viernes, 5 de abril de 2019

¿Participación? (R. Secchi)

"Parecería absolutamente lógico mencionar la participación en el marco de este ensayo, desde el momento en el que se supone como necesario, para la realización de una buena arquitectura, el tener como objetivo, como "sentido", el cumplimento de los derechos humanos. Pero la cuestión no es tan simple. Si para el proyectista la conciencia de deber cumplir tales derechos no constituye ninguna garantía del resultado de la obra, sino sólo la actitud de operar sobre la base, sincera, de ciertas intenciones, el proceso participativo no ofrece garantía alguna sobre la calidad el programa adoptado para la realización de la obra ni para su éxito. En todo caso, la participación propone con fuerza y claridad el tema de la legitimación. ¿Quien legitima, en efecto, una arquitectura? ¿En nombre de qué, más allá de la dimensión normativa y deontológica, se puede afirmar el haber actuado correctamente? (Ver Riboulet)

La cultura de la participación se ha desarrollado en oposición a la abstracción y a los ideologismos de la arquitectura del Movimiento Moderno, notablemente de la arquitectura racionalista de la anteguerra y neoracionalista de la postguerra, fuertemente estandarizada e indiferente a las condiciones operativas contextuales, a las culturas, a las tradiciones, a los paisajes. Se redescubrió, entonces, el valor de la arquitectura, espontánea. La "arquitectura sin arquitectos", es celebrada en un afortunado libro de Rudofsky (1964), y en otro plano las teorías de Habraken y Christopher Alexander (Habraken, 1998) abren el camino a nuevas reflexiones críticas a partir de la elaboración (en el método) y de la estrechez y abstracción (en las prescripciones de la Carta de Atenas). "Arquitectura de la sobrevivencia" (Friedman, 2003) nos interroga sobre la extrema vigencia del tema. Pero la arquitectura espontánea a la que hace referencia Rudofsky es auténticamente espontánea. Tomar como modelo los asentamientos de civilizaciones lejanas a aquellas del actual desarrollo social y económico del mundo capitalista, dominado por la idea del consumo como primer motor de la organización social, puede inducir a reflejar sobre cuánto se ha perdido con el abandono de los antiguos modelos comunitarios y sobre el contraste con la situación actual que ha visto desaparecer la idea de comunidad (...). Los trabajos de Habraken y Alexander tienen el indudable mérito de hacernos reflexionar sobre las relaciones y sobre la complejidad de las relaciones sociales en su relación con los espacios urbanos. Como de hecho lo ha hecho el brillante ensayo de Jacobs (2009) o los estudios de Mumford (2007) que nos han dado aportes preciosos de conocimiento y, sobre todo, ideas para el desarrollo de metodologías de análisis y de proyecto. Sin olvidar las contribuciones de Lynch sobre la percepción de los espacios urbanos por parte de usuarios protagonistas de entrevistas y cuestionarios.

¿Qué cosa es más democrática que la participación? ¿Compartir el proceso proyectual y de toma de decisiones no es, tal vez, la solución para ciudadanos y proyectistas? No es tan fácil. Experiencias contemporáneas con instrumentos informáticos han desplegado muchos experimentos al respecto: desde procesos proyectuales compartidos entre arquitecto y usuario utilizando catálogos, hasta la creación de software para dar forma a la imaginación de la casa (con resultados frecuentemente risibles).

Por otra parte, es justo que cada uno tenga su propia casa tal y como la desea. ¿Pero uno sabe efectivamente imaginarla en términos de espacios arquitectónicos? ¿Cómo expresar deseos y sueños? ¿Cuál podría ser su lenguaje? Se tomarán prestadas imágenes recibidas en la propia experiencia real o virtual. Nos referiremos a lo que propone la inmensa masa de información y de imágenes de la que nuestra sociedad se nutre y se constituye. ¿Se será verdaderamente libre al perseguir los propios deseos, satisfacer las propias necesidades? ¿Auténticas o inducidas? Una verdadera participación podría darse con hombres realmente libres, más que con sujetos que de buena gana o a regañadientes son pensados más como consumidores que como ciudadanos pertenecientes a la sociedad (...).

En todo caso, puede que sea bueno distinguir con claridad entre consultar al usuario para el proyecto y el proyecto mismo. Hay ahí un salto que la participación no puede cubrir. Tiene que ver con competencias, pero no solamente. Tiene que ver con conocimiento, pero no solo eso. Tiene que ver con la sensibilidad que sólo una educación constante puede producir. Responsabilidad no significa solo prudencia y cautela, sino también ejercicio del poder. Responsabilidad y poder no pueden estar desconectados. La participación no puede coincidir con una descarga de las responsabilidades que competen al arquitecto. Éste debe ejercitar todo el poder que le ha sido concedido."

Secchi, Roberto (2018) L'Architettura. Dal principio verità al principio responsabilità. Roma: Officina Edizioni. pp. 86-88.


Referencias: 

Friedman, Yona (2003) L'architettura di sopravvivenza. Una filosofia della povertà. Torino: Bollati Boringhieri.
Habraken, N. John (1998) La Struttura dell'Ordinario. Cambridge: MIT Press.
Jacobs, Jane (2009) Vita e morte delle grandi città. Saggio sulle metropoli. Napoli: Einaudi. 
Mumford, Lewis (2007) La cultura delle città. Napoli: Einaudi.
Riboulet, Pierre (2000) Quelle légitimité pour la forme architecturale?. En: Paquot, T. y Younès, C. Éthique, architecture, urbain. Paris: La Découverte.
Rudofsky, Bernard (1964) Architecture Without Architects: A Short Introduction to Non-pedigreed Architecture. New York: MoMA.

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