viernes, 15 de agosto de 2008

Sobre aquello que nadie te dice pero que vale la pena saber para no pasar un fin de semana con la refri vacía (entre otras cosas)

Hay una serie de cosas bastante obvias que uno por sentido común o porque alguien nos lo aconsejó, se preocupa por identificar cuando llega a una ciudad nueva: el paradero de bus, la estación de tren, la farmacia, la panadería, el hospital, la questura. Luego, una serie de costumbres que uno poco a poco va asimilando: llevar bolsas cuando se va al supermercado, recargar el abono de transporte público todos los meses, saludar con dos besos. Pero hay otras muchas cosas que llegan de repente y, a menos que se sea muy precavido, es probable que nos sorprendan, y no siempre de manera agradable.

1. Los feriados: No es la primera vez que ocurre, me encuentro sumergida en un feriado - ferragosto, el más terrible de los feriados romanos - con la refri vacía. Cada vez que ocurre esto me hago la firme promesa de averiguar los próximos feriados del año para que no vuelva a ocurrir, y heme aquí que nuevamente me entero a las 10 am, que hoy no pasa ni pasará nada. Ni pan.

2. Los horarios de las farmacias: Muchas farmacias no abren los sábados. No sólo farmacias, sino también tienditas específicas como ferreterías o librerías, y a veces supermercados que cierran al medio día y no abren los domingos. Donde vivía cuando recién llegué me pasó un par de veces resfriarme viernes en la noche y descubrirme sin panadol, tonopan o desenfriolito hasta el lunes en la mañana. Obvio que hay farmacias que sí abren sábado e incluso domingo, pero cuando uno anda resfriado hasta las patas no tiene muchas ganas de pasear por la ciudad buscando una.

3. Las horarios de las iglesias: No se trata de un ataque de religiosidad, sino más bien de un gusto por el arte y la arquitectura. Pero resulta que las iglesias tienen días de descanso bastante extraños (obviamente no los domingos) y puede suceder que el día que decidiste ir a ver los Caravaggio en San Luigi dei Francesi es justo aquel en el que el señor párroco decide irse a la playa.

4. La magnitud de las huelgas: Ésta es muy importante en un país reclamón como Italia. Una huelga de transporte público puede ser "a media caña" o puede ser total: sin bus, tranvía, metro, tren, taxi... nada. Ergo, uno se queda sin poder moverse a menos que se tenga carro propio. ¿Cómo informarse sobre la magnitud de la huelga? Sencillo, pararse en el paradero y esperar.

5. La ubicación de la información: Los gringos son buenísimos en este rubro, colocan carteles hasta por gusto; los alemanes también. Los italianos... bueno no. ¿Dónde está la información necesaria? En carteles escondidos, contradictorios, mal ubicados o mal dibujados. Tal vez sería mejor un cartel que diga: "Lo dejamos a su criterio".

6. El bloqueo de la información: Corolario de la anterior. Es lindísimo pasear por la Toscana en carro, con el paisaje, la vegetación que crece de manera espontánea... tan espontánea que tapa el trozo del cartel donde está la flecha que indica la dirección a seguir para llegar a donde se quiere ir. No digo más.

7. El horario de las comidas: En Lima, salir a comer a las 11 p.m. no es muy raro y es definitivamente posible. La mayoría de restaurantes, sobre todo los fines de semana, cierran despues de las 12. Acá, desde las 10.30 p.m. te empiezan a mirar como bicho raro. Y usualmente las cocinas de los restaurantes cierran de 3 a 6, o sea que el plan ese de ir a la playa con un huevo duro y regresar temprano para almorzar a las 4 de la tarde es un proyecto irrealizable por estos lares.

Nella Roma deserta di un ferragosto qualunque

Ya mencioné los feriados como una de esas encantadoras cosas que es mejor saber antes de encontrarse sin comida con un fin de semana largo larguiiiisimo por delante.

Hoy me enteré que es ferragosto porque mi casera (que anda de vacaciones por Sicilia) me llamó a saludarme. Como yo andaba perdida como huevo en ceviche, me explicó que ferragosto es una festividad importante, "tan importante como Navidad" y que, a propósito, todo estaba cerrado.

Entré en pánico y salí a dar un par de vueltas a la manzana. Efectivamente, ni la heladería, que usalmente abre los domingos, funciona hoy.

¿Qué puede ser tan importante como Navidad que haga que todo cierre? No es el día de Italia, ese ya pasó; tampoco el aniversario de una batalla importante ni una festividad religiosa especialmente particular (luego me enteré que sí lo es); ni el día del trabajo...

Así es que me puse a investigar. Como era de esperarse de este mundo romano, el ferragosto es la fiesta del ocio:

El término ferragosto (del latín Feriae Augusti = reposo de Agosto) señala una fiesta popular con raíces antiquísimas, que se celebraba el 15 de agosto para festejar el fin de las principales labores agrícolas.

En esta fecha, los trabajadores deseaban fortuna a los patrones y obtenían a cambio una propina; esta fiesta era típicamente romana, tanto que durante el renacimiento fue hecha obligatoria por decreto potificio. Coincide con la fiesta católica de la asunción de María.

Tradición típicamente italiana, ausente en los otros países europeos (ver Italia vs. Europa) el ferragosto es el día dedicado al baño, en las zonas cercanos al mar y a lagos. Pero no se debe olvidar los paseos tradicionales hacia localidades montañosas o colinas, en busca de un refrigerio.

(http://it.wikipedia.org/wiki/Ferragosto)

Roma está desierta. De rato en rato se ve gente llagando en carro, con bolsas y paquetes, probablemente para almorzar con amigos o familiares. Es la misma sensación que se tendría al caminar por Lima un primero de enero a las 10 de la mañana... omitiendo el hecho de que allá las panaderías abren incluso después de año nuevo.

La ciudad en pleno, efectivamente, se fue de vacaciones.

martes, 12 de agosto de 2008

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