miércoles, 22 de octubre de 2014

Hablar es una forma de actuar (y escribir también)

No sé si es porque uno está especialmente sintonizado a un tema, o simple casualidad, pero hoy mi facebook parece estar lleno de gente que critica a quienes "no hacen nada, sólo escriben". 

Por alguna razón, queremos ver cosas hechas. Verlas, tocarlas, chocarnos con ellas. No leerlas. Cualquiera puede tener un blog. Cualquiera puede comentar una foto. Cualquier puede criticar. Pero a ver, pues, construye algo. Diseña un casita. Publícate un librito, aunque sea. Así sí demostrarás que sabes hacer. Así sí harás algo más que estar sentado detrás de tu pantalla, sangrando por las teclas la pica que te da no haber construido nada en tu vida y no ser conocido ni salir en las revistas como esos a los que criticas tanto.

Esto viene de una suerte de "afán práctico", común a todas las profesiones pero, aparentemente, más fuerte en la arquitectura. Queremos encontrarle la utilidad a las cosas. En un país con vivienda precaria, pobreza, problemas de tránsito y edificios emblemáticos que se incendian, en lugar de "perder el tiempo" haciendo crítica, ¿no sería mejor que arrimemos el hombro para algo útil?

No. No sería mejor.

Es una alternativa, por supuesto. Es más, la mayoría de arquitectos se dedican a esa parte tangible de nuestra profesión. Pero también hay este otro lado, el intangible, en el que, desde que el mundo es mundo, un grupo de arquitectos se desenvuelve. Queremos explicar cosas - para otros o para nosotros mismos -, señalar errores, proponer mundos posibles, predecir futuros y llorar pasados, exorcizar demonios; en una palabra: reflexionar. 

(http://www.amoeba.com/)
La reflexión ha sido compañera indispensable del hacer físico. Va más allá de las limitaciones de la forma y de la gravedad, permite estar en muchos lugares al mismo tiempo y abarcar muchos temas tratando de hacer pensar. Apunta a un hacer físico más responsable y coherente. Se aparta de lo caliente de las situaciones para dar un paso atrás y evaluarlas. Busca que las personas piensen un poco más allá de la forma y se pregunten las razones y las implicancias. Y, por qué no, busca tirar de su pedestal a figurines y tótems injustamente endiosados.

En ese sentido, la necesidad de tener "loquillos cibernautas que se quejan detrás de un monitor" es grande. Estos personajes son (somos) un eslabón más de la cadena que empieza en libros sesudos y cuidadosamente editados, pasa por journals, revistas de difusión y tesis, y en algún momento se desvía a tertulias de bar alrededor de una cerveza o un chifa. El objetivo es el mismo. Pensar. Hacer pensar. 

Y, de ser posible, mejorar la arquitectura.

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(El título de este post es tomado prestado de un comentario de Javier Vera Cubas a este post de La Chimenea, que recomiendo)

Bonus track: un texto inutil, que "no hace nada", riquísimo. Lebbeus Woods, "Arquitectura es guerra".

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