Hay una serie de cosas bastante obvias que uno por sentido común o porque alguien nos lo aconsejó, se preocupa por identificar cuando llega a una ciudad nueva: el paradero de bus, la estación de tren, la farmacia, la panadería, el hospital, la questura. Luego, una serie de costumbres que uno poco a poco va asimilando: llevar bolsas cuando se va al supermercado, recargar el abono de transporte público todos los meses, saludar con dos besos. Pero hay otras muchas cosas que llegan de repente y, a menos que se sea muy precavido, es probable que nos sorprendan, y no siempre de manera agradable.
1. Los feriados: No es la primera vez que ocurre, me encuentro sumergida en un feriado - ferragosto, el más terrible de los feriados romanos - con la refri vacía. Cada vez que ocurre esto me hago la firme promesa de averiguar los próximos feriados del año para que no vuelva a ocurrir, y heme aquí que nuevamente me entero a las 10 am, que hoy no pasa ni pasará nada. Ni pan.
2. Los horarios de las farmacias: Muchas farmacias no abren los sábados. No sólo farmacias, sino también tienditas específicas como ferreterías o librerías, y a veces supermercados que cierran al medio día y no abren los domingos. Donde vivía cuando recién llegué me pasó un par de veces resfriarme viernes en la noche y descubrirme sin panadol, tonopan o desenfriolito hasta el lunes en la mañana. Obvio que hay farmacias que sí abren sábado e incluso domingo, pero cuando uno anda resfriado hasta las patas no tiene muchas ganas de pasear por la ciudad buscando una.
3. Las horarios de las iglesias: No se trata de un ataque de religiosidad, sino más bien de un gusto por el arte y la arquitectura. Pero resulta que las iglesias tienen días de descanso bastante extraños (obviamente no los domingos) y puede suceder que el día que decidiste ir a ver los Caravaggio en San Luigi dei Francesi es justo aquel en el que el señor párroco decide irse a la playa.
4. La magnitud de las huelgas: Ésta es muy importante en un país reclamón como Italia. Una huelga de transporte público puede ser "a media caña" o puede ser total: sin bus, tranvía, metro, tren, taxi... nada. Ergo, uno se queda sin poder moverse a menos que se tenga carro propio. ¿Cómo informarse sobre la magnitud de la huelga? Sencillo, pararse en el paradero y esperar.
5. La ubicación de la información: Los gringos son buenísimos en este rubro, colocan carteles hasta por gusto; los alemanes también. Los italianos... bueno no. ¿Dónde está la información necesaria? En carteles escondidos, contradictorios, mal ubicados o mal dibujados. Tal vez sería mejor un cartel que diga: "Lo dejamos a su criterio".
6. El bloqueo de la información: Corolario de la anterior. Es lindísimo pasear por la Toscana en carro, con el paisaje, la vegetación que crece de manera espontánea... tan espontánea que tapa el trozo del cartel donde está la flecha que indica la dirección a seguir para llegar a donde se quiere ir. No digo más.
7. El horario de las comidas: En Lima, salir a comer a las 11 p.m. no es muy raro y es definitivamente posible. La mayoría de restaurantes, sobre todo los fines de semana, cierran despues de las 12. Acá, desde las 10.30 p.m. te empiezan a mirar como bicho raro. Y usualmente las cocinas de los restaurantes cierran de 3 a 6, o sea que el plan ese de ir a la playa con un huevo duro y regresar temprano para almorzar a las 4 de la tarde es un proyecto irrealizable por estos lares.
1. Los feriados: No es la primera vez que ocurre, me encuentro sumergida en un feriado - ferragosto, el más terrible de los feriados romanos - con la refri vacía. Cada vez que ocurre esto me hago la firme promesa de averiguar los próximos feriados del año para que no vuelva a ocurrir, y heme aquí que nuevamente me entero a las 10 am, que hoy no pasa ni pasará nada. Ni pan.
2. Los horarios de las farmacias: Muchas farmacias no abren los sábados. No sólo farmacias, sino también tienditas específicas como ferreterías o librerías, y a veces supermercados que cierran al medio día y no abren los domingos. Donde vivía cuando recién llegué me pasó un par de veces resfriarme viernes en la noche y descubrirme sin panadol, tonopan o desenfriolito hasta el lunes en la mañana. Obvio que hay farmacias que sí abren sábado e incluso domingo, pero cuando uno anda resfriado hasta las patas no tiene muchas ganas de pasear por la ciudad buscando una.
3. Las horarios de las iglesias: No se trata de un ataque de religiosidad, sino más bien de un gusto por el arte y la arquitectura. Pero resulta que las iglesias tienen días de descanso bastante extraños (obviamente no los domingos) y puede suceder que el día que decidiste ir a ver los Caravaggio en San Luigi dei Francesi es justo aquel en el que el señor párroco decide irse a la playa.
4. La magnitud de las huelgas: Ésta es muy importante en un país reclamón como Italia. Una huelga de transporte público puede ser "a media caña" o puede ser total: sin bus, tranvía, metro, tren, taxi... nada. Ergo, uno se queda sin poder moverse a menos que se tenga carro propio. ¿Cómo informarse sobre la magnitud de la huelga? Sencillo, pararse en el paradero y esperar.
5. La ubicación de la información: Los gringos son buenísimos en este rubro, colocan carteles hasta por gusto; los alemanes también. Los italianos... bueno no. ¿Dónde está la información necesaria? En carteles escondidos, contradictorios, mal ubicados o mal dibujados. Tal vez sería mejor un cartel que diga: "Lo dejamos a su criterio".
6. El bloqueo de la información: Corolario de la anterior. Es lindísimo pasear por la Toscana en carro, con el paisaje, la vegetación que crece de manera espontánea... tan espontánea que tapa el trozo del cartel donde está la flecha que indica la dirección a seguir para llegar a donde se quiere ir. No digo más.
7. El horario de las comidas: En Lima, salir a comer a las 11 p.m. no es muy raro y es definitivamente posible. La mayoría de restaurantes, sobre todo los fines de semana, cierran despues de las 12. Acá, desde las 10.30 p.m. te empiezan a mirar como bicho raro. Y usualmente las cocinas de los restaurantes cierran de 3 a 6, o sea que el plan ese de ir a la playa con un huevo duro y regresar temprano para almorzar a las 4 de la tarde es un proyecto irrealizable por estos lares.