospitalaria y educativa es, del mismo modo, evidente.

Sin embargo, el énfasis en la construcción de obra nueva nos impide ver dos realidades en simultáneo.

Por un lado, la existencia de edificios ya construidos que por razones legales, económicas o administrativas han quedado desocupados. Con intervenciones puntuales, estos cadáveres urbanos podrían tener una vida útil que, ciertamente, no solucionará el déficit, pero si contribuiría a disminuirlo.

Las intervenciones puntuales sobre lo ya construido, muchas veces de bajos recursos, han demostrado tener impacto positivo, tanto a escala barrial como al interior de los edificios. Significan ahorro. Inyectan vitalidad a zonas de la ciudad que dábamos por perdidos.

La segunda realidad tiene que ver con la crisis climática. Según un informe de Architecture 2030, la industria de la construcción es responsable del 28% de las emisiones de CO2 globales; la creación de nuevos materiales representa un 11% adicional. En pocas palabras, al hacer obra nueva, los arquitectos, ingenieros, y profesionales del sector construcción, somos responsables de casi 40% de las emisiones del CO2 mundiales. En palabras de Marina Tabassum "consumimos más cemento que comida, y esa es la realidad".

Con esas cifras, de poco sirve ser vegetariano y no usar cañitas de plástico.

Regresemos a la enseñanza de la arquitectura. 

¿Es ético enfocar la formación de futuros profesionales hacia acciones que tienen un impacto tan nocivo para nuestro planeta?

Por supuesto, no toda la formación en arquitectura se dirige a obra nueva. Son notables los ejemplos de adecuaciones a nuevos usos, y los proyectos de fin de carrera que permiten evaluar la creatividad de los estudiantes. Una de las lecciones que nos ha dejado la pandemia es que se puede desarrollar un taller de diseño sin necesidad de imprimir decenas de planos o de invertir dinero en cartón que, básicamente, será desechado luego de la entrega final.

¿Qué tipo de arquitecto formaríamos, qué tipo de arquitectura se produciría, si estos ejemplos fueran la norma y no la excepción?

viernes, 5 de abril de 2019

¿Participación? (R. Secchi)

"Parecería absolutamente lógico mencionar la participación en el marco de este ensayo, desde el momento en el que se supone como necesario, para la realización de una buena arquitectura, el tener como objetivo, como "sentido", el cumplimento de los derechos humanos. Pero la cuestión no es tan simple. Si para el proyectista la conciencia de deber cumplir tales derechos no constituye ninguna garantía del resultado de la obra, sino sólo la actitud de operar sobre la base, sincera, de ciertas intenciones, el proceso participativo no ofrece garantía alguna sobre la calidad el programa adoptado para la realización de la obra ni para su éxito. En todo caso, la participación propone con fuerza y claridad el tema de la legitimación. ¿Quien legitima, en efecto, una arquitectura? ¿En nombre de qué, más allá de la dimensión normativa y deontológica, se puede afirmar el haber actuado correctamente? (Ver Riboulet)

La cultura de la participación se ha desarrollado en oposición a la abstracción y a los ideologismos de la arquitectura del Movimiento Moderno, notablemente de la arquitectura racionalista de la anteguerra y neoracionalista de la postguerra, fuertemente estandarizada e indiferente a las condiciones operativas contextuales, a las culturas, a las tradiciones, a los paisajes. Se redescubrió, entonces, el valor de la arquitectura, espontánea. La "arquitectura sin arquitectos", es celebrada en un afortunado libro de Rudofsky (1964), y en otro plano las teorías de Habraken y Christopher Alexander (Habraken, 1998) abren el camino a nuevas reflexiones críticas a partir de la elaboración (en el método) y de la estrechez y abstracción (en las prescripciones de la Carta de Atenas). "Arquitectura de la sobrevivencia" (Friedman, 2003) nos interroga sobre la extrema vigencia del tema. Pero la arquitectura espontánea a la que hace referencia Rudofsky es auténticamente espontánea. Tomar como modelo los asentamientos de civilizaciones lejanas a aquellas del actual desarrollo social y económico del mundo capitalista, dominado por la idea del consumo como primer motor de la organización social, puede inducir a reflejar sobre cuánto se ha perdido con el abandono de los antiguos modelos comunitarios y sobre el contraste con la situación actual que ha visto desaparecer la idea de comunidad (...). Los trabajos de Habraken y Alexander tienen el indudable mérito de hacernos reflexionar sobre las relaciones y sobre la complejidad de las relaciones sociales en su relación con los espacios urbanos. Como de hecho lo ha hecho el brillante ensayo de Jacobs (2009) o los estudios de Mumford (2007) que nos han dado aportes preciosos de conocimiento y, sobre todo, ideas para el desarrollo de metodologías de análisis y de proyecto. Sin olvidar las contribuciones de Lynch sobre la percepción de los espacios urbanos por parte de usuarios protagonistas de entrevistas y cuestionarios.

¿Qué cosa es más democrática que la participación? ¿Compartir el proceso proyectual y de toma de decisiones no es, tal vez, la solución para ciudadanos y proyectistas? No es tan fácil. Experiencias contemporáneas con instrumentos informáticos han desplegado muchos experimentos al respecto: desde procesos proyectuales compartidos entre arquitecto y usuario utilizando catálogos, hasta la creación de software para dar forma a la imaginación de la casa (con resultados frecuentemente risibles).

Por otra parte, es justo que cada uno tenga su propia casa tal y como la desea. ¿Pero uno sabe efectivamente imaginarla en términos de espacios arquitectónicos? ¿Cómo expresar deseos y sueños? ¿Cuál podría ser su lenguaje? Se tomarán prestadas imágenes recibidas en la propia experiencia real o virtual. Nos referiremos a lo que propone la inmensa masa de información y de imágenes de la que nuestra sociedad se nutre y se constituye. ¿Se será verdaderamente libre al perseguir los propios deseos, satisfacer las propias necesidades? ¿Auténticas o inducidas? Una verdadera participación podría darse con hombres realmente libres, más que con sujetos que de buena gana o a regañadientes son pensados más como consumidores que como ciudadanos pertenecientes a la sociedad (...).

En todo caso, puede que sea bueno distinguir con claridad entre consultar al usuario para el proyecto y el proyecto mismo. Hay ahí un salto que la participación no puede cubrir. Tiene que ver con competencias, pero no solamente. Tiene que ver con conocimiento, pero no solo eso. Tiene que ver con la sensibilidad que sólo una educación constante puede producir. Responsabilidad no significa solo prudencia y cautela, sino también ejercicio del poder. Responsabilidad y poder no pueden estar desconectados. La participación no puede coincidir con una descarga de las responsabilidades que competen al arquitecto. Éste debe ejercitar todo el poder que le ha sido concedido."

Secchi, Roberto (2018) L'Architettura. Dal principio verità al principio responsabilità. Roma: Officina Edizioni. pp. 86-88.


Referencias: 

Friedman, Yona (2003) L'architettura di sopravvivenza. Una filosofia della povertà. Torino: Bollati Boringhieri.
Habraken, N. John (1998) La Struttura dell'Ordinario. Cambridge: MIT Press.
Jacobs, Jane (2009) Vita e morte delle grandi città. Saggio sulle metropoli. Napoli: Einaudi. 
Mumford, Lewis (2007) La cultura delle città. Napoli: Einaudi.
Riboulet, Pierre (2000) Quelle légitimité pour la forme architecturale?. En: Paquot, T. y Younès, C. Éthique, architecture, urbain. Paris: La Découverte.
Rudofsky, Bernard (1964) Architecture Without Architects: A Short Introduction to Non-pedigreed Architecture. New York: MoMA.

jueves, 31 de enero de 2019

Criterios de clasificación de la vivienda informal: una revisión sistemática

Investigando procesos de apropiación en la ciudad informal, auto-construida, nos encontramos con dificultades en la clasificación de las unidades observadas. Es común hablar del grado de consolidación de la vivienda, observada según materiales y cantidad de pisos construidos. Sin embargo, los fenómenos urbanos en su complejidad tienen a incorporar variables sociales, temporales y económicas que dificultan la clasificación.

Es así que nos propusimos encontrar métodos que podamos utilizar en el estudio de la vivienda informal. No hay muchos. La gran parte de artículos encontrados analiza casos de estudio puntales, con clasificaciones hechas "a medida" del estudio en cuestión.

Ese resulta siendo el punto más importante.

Para estudiar la ciudad informal, es necesario que la metodología que usemos pueda ser flexible a las situaciones que nos encontramos en las exploraciones.

Para este artículo, observamos 19 metodologías que ordenamos en un cuadro. La idea es que la síntesis de los aspectos observados puedan ayudarnos a plantear clasificaciones de la vivienda informal que permitan estudios exhaustivos y, eventualmente, propuestas bien sustentadas.

Aspectos a considerar en el estudio de la vivienda informal
(Dreifuss-Serrano, Schreier-Barreto, Jumpa (2018))


El artículo completo se encuentra en este enlace.


Dreifuss-Serrano, C., Schreier-Barreto, C., & Jumpa, M. (2018). Criterios de clasificación de la vivienda informal: una revisión sistemática. PRISMA como herramienta para establecimiento y análisis de categorías. rita_revista indexada de textos académicos, (10), 98-103. Recuperado de http://ojs.redfundamentos.com/index.php/rita/article/view/348/313

viernes, 6 de julio de 2018

Que siempre haya uno (unito, aunque sea)

El cansancio de fin de ciclo nos coge a todos, alumnos y profesores por igual. La carga de trabajo nos aumenta a todos, también. Más entregas, más exigencia, más trabajos que corregir. Y, desde el punto de vista de los profes, esto parece venir acompañado de una mayor concentración de "esos" alumnos.

Esos que llegan al salón, se sientan en la última fila, y miran su celular durante toda la clase. Algunos, ni siquiera se toman la molestia de quitarse los audífonos.

Esos que, claramente, están avanzando trabajos de otros cursos.

Esos que se duermen. No una vez, porque ya no dan más (que tire la primera piedra quien nunca ha cabeceado cuando no debía), sino los que tienen narcolepsia crónica y usan la clase para recuperar horas de sueño, sistemáticamente.

Esos que reclaman. Porque la clase no empieza a tiempo, porque la clase empieza a tiempo, porque tienen demasiados trabajos que hacer, porque los calificamos muy bajo, porque no les ponemos presente cuando llegan media hora tarde, porque Fulanito sacó mejor nota que yo, porque no quiero dejarlos volver a entregar un trabajo jalado, porque hace sol, porque llueve, porque perdió Uruguay.

Esos que, a 13 semanas de empezado el ciclo, creen que no nos vamos a dar cuenta cuando hacen un "copy-paste".

Esos que reclaman indignados cuando los acosamos de plagio, aún cuando la evidencia está ahí, delante de sus narices.

Esos que publican en Facebook, con nombre y apellido, que están dispuestos a pagar porque alguien les haga el trabajo final de un curso.

Esos que ofrecen sus servicios para "ayudar", sabiendo que ayudar, en este caso, es sinónimo de hacer. Y sabiendo, también, que eso es un delito. 

Pero siempre hay uno, y si se es afortunado, dos o tres. Un estudiante que levanta la mano, espontáneamente, para hacer una pregunta interesante. Ese que, al final del ciclo, te agradece porque algo le gusto, o algo entendió, o algo "se le quedó". Ese que, tal vez, nunca abrió la boca durante el ciclo, pero siempre se interesó. Ese que, dos ciclos después, aún te saluda cuando te lo cruzas en el pasillo. Ese que, cinco años después, se acuerda de ti y te manda un meme.

Que siempre haya uno. O dos, o tres. Pero unito aunque sea. 

viernes, 11 de mayo de 2018

Congresos (I)

Desde que tengo uso de razón, se ha hablado de congresos en mi casa. Mis padres, incluso ahora, asisten a, por lo menos, dos congresos cada año, nacionales e internacionales. Y puede que me esté quedando corta. 

La primera vez que yo fui a uno, En el umbral del milenio, fue hace 20 años y estaba en el último año de colegio. Desde entonces, me hubiera gustado decir que tengo un record de asistencia y participación tan impecable como el de mis papás, pero no es cierto (intento que, al menos, sea un o al año). En temas relacionados con la arquitectura y el urbanismo, los congresos académicos son escasos. Escasísimos. Y en Lima la situación es triste.

Estos días tuvimos el raro privilegio de tener en casa la 7ma reunión mundial de cátedras UNESCO en Comunicación, con un congreso que se tituló Comunicación, ciudad y espacios públicos. Todo un lujo, con expositores de todo el mundo y sesiones plenarias de altísima calidad. 

Para muchos asistentes locales, este fue su primer congreso. Y pensando en ellos es que creo que vale la pena señalar algunas cosas sobre estos eventos. 

Empecemos por lo básico.

¿Qué es un congreso?

Es un tipo de evento académico, de más de un día de duración, donde se presentan especialistas en un tema determinado, agrupados en torno a mesas de temas más específicos. Estas presentaciones suelen acompañarse por sesiones plenarias, de mayor duración, dadas por una autoridad en la materia.

Sin embargo existe una serie de eventos académicos con características similares, y la gente de PhD Comics lo explica muy bien (aunque no incluyan la palabra "congreso"):

Cham, J., en http://phdcomics.com/comics.php?f=1704
¿Por qué son importantes estos eventos académicos?


- Congregan en un mismo espacio tiempo a especialistas de diferentes procedencias. Ya sea que se trate de un evento local, con participantes de diferentes universidades, o de un evento internacional como el arriba mencionado, los eventos académicos juntan en un mismo momento a personas que, en situaciones normales, podrían no encontrarse. Las mesas especializadas permiten confrontar experiencias y opiniones, las conversaciones entre ponencias amplían nuestra red de contactos y, finalmente, el conjunto nos pone en perspectiva con respecto a la posición que lo que hacemos ocupa en un mayor esquema de las cosas.

- Producen nuevo conocimiento. Cuando el congreso es preparado con la debida anticipación, es riguroso en la selección de ponencias, y ocupa un lugar importante dentro de la academia, quienes aspiran presentar sus trabajos se preparan con tiempo. En un evento académico pueden presentarse trabajos de investigación en progreso, nuevos resultados, nuevos enfoques metodológicos, o cruces interdisciplinarios que enriquecen la disciplina. 

- Permiten salir de la rutina. En los entornos académicos como universidades e institutos, o incluso dentro del mundo laboral, la rutina es una situación inescapable. Las clases se suceden una tras otra, los exámenes terminan siendo más importantes que el conocimiento en sí. Estos eventos nos obligan a hacer una pausa (idealmente, en lugar de las actividades académicas normales) y nos sumergen en jornadas de reflexión intensas, y en un intercambio de ideas y experiencias con pares y expertos. 

- Son una lección de humildad. Dentro de un entorno académico es fácil que se generen microcosmos con "especialistas" y "autoridades". Escuchar a pares o, mejor aún, a verdaderas autoridades en nuestra materia, nos da a los académicos un muy necesitado baldazo de humildad. 

¿Qué tipo de cosas voy a escuchar en un evento académico?

Esto depende del área del conocimiento en el que el evento se inscribe. Puede ser resultados de trabajos de investigación, revisión de literatura reciente, aplicación de teoría a proyectos concretos, presentación de nuevas tecnologías o patentes, debates sobre temas de actualidad, y un larguísimo etcétera.

Lo fundamental es recordar que el objetivo de un congreso es el diálogo. No el monólogo. Es así que quien va a lucirse y a tratar de demostrar que es mejor y/o sabe más que los demás, podría ahorrarse la molestia. El exponer lo que uno hace o ha hecho tiene el objetivo de colocarlo sobre la mesa de diálogo, exponerlo al análisis y a la crítica, y, por sobre todo, entrar en una conversación académica que apunta a enriquecer la experiencia, y el mismo trabajo del expositor.

Continuará.

lunes, 13 de noviembre de 2017

El gran Teatro Nacional (André Velásquez)

Cuarta entrega de "Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)". Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición del blog.

Ignacio esperaba el Bus en el paradero mientras miraba los inmensos ventanales del gran edificio que con su sombra bloqueaba los únicos rayos de sol que salían de ese cielo gris que lo acompaña todos los días en su trayecto al trabajo. Se sentía minúsculo al verse reflejado en ese inmenso cristal, un poco intimidado también. Quería sentarse, sus pobres piernas no soportaban más la espera y la edad no le favorecía, pero no había ninguna banca. Seguro no era el único con esa necesidad, había ciertas caras de fatiga a su alrededor, pero nadie se atrevía a subir esos largos, distantes e indiferentes escalones. Mira más allá te puedes sentar, tal vez en el suelo apoyando tu espalda en ese muro chato que separa al edificio de la cuidad, ya no importa si te ensucias un poco, igual se ve impecable todo, vacío y frio. No hizo nada y se quedó parado esperando. Por fin llegó el bus, pero claro, era hora punta y no entraba nadie más, ¡¿cómo se atreve a seguir llamando gente ese cobrador?! decía. Hoy no era su día de suerte, sentía que la ciudad lo odiaba, no había ni una miserable banca. Cómo era la ciudad, ¿no? Tanto edificio enorme, altísimos, tanto ministerio, biblioteca y estación de la cultura, edificios emblemáticos hechos supuestamente para representar a un país, sin embargo, él ahí, incómodo, sin pertenecer en lo absoluto. No estaba seguro de cual era cual, igual todos eran diferentes como compitiendo entre sí, disputándose el puesto al más “antisocial”. Bueno, al fin y al cabo, sólo estaría ahí mientras esperaba su bus, ¿Por qué tanto problema entonces? Justamente el problema era ese. Nuevamente, otra pregunta ¿Por qué el techo tan grande e inclinado? Tanto espacio y puro cemento hacían una barrera entre la cuidad y el edificio y él que sólo quería sentarse y de nuevo ninguna banca, como le dolían las rodillas. La gente caminaba con mucha prisa, acelerados y aplastados por ese desproporcionado muro de cristal y en la otra calle el gigantesco muro naranja con su recubrimiento deteriorado y la distancia del muro de piedra con sus baldosas monolíticas y fuera de escala parecen tener el mismo fin: hacer que sigas tu camino sin detenerte en lo absoluto, excluirte en vez de acogerte. Ignacio respiró profundo como armándose de valor, pero ¿para sentarse? Que ironía. Subió los eternos contra pasos mirando a los costados y se dejó caer cerrando los ojos hasta que una voz ¡señor! ¡señor! ¡No puede estar acá, Por favor! interrumpió su momento de paz y él que quería tanto sentarse, pero con razón era único ahí en el suelo. Cuando abrió los ojos, el vigilante estaba a su lado con la mano estirada en dirección al paradero. El interior seguro era mucho más acogedor, que desperdicio de espacio alrededor, pensó.

Roberto, se encuentra haciendo una visita guiada al Gran Teatro Nacional. Desde el foyer, se puede ver todo con claridad, una gran vista en esquina y el techo muy alto, toda la gente caminando de prisa en la estación de metro y la Javier Prado siempre llenísima de autos. El muro cortina parece un gran marco que encuadra como una imagen en movimiento la actividad constante de la calle. Sin embargo, hacia el otro frente sólo se ve un muro plano, altísimo y en penumbra. Un poco vacío para ser un edificio cultural ¿no? ¿A dónde voy? La sensación de desorientación se apodera de él y siente miedo, busca una señal para saber a dónde ir pero nada. También se pregunta ¿dónde está el teatro?, ¿por dónde se ingresa? No se imagina que más hay al fondo. Menos mal la guía está ahí para ayudarlo a entender lo inentendible. Ahora en la sala de conciertos, la sensación es totalmente diferente, por fin algo que te hace sentir cerca de la música. ¡Qué extraño! parecen todos espacios distintos como diseñados por dos arquitectos diferentes, por un lado, el teatro en forma de herradura y por el otro el resto del edificio. Rápidamente percibe que se trata prácticamente de dos proyectos diferentes, como si alguien hubiera diseñado el exterior y otro el interior del teatro, el problema es que al parecer los que diseñaron ambos proyectos nunca conversaron ni se pusieron de acuerdo; las diferencias y la percepción del espacio son sustanciales. Acá el espacio es más agradable, es muy silencioso y la madera que recubre toda la sala, cada butaca incluso hasta el escenario le da calidez al espacio, muchísimo más acogedor que el hall de ingreso o el aplastante techo y las infinitas escaleras por las que entró al edificio; la primera impresión no fue tan buena. Pareciese como si cada butaca tuviese la vista perfecta hacia el escenario, excepto si sigues caminando hacia los extremos de la herradura, la vista se va desviando, el pasillo se va haciendo más estrecho y no se siente nada cómodo. Pero todo se oye tan bien desde cualquier punto, la música por fin logra destacar en el espacio, deberían de incluirla también en el resto del edificio.

Ahora, Catalina se prepara para salir a escena. ¡Qué nervios! el tiempo pasa muy rápido, deberían de dar más tiempo de preparación dice. Aunque no parezca, ese momento es incluso mucho más aterrador que la puesta en escena. Los pasillos de cemento con las instalaciones colgando en el techo parecen fragmentos traídos de un laberinto, ojalá se pueda respirar más tranquilo en los camerinos, piensa. La poca cantidad de salas de ensayo, ballet y coro no abastecen a un teatro de tales dimensiones y tantos artistas, Catalina se siente sofocada pues a pesar de estar preparándose y requerir de su espacio para concentrarse siente que se lo han arrebatado. Nuevamente, el problema de diseñar un edificio por partes separadas y por arquitectos distintos, sin consenso alguno. Finalmente, llega a los camerinos, prácticamente igual de estrechos que los pasillos. ¡Los artistas merecemos algo mejor que un cuarto con lockers y un baño!, piensa; está más estresada de lo que debería y no falta nada para que salga a escena. La arquitectura ha fracasado para ella. Qué desorganización, no es agradable cenar en un gimnasio, huele extraño y se nota que no es una cafetería, no se distingue bien que espacios se puede acceder, es confuso incluso parece que es la zona de servicio.

El recital terminaba y con el también el día. Los espectadores se retiraban de prisa, nada los detenía a quedarse, parece que el teatro era como una cajita a cuerda, esas donde una muñeca baila en círculos y cuando se cierra la caja no se escucha nada. Acabada la obra, acabado el espacio. ¿Por qué no podía ser un lugar más inclusivo? Que los demás en el exterior noten que ha habido un espectáculo, tal vez eso les causa interés y más gente se quiere involucrar en eventos culturales, al fin y al cabo, muchos son gratuitos. La multitud quiere quedarse hablando, discutiendo sobre lo observado, pero donde pueden sentarse, este no era un edificio para quedarse, el foyer parecía solo de paso. Si no era el foyer ¿Qué pasó con el hall, o el espacio público del exterior? ¿Dónde está la cafetería? Igual el clima no es tan frío en Lima como para quedarse afuera un rato. 

A lo lejos se escucha decir a uno de los asistentes a la obra, ¡OYE, no te has dado cuenta, es un desperdicio de edificio, una oportunidad tirada al tacho!

(upload.wikimedia.org)

viernes, 10 de noviembre de 2017

Plaza San Miguel: El "primer" centro comercial del Perú y su involución (Natalia Regalado)

Tercera entrega de "Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)". Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición del blog.
Luego de publicada esta reseña, varias personas señalaron que el CC Plaza San Miguel no es el primer centro comercial del Perú. De todos modos, se ha mantenido el título original, al que solo se han añadido comillas.

La mayoría de personas podría imaginarse que el primer centro comercial fue Camino Real, por su ubicación céntrica y por establecerse en uno de los distritos más pudientes de Lima. Sin embargo, a mediados de los años setenta Plaza San Miguel emergió como hito en uno de los distritos de clase media menos poblados de la ciudad. La razón por la que decidí criticar este edificio es porque no solo he sido usuario de este a lo largo de mi vida, sino porque su popularidad creció mientras yo lo hacía y he podido notar cada cambio significante que tuvo.

Durante los años noventa, Plaza San Miguel era frecuentado en su mayoría por los vecinos del distrito. Había ciertas tiendas reconocidas y otras independientes. El edificio se ubicaba en el centro y era rodeado por puestos de estacionamiento. Las vías interiores no eran techadas y éstas conectaban a todas las tiendas, incluyendo a las tiendas ancla y se encontraban en un punto central donde había una zona de juegos mecánicos y plazas escalonadas donde ocurría toda clase de eventos en días festivos importantes. San Miguel, en ese entonces, carecía de espacios de encuentro de tal popularidad. A pesar de tener una gran área de estacionamiento de por medio, el ingreso desde las avenidas y calle era casi sutil pues la entrada era suficientemente ancha y no había cerramientos de por medio. El diseño del centro no hacía sentir al público forzado a comprar. Las plazas, escaleras y bancas que formaban parte de la zona de encuentro ofrecían suficiente espacio para que la gente se reuniera sin ningún fin comercial. A pesar de ubicarse en una extensa área, todo el edificio era de un nivel y uno era libre de poder recorrer y atravesarlo pues tenía múltiples salidas hacia las cuatro fachadas. El área de estacionamiento representaba un gran retiro de modo que los muros ciegos del centro no eran visualmente agresivos.

A finales de los años noventa, con el desarrollo urbano del distrito y la aparición de nuevas cadenas de tiendas extranjeras, se empezó a edificar en las áreas de estacionamiento. La tienda por departamentos existentes y supermercado, Saga Falabella y E. Wong respectivamente, añadieron más niveles. Pero el mayor impacto que causó este cambio fue la llegada de Ripley. La ubicación de este bloque de cuatro niveles se destacaba del resto del centro comercial por su gran tamaño y bloqueaba parcialmente la entrada hacia el centro desde la avenida La Marina. La cercanía de este gran edificio hacia la avenida y su exterior contrastaban fehacientemente con el resto del centro. En los años posteriores, la aparición de nuevas tiendas en el resto de los terrenos que pertenecían al centro comercial y la ampliación de este hacia la calle Mantaro marcaron el inicio de la transformación de lo que era un punto de encuentro desapercibido a un centro saturado de tiendas que eran agregadas de forma aleatoria y desordenada al diseño original. Si bien el crecimiento del centro respondía a la demanda de contar con nuevas tiendas que otros centros comerciales más grandes tenían, la suma de estas no se previó y la adición de dos niveles más, el enrejado exterior y un patio de comidas hizo que otra entrada sea obstaculizada por está saturación. En los últimos dos años, todavía se sigue añadiendo tiendas en lo que quedaba de los puestos de estacionamiento y la altura del centro comercial sigue creciendo.

Dado que la ampliación ha ido ocupando los antiguos lotes de estacionamiento, la percepción de Plaza San Miguel ha cambiado. Las fachadas desde la avenida La Marina, Universitaria y la calle Mantaro han quedado como grandes muros ciegos que permanecen desconectados y abrumadores al entorno. El gran bloque en que se está convirtiendo ya no invita al peatón a ingresar de forma sutil al centro. La adición de nuevas tiendas y las improvisadas entradas a los estacionamientos subterráneos cortan la circulación peatonal que antes era continua y uno casi debe adivinar por donde puede entrar al centro sin tener que pasar por alguna tienda ancla antes. No se trata de que la improvisación en el crecimiento de Plaza San Miguel tenga menos valor que una gran área para puestos de estacionamientos que este tenía hace dos décadas, sino que nunca se dio importancia a la necesidad de tener espacios previos, de transición hacia el ingreso del centro comercial. Cosa que el diseño original si había previsto en el interior y que esa gran área de estacionamientos, diseñada para el auto, servía mejor al ser un gran retiro a que el peatón tenga que enfrentarse de forma tan abrupta a un gran bloque ciego de tiendas por departamento.


El crecimiento económico, la demanda de nuevos centros comerciales en todos los distritos y el prototipo de centro comercial americano causó el rápido incremento de nuevas tiendas y nuevas cadenas de restaurantes y cafeterías como símbolo de desarrollo e inversión en los distritos emergentes en los que cada vez la clase media era la mayoría. Plaza San Miguel se extendió, pero no evolucionó como edificio público y para el público. Le da la espalda al usuario peatón que fue siempre el recurrente, interrumpe y crea nudos de tráfico alrededor que mientras más se satura, más desdén provoca pensar si realmente uno quiere ir a caminar o reunirse o siquiera ir a comprar a este centro comercial. 

laplazaperu.files.wordpress.com 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Los querubines del Real Plaza Salaverry (Maria Pía Berninzon)

Segunda entrega de "Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)". Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición del blog.


Si tuviera que expresar mis sentimientos sobre el centro comercial Real Plaza Salaverry, serían similares a los que sintieron los modernos al enfrentarse al art Nouveau, en esta especie de fachada churrigueresca contemporánea donde sólo faltan los querubines, donde el horror vacui se observa en una grandiosa expresión.

Desde el ingreso hasta los estacionamientos, del patio de comidas en forma de OVNI hasta la escalera de templo azteca en la fachada, es una exageración arquitectónica en donde el exceso de detalles hacia la Av. Salaverry y la ausencia total de los mismos hacia la Av. Punta del Este expresan confusamente los ingresos y salidas del mismo.

Mi primera visita a este centro comercial fue realmente desastrosa, llegar al mismo edificio y recorrerlo fue un dolor constante, tanto así que, confesándome una adicta a las compras, no pude disfrutar ni 5 minutos del recorrido.

Si se llega en auto, primero deberás sufrir una tortura constante de tráfico de por lo menos 10 minutos antes de poder ingresar al estacionamiento, debido a que los taxistas emplean la misma avenida para ofrecer sus servicios, teniendo en cuenta que el Real Plaza Salaverry posee una bahía para ellos, estos prefieren cuadrarse en la puerta del mismo.

Después de sufrir este tiempo en el tráfico y pelearte con por lo menos 5 taxistas que decidieron esperar clientes justo en la entrada, ingresas al estacionamiento, más confuso que el laberinto del minotauro, donde no hay espacio ni para tu bicicleta, después de descender hasta el inframundo quizá encuentres un espacio al lado del can cerbero – pídele de pasada que por 20 “Luquitas” te lave el carro – después de esta odisea, puedes dirigirte hacia el único núcleo de escaleras verticales que conectan toda la edificación o hacia los ascensores que solo se detienen en pisos determinados, y no cometas el error de detenerlo en el piso 0, ya que tendrás que atravesar toda el área de cocinas, baños, mantenimiento y almacenamiento del centro comercial para poder llegar hacia los locales comerciales.

Si se llega peatonalmente, tu suerte no cambiará mucho, puesto que en primer lugar, el Real Plaza decidió que el colocar vallas de seguridad en todo el borde de la avenida Salaverry era una buena idea, así que no hay forma de cruzar directamente al centro comercial, o caminas una cuadra hacia alguno de los lados para llegar o te rehúsas arduamente y te atreves “a la peruana” y le metes tu saltadita a las rejas de seguridad, eso si es que alguno de los taxistas anteriormente mencionados no te deja como papelito.

Después llega la confusión, ese hermoso detalle de “y ahora a donde voy”, te diriges a la fachada principal buscando que tus dudas se resuelvan y si no fuera por el de seguridad que te dice, “la entrada es aquí a la derecha” ni cuenta te das, no sabes si debes subir la escalera azteca y hacer algún sacrificio, atravesar la parte de los restaurantes, subir por las otras escaleras eléctricas o entrar por ese pequeño agujero que el de seguridad llamó “entrada”. Si al final te decidiste por lo seguro, le haces caso al de seguridad. Por otro lado, la fachada posterior no es de mucha ayuda, ahí no se encuentra ni el de seguridad, al final decides ingresar por el único agujero de la fachada, eso sí, consideremos esta como la fachada menos confusa, la que menos “daño” le ha causado a la ciudad, una fachada que no quita ni otorga nada.

El lenguaje que emplea en la fachada “principal” es confuso, posee una escalera netamente decorativa, unas escaleras hacia el lado izquierdo y además un ingreso poco claro. Además, hay restaurantes que se encuentran en la fachada principal, que si no tienen señalización no se les reconoce, como lo son Papachos y K.O. La fachada fue definida como principal según el arquitecto, dejando de lado casi completamente la fachada posterior, y olvidándose de la residencial San Felipe, de donde proviene gran parte de su público, quienes se les dificulta el ingreso cruzando la Av. Punta del Este y poseen una fachada altamente descuidada, sin un mayor diseño y altamente contrastante a la fachada de la Av. Salaverry. El arquitecto no supo aprovechar la oportunidad de tener dos fachadas en un cruce de avenidas tan importantes como lo son Salaverry y Punta del Este.

Interiormente el edificio y la circulación no es mejor a la del estacionamiento, lo que podemos rescatar es que se respetó la tradicional secuencia de tiendas ancla en los extremos y en la parte central, sin embargo la circulación sigue siendo igual de confusa, si te diriges hacia alguno de los lados hay escaleras que no continúan hasta el patio de comidas ni al estacionamiento, las únicas que se dirigen ahí son las escaleras centrales, hacia uno de los lados del mall encontramos un pasaje con tiendas que aparece y desaparece según el nivel donde te encuentres, después de unas 7 visitas al lugar recién me enteré que existían.

Por último, el patio de comidas, ese hermoso platillo volador que se puede observar desde 5 manzanas a la redonda, partido perfectamente por una junta sísmica no planeada, donde se encuentra, aparte de los restaurantes “económicos”, el cineplanet, partido en dos sectores, izquierda y derecha, en cada una encontrarás salas de cine, pero solo en un lado puedes encontrar las cajas para comprar las entradas y de ahí, nuevamente pregúntale al amigo de seguridad sobre donde está tu sala.

El mall posee una serie de elementos arquitectónicos agradables, como las triples alturas en los núcleos de circulación, la triple altura del espacio central donde se desarrollan distintos eventos conforme a la época del año y la disposición de las tiendas ancla, Sin embargo, es una mezcla de “todo un poco” hacia un lado y nada hacia el otro, dándole la espalda a la residencial san Felipe, congestionando irracionalmente la avenida Salaverry y dándole una justificación adicional a nuestro alcalde Luis Castañeda para realizar el bypass de la avenida anteriormente mencionada, otorgando espacios residuales a la ciudad como lo es la plaza ubicada en la punta del real plaza, empleada únicamente por skaters, que quieren pasar el rato sin que la clásica vecina amargada los grite y donde, muy de vez en cuando, se realizan ferias temporales para “activar” la zona.


Por otro lado, el formato de “centro comercial” no ha variado en más de 50 años, con el mismo formato de tiendas anclas y pasillos de conexión con locales comerciales a los lados, cerrándose en sí mismo y dejando de lado la ciudad, lo mismo sucede con el Real Plaza, se cierra en sí mismo, perdiendo la oportunidad de otorgarle espacios públicos a la ciudad y articulando los flujos vehiculares y principalmente peatonales que existen actualmente en la zona.


lunes, 6 de noviembre de 2017

Universidad Nacional del Centro del Perú: Edificio Administrativo (Dino Cano)

Primera entrega de "Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)". Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición del blog.

He crecido gran parte de mi vida apreciando este edificio: la primera vez que lo vi, realmente sentí su presencia. Es un edificio que se logra imponer en el firmamento de una ciudad rodeada por montañas. A su vez, el edificio también logra esta conexión que uno llega a sentir cuando está al frente de una gran montaña, respeto, admiración, jerarquía y omnipresencia. Cualidades que están sujetas a un punto de vista muy particular, de una persona que ha crecido viendo este edificio desde los 8 años, despertando en él no solo las ganas de empezar una vida universitaria, sino por el deseo de ser el responsable de algo igual o mejor.


Dejando un poco de lado la admiración y el sentimiento que tengo hacia el edificio, me gustaría empezar a hablar un poco sobre la forma de este. Cuatro volúmenes de diez pisos que se levantan sobre un zócalo que trata de respetar la escala humana. Lo estereotómico sobre lo tectónico y es que si lo vemos detenidamente es una gran masa apoyada sobre unas columnas de sección circular, contrario a lo que podríamos apreciar en el resto de la ciudad, donde el primer piso se trabaja con muros de adobe y lo que sigue es un techo de madera con tejas a dos aguas. Hablando un poco más sobre el techo, cada volumen o prisma tiene el techo inclinado para el deslizamiento de las fuertes lluvias que se tiene en la ciudad, pero cada uno en un sentido distinto y dándole la espalda al anterior, teniendo como resultado estos volúmenes que se van dando la espalda, pero que van mirando hacia la ciudad.


Exteriormente poco se entiende el sentido de los ejes que atraviesan el edificio, ejes que se encuentran en un centro que interiormente está bien desarrollado, pero que por fuera no se logra leer en lo absoluto. Cada volumen tiene un detalle en las aristas interiores, unos nada sutiles grabados pre-hispánicos que no tienen otra función más que la de decorar y hacer ver más "andino" al edificio. Hablando un poco más sobre los materiales que se utilizaron, tenemos el vidrio azulado, algo que se viene usando bastante en provincia, un material que en este particular caso me parece acertado, ya que se puede leer como una continuidad del azul del cielo, reflejándose incluso en este las nubes hace que el edificio no se imponga abruptamente, sino que juegue un poco con su entorno.

En este edificio se podría hablar de una modernidad o un regionalismo, si no fuese porque en realidad no existe una planta libre o una verdadera reinterpretación de los materiales o las costumbres de la región. No sigue nada en particular y trata de romper con el esquema que se tiene de la ciudad. De una manera intencional el arquitecto quiere que su edificio resalte y sea un nuevo hito en la ciudad, algo que sin duda le ha salido bien y es que este ha sido una de sus más reconocidas obras y en la que se le ha permitido expresar más sus ideales sobre lo que quiere para la ciudad. A pesar de todo, exteriormente encuentro algunos detalles sin sentido y hasta la fecha no logro entender por qué tomó ciertas decisiones, como la del detalle del diminuto volumen saliendo de la nada, interrumpiendo con la continuidad del volumen en sí. Algo más osado que intentó el arquitecto es tener la circulación vertical con unas escaleras con descanso semicircular, algo que exteriormente no tiene sentido y no se acompaña con nada del edificio, esta como un capricho del arquitecto más que como algo que aporte a la lectura del edificio.

La vista que se tiene desde el interior de la universidad es incluso mejor, el edificio te invita a ingresar por el zócalo que se separa incluso del nivel peatonal, pero te deja un amplio ingreso por unas escaleras que te hacen sentir que estas ingresando a una parte diferente de la universidad y es que la función de este edificio no es igual a la del resto, es una zona administrativa, comercial, de esparcimiento y de encuentro. Estas características hacen que el ingresar al edificio en si sea mucho más llamativo y esto sumado a la importancia que tiene este con respecto a la ciudad hacen que la experiencia de recorrer el edificio sea más placentera de lo normal.



Hablando un poco más con los estudiantes de la universidad, pude entender que le tienen un gran aprecio a este edificio, solo los alumnos de arquitectura difieren unos con otros en sus opiniones con respecto a este, pero siempre el resultado llega a ser el mismo, admiración y aprecio por algo que los identifica. Esto demuestra mucho de la obra del arquitecto, ya que ha logrado hacer algo que realmente gusta, que puede generar alguna molestia en algunas personas, pero que lo aceptan de la mejor manera. Realmente es un edificio atemporal que marcó un antes y un después en la arquitectura de la ciudad y que permite pensar en hacer cosas iguales o aún mejores que esta. A pesar de eso aun siento que el desarrollo del exterior al interior del edificio deja mucho que desear, porque uno tiene unas expectativas muy altas cuando mira y entra por primera vez, pero ya adentro del edificio este (como todo lo se "personaliza") pierde en gran magnitud las virtudes que quizá en su momento el arquitecto trato de plasmar.

El gran espacio central es sin duda el mejor logrado en la edificación, una triple altura que te acoge y te hace sentir de manera más especial dentro de un edificio icónico en la ciudad. Aunque de nuevo siento que las curvas son un poco más que innecesarias para un espacio que no responde al exterior, no se lee en este ni en ningún otro espacio de la edificación estos cuatro volúmenes que se van dando la espalda, mucho menos los ejes que se leen desde el exterior.


Finalmente me gustaría terminar esta crítica con una reflexión de lo que se viene haciendo en provincia, muchas veces la inversión suele ser menor a la esperada y uno tiene que hacer mucho con lo poco que tiene, en el caso de esta edificación la construcción y la lógica que se utiliza es sencilla, no requiere de mayores logros de la ingeniería y la grilla responde a algo que ya se viene haciendo desde hace mucho. Sin embargo, el arquitecto logra con esto hacer una volumetría distinta, con movimiento y reconocible desde lejos. Muchas veces se opta por lo más fácil, lo que traiga más metros cuadrados y lo que se pueda seguir expandiendo verticalmente, pero este no es el caso, es un edificio que logra su objetivo y abre las puertas a lo nuevo que se pueda venir haciendo en la ciudad.

Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)

www.architectural-review.com
Todos los ciclos, invito a los alumnos del curso de "Teoría de la arquitectura" de décimo ciclo de la UPC a embarcarse en la tarea de criticar un edificio. Algunas veces, los resultados son "buenos no más", porque la tarea se dio muy cerca a las entregas de taller o porque simplemente no fluía. A veces, tengo la suerte de leer textos muy buenos. 

Como en el 2015, que publiqué los mejores trabajos del ciclo, esa vez lo volveré a hacer, con el permiso y créditos a sus respectivos autores. Los resultados de este ciclo me han gustado bastante.

El disclaimer de rigor: no necesariamente comparto los puntos de vista en los textos a publicar. Los artículos se publicarán tal y como me fueron entregados (con alguna tilde corregida aquí y allá), respetando el texto y el formato presentados por sus autores.

Los textos han sido escogidos por su originalidad (en el objeto criticado o en el enfoque que se hace del mismo), su capacidad de transmitir ideas, el lograr mostrar diferentes ángulos de la experiencia o el recorrido, y el compromiso del autor con tomarse en serio la tarea de tratar de entender y hacer entender un edificio.

El ejercicio de crítica es vital para una disciplina. Cualquier disciplina. En el caso de la arquitectura, se ha dicho una y otra vez, la poca crítica existente no es suficiente. Que estos ejemplos sirvan para que haya un poco más.

Aquí el enlace al primer texto: "Universidad Nacional del Centro del Perú: Edificio Administrativo", por Dino Cano. 

Y, como siempre: el que se pica, pierde.

jueves, 28 de abril de 2016

10 en 10

La construcción de la torre de Babel
(http://www.getty.edu/)
En agosto se cumplieron 10 años de la primera vez que, oficialmente y siendo pagada por hacerlo, me paré frente a un salón de estudiantes de arquitectura a dar una clase. No recuerdo de qué fue, ni qué tal me fue, ni quiénes fueron las pobres víctimas de esa clase en particular, aunque recuerde a muchos de esos primeros alumnos con nostalgia (tengo y he tenido el gusto, incluso, de enseñar con algunos de ellos).

A pesar de que suena a mucho, 10 años no son tanto. Especialmente en comparación a esas vidas dedicadas a la docencia, a esos maestros que orgullosamente anuncian que han cumplido bodas de oro en el aula. Desde esa perspectiva, soy una chibola. Pero también es cierto que es el doble de la duración de una carrera, lo que le toma a un niño llegar a la edad de la primera comunión, 66% del tiempo de mi hipoteca, dos lustros, una generación.

Y es por eso que, luego de pensarlo durante varios meses, voy a listar 10 lecciones que estos 10 años me han dejado. No porque crea que son gran sabiduría o reveladores descubrimientos; mucho menos porque pretenda que alguien las tome como consejos. Son, simplemente, las cosas que pienso luego de este tiempo, limitadas a 10 puntos, como para yo misma poner las cosas claras y, quién sabe, de acá a otros 10 años poder regresar y sonreír con nostalgia (o reírme de mí misma abiertamente).

1. El miedo sirve de poco.

Uno de los primeros consejos que me dio una profesora, poco antes de dar mi primera clase, fue "antes que tenerles miedo [a los alumnos], haz que ellos te tengan miedo a ti". Falso. El miedo, en el aula, sirve de poco o nada. Los grupos con los que me he sentido más satisfecha han mantenido una relación cómoda con los profesores y entre ellos, se han sentido contentos en el salón. Pedagogos llevan años diciéndolo y no me voy a extender más.

2. 40% profe, 60% alumnos.

Uno llega a clases con las mejores intenciones. Con el plan cuidadosamente elaborado. Las actividades planeadas. Y todo sale mal. O no tan bien como a uno le gustaría. Es obvio que el éxito de lo que ocurre en un salón de clases depende de profes y alumnos... pero creo que un poco más de los segundos. Lo que no significa culpar por el fracaso a "un mal grupo" ni vanagloriarse del éxito obtenido con uno de esos grupos que "camina solo". Las cosas son como son, hay que darlo todo, pero algunas veces son mejores que otras.

3. Si no te estás divirtiendo, deja de hacerlo.

Se le llama burnout (consumirse, quemarse). Sucede cuando el cansancio es extremo y de pronto cuesta mucho encontrar la motivación. Nos cuesta ir a clases, nos da flojera, tratamos de hacer el mínimo indispensable para que no nos boten, pero ya no nos emociona. La chispa se ha ido. Hay mucho escrito al respecto: síntomas, razones, maneras de evitarlo. Cuando estamos en esta situación, lo mejor es descansar. Dejar un ciclo, un curso, a un colega. Cambiar los horarios. Algo que nos haga salir de este círculo vicioso y que permita encontrar otra vez esas razones que hacen que esto sea tan divertido.

4. Si lo estás haciendo por la plata, deja de hacerlo.

En serio. Todos hemos tenido profesores así. Van, dan su clase como autómatas, corrigen exámenes, imparten información, entregan notas. Fin. No nos acordamos de cómo se llamaban porque nunca hubo un vínculo real, y alguna vez incluso los escuchamos quejarse de "los alumnos" en abstracto, en medio del pasillo. Sé que la situación está difícil, que muchas oficinas no tienen proyectos y que hay que llegar a fin de mes pero, en serio, un profesor autómata no es un buen recurso. No hace a nadie feliz.

5. El sarcasmo en pocas dosis puede funcionar. En exceso pierde efecto.

No sé cómo explicar esto. Mucho sarcasmo es percibido como despectivo o cruel, o es tomado literalmente. El soltar una que otra cosa de vez en cuando puede mantener la atención, tener a la gente despierta, despertarse uno mismo. No sé cuál es el punto de equilibrio, estoy segura que se me ha pasado la mano más de una vez.

6. No tiene sentido competir con taller.

Esto para los profes de otros cursos. De nada sirve mandar un mega-trabajo para la semana previa a la entrega de taller. Sólo habrá respuestas pobres, malas caras y mucho stress gratuito. El stress en el estudiante no siempre es malo, pero que haya un propósito. Lejos de tratar de competir con taller, es mejor, cuando es posible, buscar incorporarlo a lo que sea que estemos enseñando.

7. Taller no es un ensayo de la vida profesional.

En otras palabras, no trates a tu alumno como te trató el peor cliente que tuviste. No entres en contradicciones con tu partner sólo porque te acordaste de esa vez que trataste de hacerle una casa a una pareja que estaba a punto de divorciarse. No lo explotes como te explotaron cuando eras practicante. El taller es una experiencia pedagógica, un lugar para la exploración, la experimentación y el descubrimiento. El pretender introducir toda la complejidad de variables de la vida real al interior de un espacio de enseñanza no ayuda a la producción creativa y a la adquisición de conocimientos. Y ya que estamos en este tema, taller tampoco es una carrera militar, una terapia de grupo o un taller de bullying.

8. No hay mejor alumno que ese que no te cree y pide que lo convenzas.

¡Uf, sí! Ese que se sienta al final, que no se quiere quitar la gorra (no te pelees por gusto), que a las justas te saluda y que, en el momento en el que mejor te está saliendo el floro, decide levantar la mano y contradecirte. Ese es el mejor. El divertido. El que te tiene todo el tiempo en ascuas y te obliga a revisar todo lo que sabes y todo lo que crees. Por supuesto que es un trabajo, y arduo, pero si todo sucede con respeto, no hay experiencia más rica. Ese es un alumno interesado e interesante, y va a hacer que tu clase sea mucho mejor, porque va a ampliar las fronteras de lo que tú podías dar.

9. No hay peor alumno que ese que cree que es tu cliente (y, por ende, tiene la razón).

Poco que decir al respecto. Ya sé que algunas universidades de hoy quieren mantener a su clientela y los tratan como reyes. Esto tampoco conduce a nada. Contra estos alumnos hay poco que hacer. Paciencia y que se vayan. Felizmente son pocos.

10. Quiero hacer esto por el resto de mi vida.

Sin lugar a dudas. ¡Que vengan los siguientes 10 años!

martes, 1 de diciembre de 2015

10 cosas que pasan durante las dos últimas semanas de clases

1. Crítica final obligatoria. Sólo viene un tercio de la clase. Todos quieren ser últimos en la lista porque, la verdad, ninguno ha hecho nada desde la clase anterior y esperan poder salvar la situación durante las tres horas de clase. Perdón, las dos horas y cincuenta minutos antes de criticar.

2. Inbox, sábado a las 10 de la noche. "Hola profe. Te mando mi replanteo de la intro de mi trabajo final para que me lo chequees antes de la entrega." Nombre de archivo finalfinalporlarcsmahorasi.docx

3. "Holiiiii". Saludo de la alumna que llega dos horas y dieciocho minutos tarde a la última clase del ciclo.

4. "¿La asistencia es obligatoria?" Pregunta del  80% de los alumnos de cualquier curso.

5. "Se vende. Reloj para plagiar en los exámenes". Anuncio publicitario visto más de una vez en Facebook.

6. Inicio de la última clase del ciclo. Se acerca una alumna: "Profe, el alumno X dice que no va a venir porque tiene un contratiempo. Que porfis no lo jales en faltas."

7. Publicación en un muy público muro de Facebook. "Aiudaaa!!!1 Algien ke tenga apuntes de historia 3 al dia parfavaaaaar. No se nadaaa!!!!1" [sic.]

8. "No, amiga, no puedo ir, te juro que de verdad que tengo entrega. Sí, ahora sí es importante, porque creo que me voy por 18." Alumna hablando por celular, escuchado en un pasillo.

9. Alumno que viene a criticar su trabajo final de investigación, del que depende si aprueba o no el curso. "Traigo un avance." "Ok." "¿Puedes leerlo?" "Ok." Profesora procede a leerlo. Son 3 párrafos con un total de 12 líneas. Mira al alumno. El alumno mira a la profesora. "¿Y? ¿Está bien?"

10. "O sea, en verdad yo lo que quería era investigar la importancia de la arquitectura en la vida de los individuos partiendo de la fenomenología, que en verdad no sé bien lo que es, pero me pareció chévere el título. Lo que pasa es que no me dio el tiempo y decidí mejor escribir sobre la última remodelación del Jockey Plaza, que tengo los planos porque era practicante de la oficina."

* Bonus: Durante la hora de clase. "Profesora, el alumno Y quiere saber a qué hora y dónde es su próxima clase." "¿Por qué?" "Porque la quiere ir a buscar allá." "¿Y por qué no viene a esta, en la que está matriculado?" "..."

viernes, 25 de septiembre de 2015

Lo que mis alumnos preguntan (y lo que me gustaría responderles), segunda parte

No vine la clase pasada porque me encontré un gatito recién nacido. ¿Me puedes borrar la inasistencia?
¿Un gatito recién nacido? ¿De verdad? ¡Qué liiiiiindo! Tráelo a clase y así podemos jugar con él en vez de desarrollar los contenidos que tengo que meter en tu cabeza antes del día del examen.

Encontré un pdf sin autor donde está todititita la información que necesito para mi trabajo. ¿Lo puedo usar?
¡Pero por supuesto! Y ya que estás en eso, ¿por qué no intentas también la wikipedia o el rincón del vago? Es importante triangular fuentes.

Quisiera construir mi tesis en este terreno: se encuentra en un acantilado de relleno sanitario al interior de una reserva natural y parece que al lado hay una huaca. ¿Dónde consigo los planos?
*Respira profundamente* No. No no no. No. Y no.
...
¿Cómo fue que llegaste a noveno ciclo? 

Moví la escalera medio metro hacia la derecha. ¿Está bien?
¡Detengan la clase! ¡Párense todos! Por favor, una ovación a esta promesa de la arquitectura universal que acaba de mover su escalera medio metro hacia la derecha. Te ha quedado lindi, corazón.

Estoy estresado/a. Llevo muchos cursos. 
¡Oy, pobechito/a! ¿Quién te manda a meterte en una carera cuya carta de presentación es "te vas a amanecer"? ¿Quién te manda, una vez en esa carrera, a llevar tantos cursos al mismo tiempo? Y, finalmente, como diría uno de mis queridos colegas, ¿en qué lugar de mi contrato dice que a mí me tienen que interesar tus problemas? (Gracias, Hugo)

No hice la tarea porque no encontré el libro que me recomendaste.
¡Pero si está en la biblioteca!
¿Qué, también tenía que buscar ahí?
...

¿La próxima clase vas a tomar práctica? Porque creo que voy a faltar.
Ah, qué bueno que me avisas con tiempo. Así puedo programar mi calendario e actividades en función de tu asistencia a mi clase. Es más, ¿no hay algún día de la semana en especial que querrías que tome las prácticas que tengo pensadas tomar? ¿Algún horario que te acomode mejor?

A mí me dijeron que eras buena gente.
Te mintieron.
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