Apareció en mi Facebook
esta imagen.
"Esperemos que un día yo pueda ser un diseño libre" "Mientras haya clientes, nunca seremos libres" |
Sería genial que fuera
una parodia, pero me temo que quien la dibujó lo hizo en serio. O sea, que es
alguien que cree que, en arquitectura, los clientes nos quitan la libertad.
¿¿QUÉ??
Son tantos los argumentos
que aplastan esta idea que escribirlos es casi banal. Redundante. Obvio. Pero,
por otro lado, si aún existe alguien que pueda creer eso, tal vez no esté de
más contestarlo.
Me voy a quedar con tres palabras: libertad,
diseño y clientes; y con un
concepto: nosotros. Y voy a pedir una
mano a algunos grandes nombres de la arquitectura, sólo como para enfatizar.
¿Qué es la libertad en la arquitectura?
“Si tienes libertad total, entonces estás en problemas. Es mucho mejor cuando tienes alguna obligación, alguna disciplina, algunas reglas. Cuando no tienes reglas, entonces empiezas a construir tus propias reglas.” (Renzo Piano)
¿Qué tiene
de malo construir nuestras propias reglas? Básicamente, que nada garantiza que estas respondan adecuadamente al contexto,
al encargo y a las necesidades del cliente. Nuestras preferencias personales se
convierten en arbitrariedades que fuerzan a los verdaderos usuarios del
edificio a una constante incomodidad.
“Un buen edificio crece natural, lógica y poéticamente a partir de sus condiciones.” (Louis Sullivan)
Si entendemos libertad por “hacer lo que uno quiera”,
estamos cayendo en un típico error de inmadurez. Filósofos, sociólogos,
antropólogos y, por qué no, teólogos de distintas procedencias, han escrito
largo y tendido sobre los significados de la libertad. Basta con decir que toda libertad implica el ejercicio del libre albedrío dentro de ciertos
límites impuestos por la naturaleza, la sociedad, la geografía, y un largo
etcétera.
“He aquí una de las pocas claves efectivas para el problema de diseño – la habilidad del diseñador de reconocer la mayor cantidad de constreñimientos posibles – su disposición y entusiasmo para trabajar dentro de estos constreñimientos – los constreñimientos de costo, de tamaño, de fuerza, de balance, de superficie, de tiempo, etc.; cada problema tiene su propia lista particular.” (Charles Eames)
Los “pies forzados” no
son sino oportunidades para que el arquitecto, el buen arquitecto, explote su
creatividad y haga del proyecto algo memorable. Un gran arquitecto es quien
hace buena arquitectura no “a pesar de” sino “a partir de” los límites
impuestos por el proyecto y, por supuesto, el cliente.
¿De qué trata el diseño arquitectónico?
“Es un oficio de servicio, porque la arquitectura es servicio. La arquitectura es un oficio complejo porque el momento expresivo formal es […] un momento de síntesis, fecundado por todo aquello que está detrás de la arquitectura: la historia, la sociedad, el mundo real de las personas, sus emociones, sus esperanzas y expectativas; la geografía y la antropología, el clima, la cultura de cada lugar donde vas a trabajar; y además la ciencia y el arte.” (Renzo Piano, 2000)
Dentro la clasificación
de las artes, Hegel hizo una distinción fundamental en la que existen artes más
puras que otras. Arquitectura es el arte más impuro, porque depende,
precisamente, de los constreñimientos ya mencionados. A diferencia de la
música, que sólo requiere de alguien que la ejecute, la arquitectura tiene
aspectos materiales, sociales y funcionales que pueden atentar contra esa mal
llamada libertad. Pero que son la esencia de su ser. El edificio debe servir a algo, debe tener un propósito,
una razón de ser. Y el diseño arquitectónico trata, precisamente, de dar un contenedor
a este contenido básico e indispensable.
“La arquitectura debe extender ‘el delgado límite’, persuadirlo de volverse un campo – un campo articulado in-between. Su trabajo es proveer este campo in-between a través de la construcción. Es decir, proveer, desde la casa hasta la escala urbana, un montón de lugares reales para gente real y cosas reales (lugares que consoliden, en lugar de contrarrestar, la identidad de su significado específico)” (Aldo van Eyck, 1968)
Sin el ser humano, sin la
identidad, sin el lugar ocupado, usado y, muchas veces, sucio y gastado, la
arquitectura se vuelve una escultura vacía y sin significado. Una ruina sin
haber sido estrenada.
¿Quiénes son los clientes?
La razón de ser de la
arquitectura.
Si el arquitecto cree que
diseña para sí mismo, debería contentarse con hacer su propia casa y esperar
ganarse la lotería. Porque nadie más que él mismo estará satisfecho con este
tipo de aproximación. El arquitecto es un profesional al servicio de las
personas, tanto como lo puede ser un psicólogo o un médico.
“La presión que un cliente carga sobre un proyecto te hace destilar tus ideas. Es como una prensa de aceitunas, que se enfrenta a la resistencia y destila el aceite.” Daniel Libeskind
La función, las
preferencias formales, los cambios de opinión y la evolución de los edificios
en el tiempo, son todos partes esenciales de nuestro quehacer. Sin estos
factores, simplemente, no hay arquitectura.
“La mayor satisfacción, creo, es cuando un edificio se abre y el público lo posee, y cortas el cordón umbilical y lo ves tomar su propia vida. No hay mayor satisfacción.” (Moshe Safdie)
Nosotros y ellos
Y, finalmente ¿por qué
seguimos empeñados en ampliar esa brecha que nos separa (we) de la gente a quien deberíamos servir? Mientras los arquitectos
planteemos nuestra profesión en términos de “ellos y nosotros” o, peor aún, de “ellos
vs. nosotros”, lo que produzcamos será un fracaso.
Hay demasiada arrogancia
en la arquitectura, heredada de los tiempos en los que sólo trabajábamos para
poderosas iglesias y reyes, y consolidada con los aspectos más nocivos de la
modernidad. Las últimas décadas, sin embargo, han demostrado que esta brecha
nos ha llevado a más problemas que soluciones. Necesitamos humildad, con mucha
urgencia.
Dushkes, L. S. (2012). The
Architect Says. Quotes, Quips and Words of Wisdom. New York: Princeton
Architectural Press.
Frederick, M. (2007). 101 Things I
Learned in Architecture School. Massachusetts: The MIT Press.
Jencks, C., & Kropf, K. (. (2006). Theories
and Manifestoes of Contemporary Architecture. London: Wiley-Academy.
Piano, R., &
Cassigoli, R. (2000). La responsabilità dell'architetto. Firenze: Passigli Editori.
En el Perú la cosa es distinta. Las grandes constructoras exigen al arquitecto diseños donde puedan sacar más plusvalía (no necesariamente proyectos "económicos") y tienen un miedo a la innovación. El resultado son los centenares de cajas de zapatos que pudorosamente llamamos "edificios de apartamentos". A su lado, las Torres de Limatambo parecen diseñadas por Kolhaas o Foster.
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