Traducción de "No, you're not entitled to your opinion" de Patrick Stokes.
"Cada año, trato de hacer al menos dos cosas con mis estudiantes, al menos una vez. Primero, me preocupo de referirme a ellos como "filósofos" - un poco cursi, pero, espero, alienta el aprendizaje activo.
En segundo lugar, digo algo como esto: "Estoy seguro que ustedes han oído la expresión 'todos tienen derecho a su opinión'. Tal vez incluso lo han dicho ustedes mismos, tal vez para ganar un argumento o llevarlo su fin. Bueno, desde el momento en el que entran a este salón, esto ya no es verdad. Ustedes no tienen derecho a su opinión. Sólo tienen derecho a aquello que pueden argumentar."
¿Es un poco duro? Posiblemente, pero los profesores de filosofía le deben a sus estudiantes el enseñarles cómo construir y defender un argumento - y cómo reconocer cuando una creencia se ha vuelto indefendible.
El problema con "tengo derecho a mi opinión" es que, muy frecuentemente, se utiliza para albergar creencias que deberían haber sido abandonadas. Es como decir "puedo decir o pensar cualquier cosa que yo crea" - y, por extensión, continuar discutiendo parece una falta de respeto. Y esta actitud se alimenta, creo yo, de la falsa equivalencia entre expertos y no-expertos, que es una característica cada vez más perniciosa de nuestro discurso público.
Primero, ¿qué es una opinión?
Platón distinguió entre opinión o creencia popular (doxa) y conocimiento certero, y la suya es una distinción que aún hoy funciona: a diferencia de "1+1=2" o "no hay círculos cuadrados", una opinión tiene un grado de subjetividad e incerteza. Pero "opinión" abarca un amplio espectro, desde gustos y preferencias, pasando por opiniones sobre asuntos que atañen a la mayoría de las personas, como prudencia o política, a puntos de vista anclados en expertise técnico, como lo son opiniones legales o científicas.
No puedes verdaderamente argumentar el primer tipo de opinión. Sería un tonto si insistiera que estás equivocado en preferir el helado de fresa al de chocolate. El problema es que, a veces, implícitamente parecemos tomar opiniones procedentes de fuentes secundarias, o incluso terciarias, como no argumentables, así como las cuestiones de gusto lo pueden ser. Tal vez esta es una de las razones (no hay duda que hay otras) por las que los amateurs entusiastas piensan que tienen derecho a no estar de acuerdo con científicos del clima e inmunólogos, y quieren que sus propios puntos de vista "se respeten".
Meryl Dorey es la líder de la Australian Vaccination Network, que, a pesar de su nombre, tiene una postura vehemente anti-vacunas. La señora Dorey no tiene calificaciones médicas, pero argumenta que si Bob Brown [político, médico y ambientalista australiano] puede comentar sobre energía nuclear sin ser un científico, ella debería poder comentar sobre vacunas. Pero nadie asume que el Dr. Brown es una autoridad en la física de la fisión nuclear; su trabajo es comentar sobre las respuestas políticas ante la ciencia, no la ciencia en sí misma.
Entonces, ¿qué significa "tener derecho" a una opinión?
Si "todos tienen derecho a su opinión" significa simplemente que nadie tiene el derecho de impedir que las personas piensen y digan lo que quieran, entonces la afirmación es cierta, pero bastante trivial. Nadie puede impedir que digas que las vacunas causan autismo, independientemente de cuántas veces dicha afirmación ha sido desacreditada.
Pero si "el derecho a la opinión" significa "el derecho a que tus puntos de vista sean tratados como candidatos serios a la verdad", entonces esto es muy claramente falso. Y esta, también, es una distinción que tiende a ser poco clara.
[...] en el programa de ABC Mediawatch, WIN-TV Wollongong fue encargado de presentar una historia sobre una epidemia de sarampión, que incluyó comentarios de - adivinaron - Maryl Dorey. En respuesta a las quejas de un televidente, WIN dijo que la historia era "cierta, justa y balanceada, y presentaba las opiniones de médicos y de los grupos de interés". Pero esto implica un derecho de ser escuchado equivalente, en un problema en el que sólo uno de los dos grupos tiene experiencia relevante. De nuevo, si esto fuera sobre las políticas en relación a la ciencia, esto sería razonable. Pero el mal llamado "debate" aquí es sobre la ciencia en sí misma, y los "grupos de interés" simplemente no tienen derecho a tiempo al aire, si es que ahí es donde se supone que debe darse el desacuerdo.
El anfitrión de Mediawatch, Jonathan Holmes, fue considerablemente más directo: "hay evidencia y hay patrañas (bulldust)", y no es parte del trabajo de un reportero el dar a las patrañas el mismo tiempo que al expertise serio.
La respuesta de los voceros anti-vacunas fue predecible. En el sitio de Mediawatch, la señora Dorey acusó a ABC de "abiertamente censurar un debate científico". Esta respuesta confunde el que alguien no tome en serio tus puntos de vista con el no tener permiso para tener dichos puntos de vista o expresarlos - o, para tomar prestada una frase de Andrew Brown, "confunde perder un argumento con perder el derecho a discutir." Nuevamente, aquí se están confundiendo dos definiciones de "tener derecho" a una opinión.
Entonces, la próxima vez que escuches decir a alguien que tiene derecho a su opinión, pregúntales por qué piensan eso. Las posibilidades son, al menos, que de este modo termines teniendo una conversación más agradable."