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viernes, 16 de septiembre de 2022

¿Por qué se jubilan los críticos?

 De vez en cuando alguien hace la pregunta. 

¿Qué fue de Fulano Que Criticaba Arquitectura? ¿Por qué ya no publica nada? ¿Qué pasó con la página Tal? ¿Ya no la actualizan?

Y es así. Las páginas dedicadas a la crítica de arquitectura, ya sea a través de blogs, Facebook, IG o la plataforma de turno, tienen un ciclo vital. Empiezan con timidez, se van haciendo conocidas, llegan a un punto de frenesí de posts y luego, poco a poco, van muriendo.

¿Por qué?

Lo mejor sería preguntarle al Fulano en cuestión, pero creo que puedo soltar algunas hipótesis.

La razón más simple de identificar, cuando el crítico o la página desaparecen de improviso, es que fueron censurados. Poca gente querrá admitir la existencia de censura en un momento histórico en el que nos preciamos de libertad de expresión, pero lo cierto es que existe. Si no fuera así, ¿por qué muchos críticos escriben (¿escribimos?) bajo pseudónimos?

A veces la censura es directa. Una persona en una cierta posición de poder le pide al crítico, con o sin amabilidad, que deje de publicar lo que está publicando. Porque, si no deja de publicar... [inserte aquí una consecuencia funesta]. A veces es sutil. Alguna conversación aparentemente casual, la no consideración del Fulano para algún puesto o trabajo, la pérdida de auspiciadores, amigos, clientes.

Una siguiente razón es que los temas se agotan. Sobre ciertos aspectos de la arquitectura sólo se puede hablar hasta cierto punto sin caer en el riesgo de repetir y aburrir. Las ideas se vuelven masticados de sí mismas, los memes ya no dan tanta risa, y de pronto alguien dice "oye, eso ya lo publicaste el otro día".

Otra razón es la falta de tiempo. Muchos críticos que lo fueron de jóvenes, en la universidad o recién egresados, dejan de serlo cuando las cuentas, la familia, el trabajo, la vida misma ya no les dejan tiempo libre para prestarle a la crítica (y al contexto que la pide) la atención que requiere. Fulano regresa cansado del trabajo, sabe que tiene que poner dos cargas de lavadora y revisar la tarea del hijo, y al día siguiente despertarse temprano y volver a empezar. El tiempo libre, con un poco de suerte, le da para ver medio capítulo de serie de Netflix y ahí se acabó el día, la semana, el mes.

A veces el (ex) crítico se vuelve un poco tímido frente a las presiones y realidades del oficio que solía críticar. Lo que antes le parecía inconcebible se ha vuelto parte de su día a día. El "no puedo creer que los arquitectos hagan esto y aquello" desapareció, porque Fulano se ha vuelto el arquitecto que hace esto y aquello. ¿Con qué doble moral va a criticar ahora, sí ha se ha convertido en eso que alguna vez juró destruir?

Pero, finalmente, creo que la razón por la que el crítico se jubila, la más triste y dolorosa, es que se cansa. Más allá de unos cuantos likes y algún momento en el que su post se volvió viral, las cosas no cambiaron. Eso que criticó, y que produjo que la gente se indignara, sigue sucediendo. El archistar continúa impune, el proyecto sigue siendo mediocre, el premio sigue pareciendo vendido.

Y Fulano se cansó de predicar en el desierto. Mejor invertir las energías en otra cosa.

martes, 24 de mayo de 2022

Advertidos estábamos


Fotografía de Roberto Lagos
Finalmente llegó el día de la inauguración del famoso by-pass del óvalo Monitor, en Surco.

Y el tráfico en esa zona ha estado peor que nunca.

Podríamos argumentar que la novelería nos ganó. Que todos quisimos ir a ver el puente. Que todos quisimos subirnos, que todos quisimos nuestro selfie. 

Pero seamos realistas, es martes, 8:00 am, casi todos los seres humanos que estamos fuera de nuestras casas a esa hora es porque estamos apurados yendo a algún lugar.

No fue novelería entonces. Todos los que estaban  por ahí, simplemente querían ir de un sitio a otro. De la manera menos traumática posible.

Entonces, ¿por qué hubo tanto tráfico?

¿No nos habían prometido que este by-pass daría fluidez al tránsito vehicular de la zona?

Pues sí, nos lo prometieron. Nos lo prometieron personas que o no sabían que lo que prometían era imposible o, y espero que no sea el caso, personas que sabían que ese by-pass no ofrecería soluciones reales, pero tenían otras prioridades.

Sólo una vez más, lo diré, como muchísimos otros arquitectos y urbanistas mucho más informados que yo lo han dicho antes: Un by-pass no es la solución para la congestión vehicular.

No lo es.

No lo fue hoy, no lo será mañana.

Es como tratar de curar la obesidad dándole a la persona en cuestión un pantalón más ancho. 

viernes, 14 de enero de 2022

Nuestras inconexas ideas de ciudad

Como en muchas otras ocasiones, autoridades amenazan con destruir (o significativamente empeorar) un pedazo de ciudad.

En este caso se trata del proyecto de un viaducto elevado sobre la avenida Santa Rosa, en el Callao. Muchos han escrito textos elocuentes y certeros sobre los múltiples errores del proyecto. Sugiero revisar los hilos de Soñadores urbanos (@SonadoresCallao), aquí y aquí, el compilatorio de inversiones similares que resultan (resultarán) siendo fracasos de Lima como vamos (@limacomovamos), y la exposición de mejores futuros a cargo de @bryansaidem. Y me quedo corta.

Lo que siempre sorprende, sin embargo, no son las apasionadas defensas a lo absurdo, si no por un lado la tremenda indiferencia por parte de las personas que luego usarán o sufrirán el proyecto, y, por otro lado, las opiniones a favor. 

A mucha gente le gusta los bypass, los viaductos, las vías expresas y las avenidas de muchos carriles. Es fácil imaginarnos avanzar por ellas, a velocidad, en nuestros carros (así los tengamos o no), en una especie de disfrute de la ciudad. Es, de hecho, una fantasía tan atractiva, que se nos hace sencillo olvidarnos que, toques de queda a parte, sólo a las 3 am es posible ese tipo de desplazamientos.

Quien tiene la necesidad de atravesar la vía expresa de Javier Prado a "hora punta" sabe a que me refiero. 25 km/h es una velocidad muy optimista para una vía que es cualquier cosa menos expresa.

Lo mismo se puede decir de ciertos tramos de Paseo de la República, del bypass 28 de Julio del recientemente desaparecido Castañeda y, me atrevo a predecir, del futuro paso a desnivel del óvalo Monitor.

Lo sabemos. Lo hemos vivido. Entonces, ¿por qué seguimos pidiendo by passes y vías expresas?

Propongo una idea. Los pases a desnivel son precisamente, ideas, fragmentadas e inconexas, que en nuestra fantasía están ligadas al progreso, a la modernidad (como sinónimo de mejora), a la felicidad. Esta idea no es nuestra, no es original, y ni siquiera es contemporánea. 

A fines de la segunda guerra mundial, Estados Unidos inicio un proceso intenso de ocupación de las periferias de las ciudades: se crearon los suburbios, sobre terrenos que, al estar vacíos, permitían grandes lotes, avenidas de tres carriles y bermas centrales, centros comerciales y, sobre todo, la promesa de prosperidad (Diamond, 2020). Los boomers y sus padres abandonaron las ciudades con esta idea, y el paradigma de un garaje para dos carros, un amplio jardín y una parrillada los domingos trascendió las fronteras.

Hay mucho que decir sobre el fracaso de los suburbios. La idolatría al automóvil genera excesivo consumo de combustible; la gran distancia a las tiendas, compras al por mayor y desperdicio; la escala de las pistas, veredas por donde nadie camina; y un largo etcétera.

Sin embargo, las películas y las series nos siguen vendiendo esta idea. No como parte de un sistema organizado, compuesto de diversos elementos que, más o menos, funcionarían en conjunto. Son solo imágenes desconectadas. Ideas de un carro a velocidad, sin tráfico, y de una gran vivienda (propia), y de un jardín siempre verde. La esperanza de salir del trabajo, llegar a una casa (lo más rápido posible), en donde está la promesa de una vida mejor.

Ideas, al fin y al cabo.

Dentro de este conjunto de ideas, hay otras muchas ausentes: caminar por una alameda (como aquella que podría mejorarse en la Av. Santa Rosa), de transitar en bicicleta, tener un transporte público tan digo (lo suficientemente digno) que llegue a tiempo y con comidad; de tomarse las cosas con calma y no desear simplemente llegar, a toda velocidad, sino de tener un camino tan agradable que la ruta sea disfrutable.

No aspirar a tener uno o dos carros, sino luchar por un estado que, en vez de ofrecernos elefantes blancos sobrevalorados, se digne a darnos líneas de buses que no representen un riesgo a la vida de las personas.

La tarea es complicada y no sólo tiene que ver con la fiscalización a las autoridades. Tiene que ver con las ideas que consumimos, y la falta de alternativas. Tiene que ver con la poca oferta de imágenes que nos permitan soñar con una ciudad mejor. Y tal vez también tiene que ver con que las personas que poseen los conocimientos técnicos para explicarnos por qué estas ideas son erróneas, sólo son leídas por unos pocos. Sobre la construcción del bypass, todos los periódicos de la ciudad han escrito. Sobre por qué está mal, ninguno.

viernes, 1 de mayo de 2020

La ciudad post-COVID: una fantasía compartida

Lo entiendo, estamos un poco aburridos.

Y angustiados. Bastante angustiados.

Y necesitados de un mundo mejor. Aunque sea imaginario.

Y si lo imaginamos en grupo, puede que sea más divertido. Como cuando un niño y sus amigos empiezan a construir un planeta en el espacio, con dinosaurios, dragones, Iron Man, mantas y carritos.

Necesitamos creer que estamos en control de la situación, o que lo estaremos cuando se dé esa esperada, mítica y dilatada fecha: cuando acabe la cuarentena.

Es así que muchos arquitectos se subieron a la combi post-COVID.

¿Cómo será el mundo post-COVID? ¿Cómo será la vivienda del mañana? ¿La ciudad? ¿La movilidad? ¿Las relaciones sociales?

Todas son preguntas importantes, loables, y, en muchos casos, la presión de la prensa nos fuerza a tratar de responderlas. 

Pero ya basta.

No estamos listos para responder las preguntas porque la única respuesta real, en un mundo completamente carente de certezas es "no lo sé".

O, me corrijo, las posibles hipótesis que apunten a respuestas reales podrían partir - como lo han hecho algunos artículos recientemente publicados - de una evaluación de nuestra historia y de lo que ya conocemos. Epidemias pasadas, propias y ajenas; errores de planificación o de ejecución; diseños de espacios en la historia; manías recurrentes de nuestra sociedad. 

Las posibles respuestas podrían estar en volver a recorrer los caminos que nos trajeron hasta aquí y tratar de encontrar los puntos débiles. Tal vez de observar, con atención científica (es decir, sin opiniones ni conclusiones apresuradas) lo que está sucediendo hoy. No mañana. Mañana no existe.

¿Pero qué tiene de malo imaginarnos un post-COVID? ¿Por qué no hacerlo? ¿No sería una adecuada preparación?

Si el imaginarlo nos calma las angustias, no no tiene nada de malo. Si nos prepara para posibles escenarios futuros, por supuesto, es necesario.

Lo que me preocupa es que son muy pocas las reflexiones de ese tipo. 

Asistimos a webinars, conversatorios via zoom, videos, textos, con arquitectos que, desde su sala, o mejor aún, desde su biblioteca, repiten frases trilladas, perogrulladas. Ganamos likes y 5 minutos de fama.

Pero el problema es que hay gente que se lo cree; que va a pensar que, desde la comodidad de mi hogar y a través de la libre asociación de ideas, estoy en grado de dar soluciones respetables a problemas tan complejos. Problemas que, además, vienen incubándose desde hace décadas, si no siglos. 

Es una actitud irresponsable, que socava los pocos logros de la investigación científica en arquitectura y otras disciplinas afines. En el marco del figuretismo, las verdaderas reflexiones que podrían conducirnos a posibles respuestas realistas, se pierden. 

Así como la sobre información nos empieza a anestesiar hasta la indiferencia frente a lo que verdaderamente debería llamarnos la atención, el exceso de opinólogos nos está saturando, y eventualmente puede suceder que las soluciones facilistas reemplacen la investigación futura.

Fuente: https://www.clipart.email/clipart/
blanket-fort-clipart-black-and-white-320377.html
Conversemos y tratemos de calmarnos juntos. Démonos abrazos virtuales a través de una pantalla y juguemos a ser colonizadores de un nuevo planeta, con dinosaurios y dragones. Pero seamos conscientes de que no pasa de ser eso. Lo que ofrecemos no son verdades, sino una fantasía compartida.

Un juego.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Lo que le juega en contra a la crítica

Independientemente de los arquitectos amodorrados a quienes le incomoda la crítica, y de los que sienten que ésta no vale la pena, hay  factores externos, fuera del crítico y del proyectista, que dificultan mucho el recorrido de la crítica arquitectónica:

1. Los premios 

Una vez, hace algún tiempo, se me ocurrió criticar la forma del edificio de la UTEC en una foto del acantilado que alguien había colgado en Instagram. Segundos después saltó alguien a llamarme ignorante. El edificio en cuestión ha ganado premios, ¿es que acaso no lo sé? Por lo tanto, debe ser bueno y no yo debo criticarlo.

Ajá.

Los premios son políticos. Suelen tener motivos, a veces explícitos, a veces escondidos. Hay una agenda detrás del nacimiento de un premio, y otras agendas detrás del otorgarlo. Algunos premios son más transparentes que otros, tienen un jurado más plural, o se ganan por puntajes fríos y objetivos. Muchos otros son producto de cafés a media tarde, tragos a media noche, complicidades y objetivos alternativos.

En cualquiera de los casos, incluso cuando el premio es otorgado de modo objetivo y transparente, eso no implica, en ninguna instancia, que el proyecto no pueda ser criticado. ¿Quién soy yo frente a un jurado RIBA? Otra voz. Otro punto de vista. No mejor, pero sí válido.

Si lo que está impidiendo la crítica es que un edificio ha sido premiado, o reconocido por Fulano de Tal, Gran Arquitecto, entonces vale la pena cuestionar la importancia que nosotros damos a las opiniones de los demás. La crítica es, después de todo, un ejercicio de libertad.


2. Los starchitects

Arquitectos estrella, arquitectos mediáticos, grandes conferencistas, leyendas, figuretis. Independientemente de su talento (o falta de, a veces), el arquitecto que alcanza cierta notoriedad parece ser intocable. 

Por una lado, se trata de una persona que suele tener bastante carisma, da charlas motivadoras, convence, es persuasivo. Por lo tanto, logra vendernos su idea, sus proyectos, su aparente calidad, nos convence de una ilusión de empoderamiento. Y se salva de que lo critiquemos porque nos cae bien. 

De eso nos nace una cierta indulgencia. Nos enamoramos del personaje y nos olvidamos que es la obra lo que tenemos que mirar.

Con los starchitects también pasa un poco como con los premios. ¿Quién soy yo para criticar la obra de Mengano, que ha construido tanto, que es tan reconocido, que sale tanto en las revistas? 

Otra vez nos estamos privando de la posibilidad de ejercer nuestra libertad. Criticamos a la obra, no al arquitecto. Esto no implica que éste tenga menos carisma, que sus frases motivadoras dejen de serlo, o que todo lo que haga a continuación vaya a estar mal. Si en verdad es tan simpático como parece, que encaje también la crítica y siga siéndolo.


3. Los medios de comunicación

Las redes sociales y plataformas como ArchDaily nos venden la idea de empoderamiento. Nuestros likes pueden ayudar a decidir la obra del año. Nuestros comentarios pueden ser publicados en esa página. Podemos hacer ver a los demás las obras que nos han parecido buenas. 

Sin embargo esta es una ilusión. A más oportunidades de participar, más parece que caemos en la modorra. 

Son tantas la plataformas, tantas las posibilidades, que día a día estamos siendo bombardeados de imágenes de proyectos, cuidadosamente estudiadas, todas muy parecidas, que nos sobresaturan los sentidos al punto de anestesiarnos. A fuerza de estar expuestos una y otra vez al mismo ángulo del muro blanco, a la misma piscina turquesa, a la misma casita de madera oscura con techito a dos aguas, al mismo volado, ya no vemos. Ya no sentimos. Ya no criticamos.

Esta avalancha de imágenes nos apabulla de un modo tan sutil, que ni siquiera somos conscientes de estar apabullados. Repartimos likes con la soltura de quien respira. Miramos fotos sin realmente verlas. Como consecuencia, le damos a todo una tácita aprobación. Nada nos mueve, nada nos conmueve, no indagamos y, por ende, no criticamos.


4. La academia

Pocos son los ambientes académicos en donde realmente se busca cultivar el espíritu crítico de los alumnos. A pesar de ser un objetivo escrito en los planes de estudio, lo cierto es que tener alumnos críticos es sumamente incómodo para el ejercicio de la docencia.

El alumno que contesta, que no está de acuerdo, que alega, es un alumno conflictivo. Su crítica demora más de lo necesario, distrae la atención del resto, a veces nos parece majadero. En lugar de promover un diálogo, la crítica se vuelve un rebote de argumentos, dichos no con la intención de construir algo a través del diálogo, sino como defensas a un ataque percibido por ambas partes. Los participantes rara vez se están escuchando.

Es curioso porque, en arquitectura, la crítica es uno de los principales recursos pedagógicos. Los alumnos llegan con una propuesta, los profesores opinan sobre ella. Esta dinámica, que podría ser una oportunidad para el diálogo, termina siendo unidireccional. El profesor critica, el alumno asume, cabizbajo. No hay diálogo, no hay respuesta, no hay trabajo conjunto. 

Luego el alumno se aleja, a explicarse a sí mismo o al amigo de al lado las cosas que no pudo decir durante la crítica. Y finalmente este alumno se convierte en egresado, y jura para sí mismo que nunca más tendrá que pasar por esa humillación. Se vuelve poco resistente. Picón. Criticón entre dientes.


Estos cuatro factores seguirán estando ahí, acaso cada vez con más fuerza. Luchar contra ellos, en algunos casos, parece herejía. Sin embargo, parafraseando a Luigi Ciotti, en la herejía está el coraje, la responsabilidad y la coherencia.

domingo, 28 de abril de 2019

Crítica a la Villa Panamericana de Lima (José Cepero)

Estamos a escasos meses de que la inauguración de uno de los eventos más importantes que se ha llevado a cabo en la ciudad de Lima. Los juegos panamericanos son “el evento multideportivo más importante del continente y el tercer más importante del mundo, solo superado por los Juegos Olímpicos y el Mundial de la FIFA” (Semino Voysest, 2019). Lima tendrá el honor y el deber de poner en alto su prestigio frente a la mirada de millones de espectadores que seguirán este evento.

Muchos han sido los comentarios sobre la pertinencia de su realización considerando la coyuntura de los últimos años. Aún así, el compromiso se adquirió cuatro años atrás cuando el, en ese entonces, alcalde Castañeda flameó la bandera olímpica en la ceremonia de clausura de los Juegos Panamericanos de Toronto 2015. Debimos saber que, desde momento, algo no andaba bien.

Villa Panamericana (Publimetro)

Vuelvo al 2019 y entre las noticias de estos días encuentro una galería de fotos de la nuevísima Villa Panamericana de Lima. Al terminar de leer la noticia y ver la galería de fotos solo pienso en una cosa. ¡QUÉ MIERDA!, perdimos LA oportunidad del Siglo como ciudad. Pobre de los que vayan a comprar esos departamentos. Un buen amigo (que no es arquitecto) me preguntó por qué considero que este conjunto es tan malo y quise responderle de la manera más clara. De nada servirá la lección si quienes no son arquitectos, pero sí ciudadanos de esta parte del Perú, no son conscientes de la desgracia que se ha construido. Vamos por puntos. 

1. Hubo una gran discusión sobre dónde construir la Villa Panamericana desde que se recibió el encargo. La decisión final (motivada por la premura del tiempo) fue utilizar parte del terreno del parque biotecnológico de Villa el Salvador. Este era un terreno destinado a un parque zonal con mucha área y volumen verde acompañado de una planta de tratamiento de aguas. En una ciudad que carece de verde a niveles trágicos, cambiarle la zonificación a un terreno de este tipo para construir vivienda es un despropósito enorme. Existen otros terrenos donde pudo haberse construido. Por ejemplo, un sector de la base Las Palmas, teniendo en consideración que el ejercito peruano ha estado directamente involucrado en la ejecución de obras para los juegos (Andina, 2018).

2. La orientación de los edificios. En arquitectura siempre se trata de disponer los edificios de un conjunto de viviendas de tal manera que se aprovechen al máximo las condiciones climáticas y así asegurar iluminación y ventilación natural. 

“El conocimiento del movimiento solar es importante para poder realizar de forma adecuado (sic) el inicio del proceso de diseño en la arquitectura, con la elección de orientaciones, debido a que es el sol el que va a influir notablemente para las condiciones ambientales interiores de la edificación” (Gomez, 2017)
En un vistazo rápido de la orientación uno se da cuenta que, al amanecer, las zonas de los edificios más cercanas al oeste no recibirán nada o casi nada del sol de mañana. En los meses de invierno esos departamentos serán más oscuros que el alma de varios políticos peruanos. Seamos claros, luego de los juegos habrá limeños que vivirán en esos departamentos. Lo mínimo que merecen es despertarse con un ambiente bien iluminado.

3. Sobre la ventilación. En los meses de verano al ocultarse el sol, los edificios cuyas caras den hacia el sur recibirán directamente el sol de atardecer. La sensación dentro de estos ambientes será poco agradable, por no decir un pequeño infierno. Según lo que se puede ver por el tratamiento de las fachadas es difícil suponer que hay posibilidades de que el viento tenga un “hueco” (vano para los arquitectos) por donde entrar y otro por donde salir. Eso, en arquitectura, se llama ventilación cruzada. Asegura que los ambientes no se vuelvan espacios en los cuales el viento no circule. Se trata siempre de que el aire caliente acumulado salga de los espacios.

4. Sobre los interiores. Creo que lo más trágico de esta noticia (ver galería de fotos) es la segunda imagen donde se ve el interior de uno de los dormitorios. Esa forma alargada del espacio es la peor que se puede utilizar para un dormitorio cómodo. Por querer asegurar espacio para dos camas se han pegado a una pared y se ha dejado un pasillo al lado. Un caso extremo es la mesa de noche puesta a los pues de la segunda cama porque no alcanzó espacio para ponerla al lado de la cama como es lógico. Claro, si fuera así no se permitiría el paso al fondo del cuarto. Por otro lado, la ventana de ese “dormitorio” está a cuando menos 2 metros de la segunda cama. La luz natural no ingresará lo suficiente a ese espacio para que el pobre deportista se despierte y pueda llegar a tiempo a su prueba. La imagen se ve iluminada porque claramente se ven prendidas las luces artificiales. Imagínense el gasto energético de tener que encender la luz eléctrica durante el día porque la luz del día no entra lo suficiente. Todo esto por el mal diseño de la arquitectura.

Tema aparte son las cabeceras metálicas de esas camas que nos hacen recordar a la cama de la abuela (la verdad la de mi abuela era hermosa comparada con estas). Ni hablar del enchufe que se ve a la mitad de la cama. El pobre deportista que duerma en ese lugar no podrá dejar su |celular cargando en la mesa de noche, a menos que tenga un cable de dos metros, claro. Y si lo deja en la cama probablemente este aparezca luego en el piso. En resumidas cuentas, varias celdas de cárceles alrededor del mundo son más dignas que este dormitorio.

5. Sobre los pasillos. Se han construido pasillos extremadamente largos. De nuevo falta iluminación natural, tan importante para la vida humana. Estos serán oscuros durante el día a menos que se enciendan las luces. Es decir, gasto innecesario de energía eléctrica por, reitero, mal diseño arquitectónico.

6. Sobre los espacios públicos alrededor de los edificios. 1.       Se sabe que cuando los vientos pasan por calles con edificios altos aumentan su velocidad y eso agudiza la sensación de frío. Se aplica casi de manera perfecta el principio de Bernoulli que sostiene que un fluido aumenta su velocidad cuando el canal por el que se traslada reduce su sección. “Si varias torres están cerca las unas de las otras, se crea un efecto conocido como “canalización”, una aceleración del viento creada cuando el aire tiene que pasar por un espacio estrecho” (Parkinson, 2015)


Durante los meses de invierno esos túneles de viento que se han formado entre los edificios por su cercanía harán que sea bastante incómodo estar en esos jardines o posibles juegos para niños. Espacios que deberían estar diseñados para promover al aire libre de los futuros propietarios se ven afectados por malas decisiones en la etapa de diseño.

7. Sobre la estética de la Villa. Una comunidad sin identidad está destinada al fracaso. Usemos de ejemplo la Residencial San Felipe. Este conjunto tiene una identidad muy fuerte, quién podría negarlo. En gran parte, se lo debe al diseño y distribución de sus edificios, departamentos y espacios públicos. A pesar de ser edificios que se repiten, no se puede decir que son genéricos como en este caso. Por el contrario, en la Villa Panamericana, el diseño pobre de las fachadas con varios muros sin ventanas (ciegos para los arquitectos), patrones repetidos hasta el hartazgo, techitos (aleros) sobre las ventanas que no parecen tener ningún sentido más que la decoración solo hace referencia a cualquier condominio genérico de cualquier inmobiliaria del mercado. Se entienden las lógicas del negocio inmobiliario, pero, por la importancia de una Villa Panamericana, ¿no había que hacer un esfuerzo mayor por tener un proyecto emblemático de vivienda promovida por el estado? Sin comentarios con respecto a esas formas que intentan crear un “mural” que identifique a la villa.

Estoy seguro que los puntos considerados en este artículo son solo algunos temas críticos del diseño pobrísimo de este conjunto. Seamos honestos, cualquier alumno medianamente talentoso de alguna facultad de arquitectura peruana podría proponer un proyecto con muchas más virtudes que este.

Que no se diga que quienes hacemos crítica de arquitectura lo hacemos por joder sin proponer. Basta con echar un vistazo a la historia de la vivienda colectiva en el Perú para encontrar buenos ejemplos. Matute, Mirones, Torres de Limatambo, Torres de San Borja, Ciudad Satélite de Santa Rosa y siguen firmas. Hasta los años 80’s el Perú era uno de los países con más prestigio en el desarrollo de vivienda. Luego ya sabemos lo que pasó y se dejó de invertir en esto. Ahora es tan solo un facilitador de fondos y políticas públicas.

Finalmente, la Villa Panamericana de Lima representa lo que serán estos Juegos Panamericanos: otra oportunidad perdida. De invertir en puntos de la ciudad que lo necesitan, de usar un evento tan importante como impulso para cambiarle la cara a algunas partes de Lima, de desarrollar infraestructura deportiva en zonas en las cuales se pueda usar post juegos, de reordenar el sistema de transporte para no tener que movilizar a los deportistas en buses privados o en taxis. Así van las cosas.


Para referencias de cómo se puede aprovechar un evento de esta magnitud para cambiar las ciudades ver lo que se hizo en Barcelona para los juegos del 92. Ese fue un punto de quiebre para su desarrollo urbano.


Noticia base para la crítica

Referencias:

Andina. (7 de 04 de 2018). andina.pe. Obtenido de https://andina.pe/agencia/noticia-ministro-defensa-destaca-apoyo-del-ejercito-a-juegos-panamericanos-lima-2019-705788.aspx
Gomez, A. (2017). Repositorio URP. Obtenido de http://repositorio.urp.edu.pe/xmlui/bitstream/handle/urp/1118/Alejandro%20Gomez%20%282017%29%20Sol%20y%20Arqitectura.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Parkinson, J. (14 de 07 de 2015). BBC Mundo. Obtenido de https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150713_rascacielos_base_viento_intenso_wbm
Semino Voysest, B. (1 de 18 de 2019). elperuano.pe. Obtenido de https://elperuano.pe/noticia-en-panamericanos-lima-jugamos-todos-74861.aspx 

sábado, 1 de diciembre de 2018

Primum non nocere I: las herméticas torres de oficinas

Primum non nocere. Desde el juramento Hipocrático (siglo IV a.C.), se incluye esta noción como la primera de las reglas a cumplir por un médico. La bioética contemporánea la traduce como inocuidad (non-maleficence): es preferible no hacer nada, que hacer algo que pueda dañar o empeorar una situación dada.

Los arquitectos y los médicos compartimos una característica fundamental: ambos desempeñamos profesiones al servicio de la gente. El primum non nocere debería aplicarse a nosotros con el mismo rigor.

Sin embargo, resulta tan extraño en la práctica cotidiana. ¿Cuántos ex-terrenos eran mejores que los edificios que actualmente los ocupan? ¿Cuántos barrios se han arruinado por el producto de los arquitectos?

Los ejemplos son muchos, pero empezaré por uno que me parece especialmente grave, porque el daño que comete no es sólo estético (apreciación subjetiva y cuestionable) sino ecológico. Es decir, nos hace daño a todos.

Los edificios con muro cortina, enormes prismas de colores metálicos, se pusieron de moda, en otras latitudes, durante los años 80. Crisis económicas y terrorismo nos mantuvieron a salvo de ellos hasta fines de los 90, cuando se convirtieron en la nueva y mal entendida "arquitectura moderna" en Lima, símbolo de un boom que emocionó a economistas, ingenieros y, por qué no, arquitectos. Actualmente proliferan, con velocidad alarmante, en distintos puntos de la ciudad.

Ya se ha argumentado que el emplazamiento de estos conglomerados de oficinas genera congestión en zonas de la ciudad que están mal preparadas para un incremento tan dramático del flujo vehicular. También se ha dicho que son edificios que generan espacios desagradables, fuera de escala y poco acogedores en su conexión - o falta de - con la calle.

Los sobre costos de algunos de estos proyectos, la poca integración con el contexto, lo aburrido de sus formas, lo complicado de su limpieza, lo predecible de la fórmula de oficina como diseño arquitectónico, son otros aspectos a mencionar.

Yo priorizo el problema de la ventilación. La nula importancia que se da a la orientación, sumada a que muchos de estos edificios emplean ventanas que no se pueden abrir, hace indispensable el uso constante de aire acondicionado. En Lima. Todo el año.

Es cierto que hay meses en verano en donde un poco de aire fresco no nos caería mal, pero la mayor parte del año, una ventana abierta o cerrada puede solucionar el problema del confort térmico al interior de casi cualquier construcción concebida con sensatez. 

El mal diseño, que sucede con alarmante frecuencia en estas torres, obliga a sus dueños o arrendatarios a un gasto constante de energía en ventilación artificial. Si, además, se trata de edificios que, por razones de imagen, utilizan cristales oscuros, a dicho gasto hay que agregar la necesidad de utilizar luz eléctrica todo el día.

(Fuente: http://www.gym.com.pe)
El uso permanente de ventilación artificial, además, tiene efectos negativos en la salud de sus usuarios (Robertson et al., 1985; Yu et al., 2009), especialmente en lo concerniente a las vías respiratorias. Son edificios que nos enferman.

¿Por qué se siguen construyendo? Una idea equivocada de imagen institucional, un simbolismo impuesto que asocia estos edificios con oficinas productivas y "modernas", en suma, una más de tantas modas dañinas en la historia. 

¿Tenemos que ignorar a las torres de oficina de muro cortina, entonces? No lo creo. Muchos de los problemas planteados encuentran solución en el sentido común. Evitar que las cuatro fachadas sean iguales y considerar, en lugar de esto, la orientación del edificio y los frentes en los que se debe evitar el asoleamiento; el uso de membranas o parasoles incorporados al diseño del edificio; la posibilidad de una ventilación natural por medio de, solución más que obvia, ventanas que puedan abrirse (el edificio administrativo de la Universidad Nacional de Centro del Perú, con climas más adversos y muchos otros temas criticables, lo hace). Estoy segura que hay muchas otras posibilidades que deberían ser ejercicio creativo de arquitectos. 

Claro, si las ventanas se abren, el prisma ya no se verá "limpio", término con lo que muchos arquitectos tienden a obsesionarse y que nada tiene que ver con la higiene. Bueno, toca preguntarnos, ¿qué es preferible?

lunes, 13 de noviembre de 2017

El gran Teatro Nacional (André Velásquez)

Cuarta entrega de "Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)". Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición del blog.

Ignacio esperaba el Bus en el paradero mientras miraba los inmensos ventanales del gran edificio que con su sombra bloqueaba los únicos rayos de sol que salían de ese cielo gris que lo acompaña todos los días en su trayecto al trabajo. Se sentía minúsculo al verse reflejado en ese inmenso cristal, un poco intimidado también. Quería sentarse, sus pobres piernas no soportaban más la espera y la edad no le favorecía, pero no había ninguna banca. Seguro no era el único con esa necesidad, había ciertas caras de fatiga a su alrededor, pero nadie se atrevía a subir esos largos, distantes e indiferentes escalones. Mira más allá te puedes sentar, tal vez en el suelo apoyando tu espalda en ese muro chato que separa al edificio de la cuidad, ya no importa si te ensucias un poco, igual se ve impecable todo, vacío y frio. No hizo nada y se quedó parado esperando. Por fin llegó el bus, pero claro, era hora punta y no entraba nadie más, ¡¿cómo se atreve a seguir llamando gente ese cobrador?! decía. Hoy no era su día de suerte, sentía que la ciudad lo odiaba, no había ni una miserable banca. Cómo era la ciudad, ¿no? Tanto edificio enorme, altísimos, tanto ministerio, biblioteca y estación de la cultura, edificios emblemáticos hechos supuestamente para representar a un país, sin embargo, él ahí, incómodo, sin pertenecer en lo absoluto. No estaba seguro de cual era cual, igual todos eran diferentes como compitiendo entre sí, disputándose el puesto al más “antisocial”. Bueno, al fin y al cabo, sólo estaría ahí mientras esperaba su bus, ¿Por qué tanto problema entonces? Justamente el problema era ese. Nuevamente, otra pregunta ¿Por qué el techo tan grande e inclinado? Tanto espacio y puro cemento hacían una barrera entre la cuidad y el edificio y él que sólo quería sentarse y de nuevo ninguna banca, como le dolían las rodillas. La gente caminaba con mucha prisa, acelerados y aplastados por ese desproporcionado muro de cristal y en la otra calle el gigantesco muro naranja con su recubrimiento deteriorado y la distancia del muro de piedra con sus baldosas monolíticas y fuera de escala parecen tener el mismo fin: hacer que sigas tu camino sin detenerte en lo absoluto, excluirte en vez de acogerte. Ignacio respiró profundo como armándose de valor, pero ¿para sentarse? Que ironía. Subió los eternos contra pasos mirando a los costados y se dejó caer cerrando los ojos hasta que una voz ¡señor! ¡señor! ¡No puede estar acá, Por favor! interrumpió su momento de paz y él que quería tanto sentarse, pero con razón era único ahí en el suelo. Cuando abrió los ojos, el vigilante estaba a su lado con la mano estirada en dirección al paradero. El interior seguro era mucho más acogedor, que desperdicio de espacio alrededor, pensó.

Roberto, se encuentra haciendo una visita guiada al Gran Teatro Nacional. Desde el foyer, se puede ver todo con claridad, una gran vista en esquina y el techo muy alto, toda la gente caminando de prisa en la estación de metro y la Javier Prado siempre llenísima de autos. El muro cortina parece un gran marco que encuadra como una imagen en movimiento la actividad constante de la calle. Sin embargo, hacia el otro frente sólo se ve un muro plano, altísimo y en penumbra. Un poco vacío para ser un edificio cultural ¿no? ¿A dónde voy? La sensación de desorientación se apodera de él y siente miedo, busca una señal para saber a dónde ir pero nada. También se pregunta ¿dónde está el teatro?, ¿por dónde se ingresa? No se imagina que más hay al fondo. Menos mal la guía está ahí para ayudarlo a entender lo inentendible. Ahora en la sala de conciertos, la sensación es totalmente diferente, por fin algo que te hace sentir cerca de la música. ¡Qué extraño! parecen todos espacios distintos como diseñados por dos arquitectos diferentes, por un lado, el teatro en forma de herradura y por el otro el resto del edificio. Rápidamente percibe que se trata prácticamente de dos proyectos diferentes, como si alguien hubiera diseñado el exterior y otro el interior del teatro, el problema es que al parecer los que diseñaron ambos proyectos nunca conversaron ni se pusieron de acuerdo; las diferencias y la percepción del espacio son sustanciales. Acá el espacio es más agradable, es muy silencioso y la madera que recubre toda la sala, cada butaca incluso hasta el escenario le da calidez al espacio, muchísimo más acogedor que el hall de ingreso o el aplastante techo y las infinitas escaleras por las que entró al edificio; la primera impresión no fue tan buena. Pareciese como si cada butaca tuviese la vista perfecta hacia el escenario, excepto si sigues caminando hacia los extremos de la herradura, la vista se va desviando, el pasillo se va haciendo más estrecho y no se siente nada cómodo. Pero todo se oye tan bien desde cualquier punto, la música por fin logra destacar en el espacio, deberían de incluirla también en el resto del edificio.

Ahora, Catalina se prepara para salir a escena. ¡Qué nervios! el tiempo pasa muy rápido, deberían de dar más tiempo de preparación dice. Aunque no parezca, ese momento es incluso mucho más aterrador que la puesta en escena. Los pasillos de cemento con las instalaciones colgando en el techo parecen fragmentos traídos de un laberinto, ojalá se pueda respirar más tranquilo en los camerinos, piensa. La poca cantidad de salas de ensayo, ballet y coro no abastecen a un teatro de tales dimensiones y tantos artistas, Catalina se siente sofocada pues a pesar de estar preparándose y requerir de su espacio para concentrarse siente que se lo han arrebatado. Nuevamente, el problema de diseñar un edificio por partes separadas y por arquitectos distintos, sin consenso alguno. Finalmente, llega a los camerinos, prácticamente igual de estrechos que los pasillos. ¡Los artistas merecemos algo mejor que un cuarto con lockers y un baño!, piensa; está más estresada de lo que debería y no falta nada para que salga a escena. La arquitectura ha fracasado para ella. Qué desorganización, no es agradable cenar en un gimnasio, huele extraño y se nota que no es una cafetería, no se distingue bien que espacios se puede acceder, es confuso incluso parece que es la zona de servicio.

El recital terminaba y con el también el día. Los espectadores se retiraban de prisa, nada los detenía a quedarse, parece que el teatro era como una cajita a cuerda, esas donde una muñeca baila en círculos y cuando se cierra la caja no se escucha nada. Acabada la obra, acabado el espacio. ¿Por qué no podía ser un lugar más inclusivo? Que los demás en el exterior noten que ha habido un espectáculo, tal vez eso les causa interés y más gente se quiere involucrar en eventos culturales, al fin y al cabo, muchos son gratuitos. La multitud quiere quedarse hablando, discutiendo sobre lo observado, pero donde pueden sentarse, este no era un edificio para quedarse, el foyer parecía solo de paso. Si no era el foyer ¿Qué pasó con el hall, o el espacio público del exterior? ¿Dónde está la cafetería? Igual el clima no es tan frío en Lima como para quedarse afuera un rato. 

A lo lejos se escucha decir a uno de los asistentes a la obra, ¡OYE, no te has dado cuenta, es un desperdicio de edificio, una oportunidad tirada al tacho!

(upload.wikimedia.org)

viernes, 10 de noviembre de 2017

Plaza San Miguel: El "primer" centro comercial del Perú y su involución (Natalia Regalado)

Tercera entrega de "Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)". Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición del blog.
Luego de publicada esta reseña, varias personas señalaron que el CC Plaza San Miguel no es el primer centro comercial del Perú. De todos modos, se ha mantenido el título original, al que solo se han añadido comillas.

La mayoría de personas podría imaginarse que el primer centro comercial fue Camino Real, por su ubicación céntrica y por establecerse en uno de los distritos más pudientes de Lima. Sin embargo, a mediados de los años setenta Plaza San Miguel emergió como hito en uno de los distritos de clase media menos poblados de la ciudad. La razón por la que decidí criticar este edificio es porque no solo he sido usuario de este a lo largo de mi vida, sino porque su popularidad creció mientras yo lo hacía y he podido notar cada cambio significante que tuvo.

Durante los años noventa, Plaza San Miguel era frecuentado en su mayoría por los vecinos del distrito. Había ciertas tiendas reconocidas y otras independientes. El edificio se ubicaba en el centro y era rodeado por puestos de estacionamiento. Las vías interiores no eran techadas y éstas conectaban a todas las tiendas, incluyendo a las tiendas ancla y se encontraban en un punto central donde había una zona de juegos mecánicos y plazas escalonadas donde ocurría toda clase de eventos en días festivos importantes. San Miguel, en ese entonces, carecía de espacios de encuentro de tal popularidad. A pesar de tener una gran área de estacionamiento de por medio, el ingreso desde las avenidas y calle era casi sutil pues la entrada era suficientemente ancha y no había cerramientos de por medio. El diseño del centro no hacía sentir al público forzado a comprar. Las plazas, escaleras y bancas que formaban parte de la zona de encuentro ofrecían suficiente espacio para que la gente se reuniera sin ningún fin comercial. A pesar de ubicarse en una extensa área, todo el edificio era de un nivel y uno era libre de poder recorrer y atravesarlo pues tenía múltiples salidas hacia las cuatro fachadas. El área de estacionamiento representaba un gran retiro de modo que los muros ciegos del centro no eran visualmente agresivos.

A finales de los años noventa, con el desarrollo urbano del distrito y la aparición de nuevas cadenas de tiendas extranjeras, se empezó a edificar en las áreas de estacionamiento. La tienda por departamentos existentes y supermercado, Saga Falabella y E. Wong respectivamente, añadieron más niveles. Pero el mayor impacto que causó este cambio fue la llegada de Ripley. La ubicación de este bloque de cuatro niveles se destacaba del resto del centro comercial por su gran tamaño y bloqueaba parcialmente la entrada hacia el centro desde la avenida La Marina. La cercanía de este gran edificio hacia la avenida y su exterior contrastaban fehacientemente con el resto del centro. En los años posteriores, la aparición de nuevas tiendas en el resto de los terrenos que pertenecían al centro comercial y la ampliación de este hacia la calle Mantaro marcaron el inicio de la transformación de lo que era un punto de encuentro desapercibido a un centro saturado de tiendas que eran agregadas de forma aleatoria y desordenada al diseño original. Si bien el crecimiento del centro respondía a la demanda de contar con nuevas tiendas que otros centros comerciales más grandes tenían, la suma de estas no se previó y la adición de dos niveles más, el enrejado exterior y un patio de comidas hizo que otra entrada sea obstaculizada por está saturación. En los últimos dos años, todavía se sigue añadiendo tiendas en lo que quedaba de los puestos de estacionamiento y la altura del centro comercial sigue creciendo.

Dado que la ampliación ha ido ocupando los antiguos lotes de estacionamiento, la percepción de Plaza San Miguel ha cambiado. Las fachadas desde la avenida La Marina, Universitaria y la calle Mantaro han quedado como grandes muros ciegos que permanecen desconectados y abrumadores al entorno. El gran bloque en que se está convirtiendo ya no invita al peatón a ingresar de forma sutil al centro. La adición de nuevas tiendas y las improvisadas entradas a los estacionamientos subterráneos cortan la circulación peatonal que antes era continua y uno casi debe adivinar por donde puede entrar al centro sin tener que pasar por alguna tienda ancla antes. No se trata de que la improvisación en el crecimiento de Plaza San Miguel tenga menos valor que una gran área para puestos de estacionamientos que este tenía hace dos décadas, sino que nunca se dio importancia a la necesidad de tener espacios previos, de transición hacia el ingreso del centro comercial. Cosa que el diseño original si había previsto en el interior y que esa gran área de estacionamientos, diseñada para el auto, servía mejor al ser un gran retiro a que el peatón tenga que enfrentarse de forma tan abrupta a un gran bloque ciego de tiendas por departamento.


El crecimiento económico, la demanda de nuevos centros comerciales en todos los distritos y el prototipo de centro comercial americano causó el rápido incremento de nuevas tiendas y nuevas cadenas de restaurantes y cafeterías como símbolo de desarrollo e inversión en los distritos emergentes en los que cada vez la clase media era la mayoría. Plaza San Miguel se extendió, pero no evolucionó como edificio público y para el público. Le da la espalda al usuario peatón que fue siempre el recurrente, interrumpe y crea nudos de tráfico alrededor que mientras más se satura, más desdén provoca pensar si realmente uno quiere ir a caminar o reunirse o siquiera ir a comprar a este centro comercial. 

laplazaperu.files.wordpress.com 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Los querubines del Real Plaza Salaverry (Maria Pía Berninzon)

Segunda entrega de "Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)". Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición del blog.


Si tuviera que expresar mis sentimientos sobre el centro comercial Real Plaza Salaverry, serían similares a los que sintieron los modernos al enfrentarse al art Nouveau, en esta especie de fachada churrigueresca contemporánea donde sólo faltan los querubines, donde el horror vacui se observa en una grandiosa expresión.

Desde el ingreso hasta los estacionamientos, del patio de comidas en forma de OVNI hasta la escalera de templo azteca en la fachada, es una exageración arquitectónica en donde el exceso de detalles hacia la Av. Salaverry y la ausencia total de los mismos hacia la Av. Punta del Este expresan confusamente los ingresos y salidas del mismo.

Mi primera visita a este centro comercial fue realmente desastrosa, llegar al mismo edificio y recorrerlo fue un dolor constante, tanto así que, confesándome una adicta a las compras, no pude disfrutar ni 5 minutos del recorrido.

Si se llega en auto, primero deberás sufrir una tortura constante de tráfico de por lo menos 10 minutos antes de poder ingresar al estacionamiento, debido a que los taxistas emplean la misma avenida para ofrecer sus servicios, teniendo en cuenta que el Real Plaza Salaverry posee una bahía para ellos, estos prefieren cuadrarse en la puerta del mismo.

Después de sufrir este tiempo en el tráfico y pelearte con por lo menos 5 taxistas que decidieron esperar clientes justo en la entrada, ingresas al estacionamiento, más confuso que el laberinto del minotauro, donde no hay espacio ni para tu bicicleta, después de descender hasta el inframundo quizá encuentres un espacio al lado del can cerbero – pídele de pasada que por 20 “Luquitas” te lave el carro – después de esta odisea, puedes dirigirte hacia el único núcleo de escaleras verticales que conectan toda la edificación o hacia los ascensores que solo se detienen en pisos determinados, y no cometas el error de detenerlo en el piso 0, ya que tendrás que atravesar toda el área de cocinas, baños, mantenimiento y almacenamiento del centro comercial para poder llegar hacia los locales comerciales.

Si se llega peatonalmente, tu suerte no cambiará mucho, puesto que en primer lugar, el Real Plaza decidió que el colocar vallas de seguridad en todo el borde de la avenida Salaverry era una buena idea, así que no hay forma de cruzar directamente al centro comercial, o caminas una cuadra hacia alguno de los lados para llegar o te rehúsas arduamente y te atreves “a la peruana” y le metes tu saltadita a las rejas de seguridad, eso si es que alguno de los taxistas anteriormente mencionados no te deja como papelito.

Después llega la confusión, ese hermoso detalle de “y ahora a donde voy”, te diriges a la fachada principal buscando que tus dudas se resuelvan y si no fuera por el de seguridad que te dice, “la entrada es aquí a la derecha” ni cuenta te das, no sabes si debes subir la escalera azteca y hacer algún sacrificio, atravesar la parte de los restaurantes, subir por las otras escaleras eléctricas o entrar por ese pequeño agujero que el de seguridad llamó “entrada”. Si al final te decidiste por lo seguro, le haces caso al de seguridad. Por otro lado, la fachada posterior no es de mucha ayuda, ahí no se encuentra ni el de seguridad, al final decides ingresar por el único agujero de la fachada, eso sí, consideremos esta como la fachada menos confusa, la que menos “daño” le ha causado a la ciudad, una fachada que no quita ni otorga nada.

El lenguaje que emplea en la fachada “principal” es confuso, posee una escalera netamente decorativa, unas escaleras hacia el lado izquierdo y además un ingreso poco claro. Además, hay restaurantes que se encuentran en la fachada principal, que si no tienen señalización no se les reconoce, como lo son Papachos y K.O. La fachada fue definida como principal según el arquitecto, dejando de lado casi completamente la fachada posterior, y olvidándose de la residencial San Felipe, de donde proviene gran parte de su público, quienes se les dificulta el ingreso cruzando la Av. Punta del Este y poseen una fachada altamente descuidada, sin un mayor diseño y altamente contrastante a la fachada de la Av. Salaverry. El arquitecto no supo aprovechar la oportunidad de tener dos fachadas en un cruce de avenidas tan importantes como lo son Salaverry y Punta del Este.

Interiormente el edificio y la circulación no es mejor a la del estacionamiento, lo que podemos rescatar es que se respetó la tradicional secuencia de tiendas ancla en los extremos y en la parte central, sin embargo la circulación sigue siendo igual de confusa, si te diriges hacia alguno de los lados hay escaleras que no continúan hasta el patio de comidas ni al estacionamiento, las únicas que se dirigen ahí son las escaleras centrales, hacia uno de los lados del mall encontramos un pasaje con tiendas que aparece y desaparece según el nivel donde te encuentres, después de unas 7 visitas al lugar recién me enteré que existían.

Por último, el patio de comidas, ese hermoso platillo volador que se puede observar desde 5 manzanas a la redonda, partido perfectamente por una junta sísmica no planeada, donde se encuentra, aparte de los restaurantes “económicos”, el cineplanet, partido en dos sectores, izquierda y derecha, en cada una encontrarás salas de cine, pero solo en un lado puedes encontrar las cajas para comprar las entradas y de ahí, nuevamente pregúntale al amigo de seguridad sobre donde está tu sala.

El mall posee una serie de elementos arquitectónicos agradables, como las triples alturas en los núcleos de circulación, la triple altura del espacio central donde se desarrollan distintos eventos conforme a la época del año y la disposición de las tiendas ancla, Sin embargo, es una mezcla de “todo un poco” hacia un lado y nada hacia el otro, dándole la espalda a la residencial san Felipe, congestionando irracionalmente la avenida Salaverry y dándole una justificación adicional a nuestro alcalde Luis Castañeda para realizar el bypass de la avenida anteriormente mencionada, otorgando espacios residuales a la ciudad como lo es la plaza ubicada en la punta del real plaza, empleada únicamente por skaters, que quieren pasar el rato sin que la clásica vecina amargada los grite y donde, muy de vez en cuando, se realizan ferias temporales para “activar” la zona.


Por otro lado, el formato de “centro comercial” no ha variado en más de 50 años, con el mismo formato de tiendas anclas y pasillos de conexión con locales comerciales a los lados, cerrándose en sí mismo y dejando de lado la ciudad, lo mismo sucede con el Real Plaza, se cierra en sí mismo, perdiendo la oportunidad de otorgarle espacios públicos a la ciudad y articulando los flujos vehiculares y principalmente peatonales que existen actualmente en la zona.


lunes, 6 de noviembre de 2017

Universidad Nacional del Centro del Perú: Edificio Administrativo (Dino Cano)

Primera entrega de "Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)". Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición del blog.

He crecido gran parte de mi vida apreciando este edificio: la primera vez que lo vi, realmente sentí su presencia. Es un edificio que se logra imponer en el firmamento de una ciudad rodeada por montañas. A su vez, el edificio también logra esta conexión que uno llega a sentir cuando está al frente de una gran montaña, respeto, admiración, jerarquía y omnipresencia. Cualidades que están sujetas a un punto de vista muy particular, de una persona que ha crecido viendo este edificio desde los 8 años, despertando en él no solo las ganas de empezar una vida universitaria, sino por el deseo de ser el responsable de algo igual o mejor.


Dejando un poco de lado la admiración y el sentimiento que tengo hacia el edificio, me gustaría empezar a hablar un poco sobre la forma de este. Cuatro volúmenes de diez pisos que se levantan sobre un zócalo que trata de respetar la escala humana. Lo estereotómico sobre lo tectónico y es que si lo vemos detenidamente es una gran masa apoyada sobre unas columnas de sección circular, contrario a lo que podríamos apreciar en el resto de la ciudad, donde el primer piso se trabaja con muros de adobe y lo que sigue es un techo de madera con tejas a dos aguas. Hablando un poco más sobre el techo, cada volumen o prisma tiene el techo inclinado para el deslizamiento de las fuertes lluvias que se tiene en la ciudad, pero cada uno en un sentido distinto y dándole la espalda al anterior, teniendo como resultado estos volúmenes que se van dando la espalda, pero que van mirando hacia la ciudad.


Exteriormente poco se entiende el sentido de los ejes que atraviesan el edificio, ejes que se encuentran en un centro que interiormente está bien desarrollado, pero que por fuera no se logra leer en lo absoluto. Cada volumen tiene un detalle en las aristas interiores, unos nada sutiles grabados pre-hispánicos que no tienen otra función más que la de decorar y hacer ver más "andino" al edificio. Hablando un poco más sobre los materiales que se utilizaron, tenemos el vidrio azulado, algo que se viene usando bastante en provincia, un material que en este particular caso me parece acertado, ya que se puede leer como una continuidad del azul del cielo, reflejándose incluso en este las nubes hace que el edificio no se imponga abruptamente, sino que juegue un poco con su entorno.

En este edificio se podría hablar de una modernidad o un regionalismo, si no fuese porque en realidad no existe una planta libre o una verdadera reinterpretación de los materiales o las costumbres de la región. No sigue nada en particular y trata de romper con el esquema que se tiene de la ciudad. De una manera intencional el arquitecto quiere que su edificio resalte y sea un nuevo hito en la ciudad, algo que sin duda le ha salido bien y es que este ha sido una de sus más reconocidas obras y en la que se le ha permitido expresar más sus ideales sobre lo que quiere para la ciudad. A pesar de todo, exteriormente encuentro algunos detalles sin sentido y hasta la fecha no logro entender por qué tomó ciertas decisiones, como la del detalle del diminuto volumen saliendo de la nada, interrumpiendo con la continuidad del volumen en sí. Algo más osado que intentó el arquitecto es tener la circulación vertical con unas escaleras con descanso semicircular, algo que exteriormente no tiene sentido y no se acompaña con nada del edificio, esta como un capricho del arquitecto más que como algo que aporte a la lectura del edificio.

La vista que se tiene desde el interior de la universidad es incluso mejor, el edificio te invita a ingresar por el zócalo que se separa incluso del nivel peatonal, pero te deja un amplio ingreso por unas escaleras que te hacen sentir que estas ingresando a una parte diferente de la universidad y es que la función de este edificio no es igual a la del resto, es una zona administrativa, comercial, de esparcimiento y de encuentro. Estas características hacen que el ingresar al edificio en si sea mucho más llamativo y esto sumado a la importancia que tiene este con respecto a la ciudad hacen que la experiencia de recorrer el edificio sea más placentera de lo normal.



Hablando un poco más con los estudiantes de la universidad, pude entender que le tienen un gran aprecio a este edificio, solo los alumnos de arquitectura difieren unos con otros en sus opiniones con respecto a este, pero siempre el resultado llega a ser el mismo, admiración y aprecio por algo que los identifica. Esto demuestra mucho de la obra del arquitecto, ya que ha logrado hacer algo que realmente gusta, que puede generar alguna molestia en algunas personas, pero que lo aceptan de la mejor manera. Realmente es un edificio atemporal que marcó un antes y un después en la arquitectura de la ciudad y que permite pensar en hacer cosas iguales o aún mejores que esta. A pesar de eso aun siento que el desarrollo del exterior al interior del edificio deja mucho que desear, porque uno tiene unas expectativas muy altas cuando mira y entra por primera vez, pero ya adentro del edificio este (como todo lo se "personaliza") pierde en gran magnitud las virtudes que quizá en su momento el arquitecto trato de plasmar.

El gran espacio central es sin duda el mejor logrado en la edificación, una triple altura que te acoge y te hace sentir de manera más especial dentro de un edificio icónico en la ciudad. Aunque de nuevo siento que las curvas son un poco más que innecesarias para un espacio que no responde al exterior, no se lee en este ni en ningún otro espacio de la edificación estos cuatro volúmenes que se van dando la espalda, mucho menos los ejes que se leen desde el exterior.


Finalmente me gustaría terminar esta crítica con una reflexión de lo que se viene haciendo en provincia, muchas veces la inversión suele ser menor a la esperada y uno tiene que hacer mucho con lo poco que tiene, en el caso de esta edificación la construcción y la lógica que se utiliza es sencilla, no requiere de mayores logros de la ingeniería y la grilla responde a algo que ya se viene haciendo desde hace mucho. Sin embargo, el arquitecto logra con esto hacer una volumetría distinta, con movimiento y reconocible desde lejos. Muchas veces se opta por lo más fácil, lo que traiga más metros cuadrados y lo que se pueda seguir expandiendo verticalmente, pero este no es el caso, es un edificio que logra su objetivo y abre las puertas a lo nuevo que se pueda venir haciendo en la ciudad.

Crítica, crítica y más crítica (Vol. 2)

www.architectural-review.com
Todos los ciclos, invito a los alumnos del curso de "Teoría de la arquitectura" de décimo ciclo de la UPC a embarcarse en la tarea de criticar un edificio. Algunas veces, los resultados son "buenos no más", porque la tarea se dio muy cerca a las entregas de taller o porque simplemente no fluía. A veces, tengo la suerte de leer textos muy buenos. 

Como en el 2015, que publiqué los mejores trabajos del ciclo, esa vez lo volveré a hacer, con el permiso y créditos a sus respectivos autores. Los resultados de este ciclo me han gustado bastante.

El disclaimer de rigor: no necesariamente comparto los puntos de vista en los textos a publicar. Los artículos se publicarán tal y como me fueron entregados (con alguna tilde corregida aquí y allá), respetando el texto y el formato presentados por sus autores.

Los textos han sido escogidos por su originalidad (en el objeto criticado o en el enfoque que se hace del mismo), su capacidad de transmitir ideas, el lograr mostrar diferentes ángulos de la experiencia o el recorrido, y el compromiso del autor con tomarse en serio la tarea de tratar de entender y hacer entender un edificio.

El ejercicio de crítica es vital para una disciplina. Cualquier disciplina. En el caso de la arquitectura, se ha dicho una y otra vez, la poca crítica existente no es suficiente. Que estos ejemplos sirvan para que haya un poco más.

Aquí el enlace al primer texto: "Universidad Nacional del Centro del Perú: Edificio Administrativo", por Dino Cano. 

Y, como siempre: el que se pica, pierde.

lunes, 30 de octubre de 2017

El respeto al desierto: Aulario de la Universidad de Piura

Mis expectativas con respecto al edificio eran bajas. Es posible que sea porque luego de ver el bosque de huarangos alrededor de los edificios del campus, predomina la idea de que cualquier cosa que quite terreno a ese extraño bosque desértico, ya es una irrupción. Y es, de hecho, una de las cosas que hace tan interesante al campus principal de la Universidad de Piura: los espacios aún no "domesticados". Esos a los que no llega la manguera, donde árboles y pequeños matorrales luchan contra la arena.

Paisaje piurano, en suma.

El nuevo aulario del campus, de Sandra Barclay y Jean Pierre Crousse, recientemente inaugurado, está en el extremo noreste de la parte construida del campus. Desde el ingreso en la Av. Mujica, son unos buenos diez minutos caminando.

Para llegar al edificio, luego de pasar delante de las demás construcciones del campus, hay un camino, una especie de alameda con huarangos alineados con exactitud de jardín versallesco. Lo cual ya es una gran contradicción. Este es un árbol que no se deja domesticar, y dentro de poco la alineación va a desaparecer en la irregularidad del follaje.

Lo que uno se encuentra al final del recorrido es un volumen macizo en concreto expuesto. Pensar en el LUM es inevitable. Dos perforaciones - una mayor hacia la izquierda y una menor a la derecha - y un desplome en la fachada, serían las únicas interrupciones. Pero hay también una celosía, irregular, en concreto expuesto. Es, creo, el primero de muchos puntos de interés del edificio.



No me quedó clara cuál era la entrada principal. La perforación mayor y la menor compiten con una rampa que no es aparente desde lejos. Una vez que uno se encuentra frente a ella, es sin duda la entrada más atrayente. Con la duda de si se está haciendo lo correcto o no, esa rampa conduce al interior del edificio, desde el segundo piso. Y es aquí que descubrimos que la fachada esconde un mundo mucho más estimulante, de irregularidades, tensiones volumétricas, texturas y juegos de luz y sombras.

Si, en un primer momento, uno piensa en el LUM, el interior evoca, más de una vez, al Convento de la Tourette.

Parafraseando a Benedetti - y que me perdone - este edificio es una alcachofa. Uno lo va descubriendo, piel tras piel, recoveco tras recoveco. La gran diferencia es que nunca sentí que fuera "perdiendo sus enigmas" sino, por el contrario, presentando nuevas cosas que ver, nuevos temas en qué pensar.

Es un edificio sexy.

El aparente caos, reforzado por el ingreso poco claro, y por la volumetría interior irregular, se resuelve en los recorridos. Es, en realidad, un cuadrado, con una circulación en forma de U. No sé si valdría compararlo con un claustro tradicional de convento: el espacio central no es un claro patio abierto, sino una cafetería en semisótano, parcialmente cubierta por los techos de concreto. Al rededor, pasillos con aulas y oficinas.


Las texturas irregulares del concreto se combinan con superficies lisas y blancas. La complejidad está dada por los desniveles y, sobre todo, por las fracturas en la cubierta. Lo visité en un día nublado, pero imagino que la luz del sol, al entrar con generosidad, hace más evidente estas fracturas al trazar líneas en los muros de los pasillos. Cada aula parece estar techada de manera independiente; las cubiertas no se tocan. Es así que se da una tensión entre las diferentes partes, que se suma a la de los volúmenes al interior del conjunto.

Desde el punto de vista espacial, el gran logro es eso que a Wright le gustaba tanto: estar en un espacio y ver otros. Querer llegar a ellos sin saber bien cómo. Y así, invitar a recorrer el edificio; a entenderlo. 



La amplitud de los pasillos, y los lugares para estar, sin función determinada, fomentan encontrarse y permanecer. Las dos cosas que uno podría desear en un edificio, sobre todo uno dedicado a aprender. No se trata, en este caso, de espacio desperdiciado, sino de espacio invertido para esas funciones imprecisas: los eventos y la espontaneidad. No toda la arquitectura debe girar en torno a la función pragmática; es probable que aquí, además del plantemiento de los proyectistas, haya que agradecer a un cliente generoso. 

¿Y el desierto?

Al recorrer el edificio, dejé de pensar en el territorio quitado al desierto. A diferencia de muchos de los edificios del campus, que se sitúan en un artificial prado que debe ser constantemente regado, este aulario es arquitectura del desierto; glorifica el heroísmo del huarango. El paisaje de árboles y arena entra al edificio, y éste se busca verlo en cada recoveco. El aulario nos muestra ese espacio con una nueva dignidad. Parece cerrarse al desierto con su volumetría, pero es precisamente así que, con visuales controladas, invita a redescubrirlo.




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