Esta primera semana de clases he pedido a mis estudiantes de 8° y 9° ciclo, que están en diferentes estapas del desarrollo de sus tesis, que me cuenten qué han hecho y qué les falta. Les pedí que fueran lo más honestos posible: el ciclo recién empieza y yo quiero ayudarlos.He escuchado tres cosas que me llamaron la atención.
La primera, una estudiante que me dijo que el ciclo anterior se sintió forzada a cambiar de tema de tesis "porque al profe no le gustaba el otro y no voy a contradecirlo".
La segunda, un estudiante que admitió haberse inventado datos porque si no lo hacía "me iban a decir que mi trabajo estaba incompleto".
La tercera, un estudiante que, al pedirle que investigue tesis pasadas, solo copió los abstracts de las mismas (estoy segura que ni siquiera abrió los archivos) y presentó eso. Tarea cumplida.
Aunque los tres ejemplos son bastante distintos, tienen algo en común: el profe no se percibe como un aliado. A veces, incluso, se percibe como un enemigo.
¿Cómo llegamos a esto?
En el primer caso, se trata de una idea anticuada del rol del profe. El profe dice, el estudiante hace. En algunas estructuras puede que esto aun tenga vigencia, pero en procesos tan personales como la elección del tema de tesis, esta verticalidad en la docencia nos lleva a estudiantes desmotivados con sus investigaciones y a la sensación de que hacer la tesis es una tarea más.
En el segundo caso, con el que es fácil identificarse, tenemos dos problemas. El primero, el que muchas veces las entregas no son otra cosa que un listado de requisitos con los que se tiene que cumplir. Consecuencia de esto, los profesores tenemos que revisar documentos que tienen cientos de páginas de extensión (resultado de esos requisitos) y no nos damos abasto para hacerlo... ¿pero es que alguna vez hemos cuestionado esos requisitos? El segundo problema es que el ambiente en la clase no ha permitido una conversación sincera en la que el estudiante plantee su problema (no tengo este dato) y el profesor proponga soluciones que vayan más allá de "tienes que conseguirlo o te jalo". No hay confianza, y esto afecta el desempeño.
El tercer caso es aún más común. El estudiante que hace la tarea "así no más", el mínimo indispensable para cumplir con lo que la profe dijo. Esto es, posiblemente, el resultado de 15 años de educación en los que las tareas se plantearon como una carga externa, algo completamente alejado de la vida del estudiante, que impide hacer las cosas que uno quiere. En muchos casos, no lo voy a negar, es así. Pero esta es la tesis, y la "tarea" fue diseñada para que ayude a los tesistas a encontrar la información que necesitaban. "¿De qué te ha servido hacer esto?" tuve ganas de preguntarle. A mí no me hace feliz; para él fue una pérdida de tiempo.
¿Cómo es que los profesores podemos convertirnos en aliados de nuestros estudiantes? ¿Cómo es que esos contenidos que tenemos que cumplir, expresados en los sílabos y en los planes de trabajo, pueden plantearse como parte de la vida, como herramientas, como conocimiento disfrutable?
Es necesario que salgamos de la instrumentalización y de los roles estáticos en los que el profe manda y el alumno obedece, el profe pide y el alumno consigue, el profe indica y el alumno hace. Enseñar no es un checklist. Las tareas que proponemos y, sobre todo, la relación que apuntamos a crear con nuestros estudiantes tampoco debe serlo.