En uno de los cursos que llevé durante el primer año de la carrera, se nos planteó una serie de frases que describen la arquitectura. Ante la dificultad de encontrar una sola definición satisfactoria, el profesor del curso nos presentó varias, a modo de collage, entre las que se encontraban la clásica de Le Corbusier - "Es el juego sabio, correcto y magnífico de volúmenes bajo la luz" - y una de Mario Botta - "... regreso al vientre materno".
Como componente local, había una sola cita de un arquitecto peruano: Ciriani.
[Entonces, él estaba viviendo en Francia a tiempo completo y casi no se hablaba de él en el medio local. Era como ese tío que toda familia tiene, que se fue al extranjero, le fue bien, y nunca más mandó una postal (o mail)].
"El arquitecto se levanta todos los días con ganas de cambiar el mundo."
Ahora que el tío exitoso ha vuelto, para ser casi inmediatamente colocado en el panteón de las leyendas vivas, esa frase, con algunas variantes, ha sido repetida ad infinitum en entrevistas, citas, exposiciones y conferencias. Como el personaje que la dice, la frase es un típico producto de la modernidad. Una suerte de grito de batalla, del tipo "menos es más", que busca motivar, que llena del mismo entusiasmo que yo sentía cuando escuchaba esas clases iniciales de primer año y, efectivamente, salía del salón con la sensación de que cambiaría el mundo.
No tiene nada de malo eso, si es que se queda en el universo de las frases motivadoras. Un lindo grito de guerra para colocar en un sitio visible sobre nuestro lugar de trabajo.
Sin embargo, como todos esos gritos de guerra, mal manejada esa frase puede volverse sumamente peligrosa. Porque, ¿qué significa exactamente "cambiar el mundo"?
Insatisfacción con el estado actual de las cosas, sí. Estamos muy lejos de que todo esté bien; el día a día nos coloca frente a situaciones de injusticia, de desigualdad, de exclusión que, efectivamente, hay que cambiar. El querer "cambiar el mundo" implica colocarse en una postura crítica con respecto a lo que éste nos presenta.
Espíritu de lucha, también. No se trata sólo de indignarse, sino de hacer algo para revertir las situaciones. Cargar el peso del mundo bajo nuestros hombros es ridículo, pero sí es cierto que cada persona puede hacer una diferencia - para mejor o para peor - en el pedacito de mundo en el que le toque estar. Los arquitectos, al ser constructores de espacios donde el ser humano habita, parecemos estar en una posición privilegiada para hacerlo.
Pero es aquí donde la frase puede ponerse peligrosa. El ser arquitecto parece venir de la mano con un ego desmedido: creemos que lo sabemos todo, y lo que no, nos lo podemos inventar. Esto, acompañado del querer "salvar el mundo", es una receta para el desastre. Sólo parece haber una postura posible: todo lo que está mal debe cambiarse y yo, el arquitecto, sé cómo hacerlo.
El gran, enorme problema es el siguiente: ¿quién nos ha dado el derecho de hacerlo? ¿tenemos siquiera las herramientas para identificar objetivamente qué partes del mundo deben ser cambiadas? Habiendo sido formados en una disciplina tan rica en subjetividad, es muy posible que estemos entre los profesionales menos indicados para intentarlo. Porque si bien podemos llegar a un consenso sobre ciertas cosas que están definitivamente mal, en un tema tan delicado como el habitar de una persona o un grupo de ellas, ¿quién está acreditado para definir qué es lo correcto y qué cosa debe cambiarse?
El resultado de tomar este tipo de gritos de batalla al pie de la letra es un arquitecto que quiere cambiar el mundo según sus propios criterios funcionales, sociales, estéticos. Y si este individuo cree que tiene el derecho y los conocimientos para hacerlo, ¿quién le hará acordar que existen otros puntos de vista? ¿que hay mundos que no quieren ser cambiados? ¿que el componente subjetivo es difícilmente comprensible desde el exterior? ¿que algunas cosas que para él puedan estar mal, para los usuarios, los habitantes, no lo están?
¿Quién nos va a salvar de profesionales que, en realidad, no quieren "cambiar el mundo", sino ajustar nuestro mundo a su propia idea de lo que el mundo debería ser?
"Todo lo que podemos hacer en la vida es asegurarnos de que
ResponderBorrarrepresentamos nuestra parte en él lo mejor que podemos. Por más
que queramos, nunca podemos hacer más que eso. Todo lo que
hacemos es tan complejo y depende para su fin definitivo de tanta
gente diferente y de fuerzas naturales, que nunca podemos
responsabilizarnos del resultado final de nuestras acciones. Sólo
podemos responsabilizarnos de las acciones en sí mismas.Actua"
(Patrick Whitefield)