martes, 25 de junio de 2013

Clásicos

Hace algunas semanas se planteó la siguiente pregunta en una conversación entre profesores de arquitectura: ¿Qué es un gran maestro? Se pide a los alumnos que aprendan de "los grandes maestros" pero, una vez planteada la pregunta, no queda tan claro qué es eso que debemos estudiar. 

En la misma disciplina no hay muchas respuestas. Evidentemente hay nombres que se repiten: Mies van der Rohe, Le Corbusier, Wright, pero ¿el sólo repetirlos hace de ellos grandes maestros o, más aún, dignos de seguir siendo repetidos a perpetuidad?

Me encontré hoy en la mañana con un artículo y dos propuestas que plantea la literatura para definir un clásico, el equivalente, creo yo, a una gran obra de un gran maestro en arquitectura. Los planteo aquí como reflexiones que, tal vez, puedan traslaparse a nuestra disciplina y darnos algunas ideas.

Richard J. Smith en The 'I Ching', a Biography, presenta cuatro características que hacen de una obra un clásico:

  • "El trabajo debe enfocarse en asuntos de gran importancia, identificar problemas humanos fundamentales y proporcionar algún tipo de guía para lidiar con ellos."
  • "Debe tocar estos temas de un modo 'hermoso, emocionante y memorable' con 'imágenes estimulantes y evocadoras'."
  • "Debe ser complejo, matizado, integral y profundo, y requerir un estudio cuidadoso y repetitivo, de modo que nos ceda sus más profundos secretos y su mayor sabiduría."
  • Por todas estas características, finalmente, "un clásico tiene el poder de permanecer a lo largo del tiempo y del espacio."

La definición siguiente es de Italo Calvino, y plantea catorce puntos para reconocer un clásico:

  • Libros que la gente no sólo lee: re-lee.
  • Son una gran experiencia para quien los lee y los disfruta, pero una experiencia aún mayor para quienes esperan leerlos en el momento correcto, cuando están listos.
  • "Ejercitan una influencia particular, cuando dejan una impronta en nuestra imaginación como inolvidables, y cuando se esconden bajo capas de nuestra memoria, disfrazados de inconsciente individual o colectivo."
  • El re-leerlo nos proporciona un sentido de descubrimiento tan fuerte como al leerlo la primera vez.
  • Cuando lo leemos por primera vez, nos da la sensación de estar re-leyendo algo que ya hemos leído antes.
  • Un clásico nunca agota las cosas que decir a quien lo lee.
  • Lleva el aura de las interpretaciones que otra gente ya ha hecho sobre él, y las huellas que ha dejado en otros tiempos y otras culturas.
  • Constantemente genera una nube de discursos críticos a su alrededor, pero siempre se sacude sus partículas.
  • Cuanto más pensamos en ellos, más "originales, inesperados e innovadores" nos parecen.
  • Representa a todo el universo, como una suerte de talisman.
  • "Tu clásico es un libro al que tú no puedes permanecer indiferente, que te ayuda a definirte a ti mismo en relación o incluso en oposición a él."
  • Un clásico siempre viene después de otros, pero al leerlo se reconoce su lugar dentro de la genealogía de las obras clásicas.
  • "Relega el ruido del presente a un murmullo de fondo, sin el cual, al mismo tiempo, los clásicos no pueden existir."
  • Persiste como ruido de fondo, aún si el presente le es completamente incompatible.
Hagamos el juego de traslapar estas definiciones a la arquitectura. A esas grandes obras (grandes clásicos) que nos llevan a "relegar el ruido del presente", o a (re)descubrirlas cada vez que estamos en ellas.

Una gran obra, un gran maestro, un clásico, no son lo que son porque lleven consigo el sello de la repetición. Son clásicos porque nos retan a cuestionarlos, y porque, finalmente, salen airosos de estos cuestionamientos. 

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