Este post está inspirado en una cita de "La vida de Brian", de Monty Python (¿qué han hecho por nosotros los romanos?), y en mi colega literaria Betticita.
Ya sé, ya sé. "En lugar de preguntarte qué ha hecho el mundo por ti, pregúntate qué haces tú por el mundo" y todo ese rollo. Lo sé. Pero déjenme ser un poco egoísta. Se trata de apreciaciones personales y es "mi" despedida de ese trozo de ciudad que he hecho "mi" Roma.
¿qué han hecho por mi los romanos?
Me han enseñado paciencia. Horas y horas de colas y espera en la Questura, en la Posta, en los supermercados, en la embajada, en las paradas de transporte público, me han enseñado a ser casi inmune a cierto tipo de esperas. Esto va de la mano con el ir siempre preparada (además del usual libro, ahora cargo además el iPod y el Sudoku) y ha sido responsable de una incipiente actividad literaria amateur, de historias que se me ocurren en estos larguísimos períodos de espera.
Me han desarrollado el sarcasmo. Una vez que entendí que cuando gritaban no me gritaban sino que simplemente es así como hablan (cuchumil decibeles por encima del nivel de audición normal), descubrí que una manera de participar de ello sin volverme gritona yo misma era con el mismo sarcasmo usado por la mayoría. Aprendí que si uno quiere establecer un diálogo con un desconocido, la mejor manera de hacerlo es quejarse de algo en común; aprendí que un chiste no es un chiste si es que no está implícita o explícita la burla.
Me han dado mucho tiempo libre. Las imprecisiones en el desarrollo de los seminarios en la universidad, la falta de trabajo (y la imposibilidad de tener uno), el ritmo lento que existe para hacer muchísimas cosas, me han dado dos años de mucho tiempo libre. Éste es, en gran parte, tiempo para investigar obviamente, pero como no considero que eso sea un "trabajo", cuenta en mi cabeza como tiempo libre. He podido, además, ver un montón de películas y leer cosas para las que normalmente no me habría dado tiempo u oportunidad.
Me han mostrado la ineficacia de una protesta pacífica, o dicho de otra manera, "mucho ruido y pocas nueces". ¿De qué sirve que cuchumil italianos y extranjeros se paren con banderas en el Circo Massimo a protestar contra una serie de políticas del gobierno si, mientras tanto, el gobierno en cuestión se dedica a continuar con las mismas líneas (las de gobierno y probablemente de las otras también), haciendo caso omiso a lo dicho o pensado por la otra mitad de la población? Un amigo mío, partigiano contemporáneo, me diría que ese no es el punto, que uno protesta porque frente a ciertas cosas, no puede quedarse callado. Estoy de acuerdo (si no, no existiría este blog), pero creo que sólo protestar, como muchos hacen, a modo de pic nic, no tiene mucha mella, y que toda esa energía podría utilizarse de maneras un poco más inteligentes.
Me han enseñado una dura lección de discriminación, efectiva y brutal. He aprendido sobre los diferentes matices de las interrelaciones entre grupos humanos que tal vez ni siquiera deberían distinguirse entre si. Me di cuenta que los "malos" (turcos, chinos, negros), son en realidad los "buenos" , esos que te sonríen aún si no hablas el italiano a la perfección, esos que te ofrecen un kleenex o una mano, esos que, probablemente, no tengan Permesso di Soggiorno, pero que desde mi punto de vista, tienen mucho más derecho a estar aquí que un buen puñado de gente nacida en Italia.
Me han sorprendido con puntuales manifestaciones de amistad y afecto. Ya lo digo, hablo de "romanos" y lo lógico es que alguien grite "no todos somos así", como una vez me dijo un viejito en un metro. Es cierto. He conocido personas espectacularmente buenas, generosas, altruistas e inteligentes, gente con una mentalidad abierta, con un deseo de cambiar el mundo, inconformes frente a la dura realidad cotidiana. Muchos de ellos no son romanos, pero es que al final, se trata de gente simplemente. Se trata de sintonías entre personas, en las que es indiferente de dónde vienen, qué hablan o cuál es la nacionalidad en sus documentos.
Ya sé, ya sé. "En lugar de preguntarte qué ha hecho el mundo por ti, pregúntate qué haces tú por el mundo" y todo ese rollo. Lo sé. Pero déjenme ser un poco egoísta. Se trata de apreciaciones personales y es "mi" despedida de ese trozo de ciudad que he hecho "mi" Roma.
¿qué han hecho por mi los romanos?
Me han enseñado paciencia. Horas y horas de colas y espera en la Questura, en la Posta, en los supermercados, en la embajada, en las paradas de transporte público, me han enseñado a ser casi inmune a cierto tipo de esperas. Esto va de la mano con el ir siempre preparada (además del usual libro, ahora cargo además el iPod y el Sudoku) y ha sido responsable de una incipiente actividad literaria amateur, de historias que se me ocurren en estos larguísimos períodos de espera.
Me han desarrollado el sarcasmo. Una vez que entendí que cuando gritaban no me gritaban sino que simplemente es así como hablan (cuchumil decibeles por encima del nivel de audición normal), descubrí que una manera de participar de ello sin volverme gritona yo misma era con el mismo sarcasmo usado por la mayoría. Aprendí que si uno quiere establecer un diálogo con un desconocido, la mejor manera de hacerlo es quejarse de algo en común; aprendí que un chiste no es un chiste si es que no está implícita o explícita la burla.
Me han dado mucho tiempo libre. Las imprecisiones en el desarrollo de los seminarios en la universidad, la falta de trabajo (y la imposibilidad de tener uno), el ritmo lento que existe para hacer muchísimas cosas, me han dado dos años de mucho tiempo libre. Éste es, en gran parte, tiempo para investigar obviamente, pero como no considero que eso sea un "trabajo", cuenta en mi cabeza como tiempo libre. He podido, además, ver un montón de películas y leer cosas para las que normalmente no me habría dado tiempo u oportunidad.
Me han mostrado la ineficacia de una protesta pacífica, o dicho de otra manera, "mucho ruido y pocas nueces". ¿De qué sirve que cuchumil italianos y extranjeros se paren con banderas en el Circo Massimo a protestar contra una serie de políticas del gobierno si, mientras tanto, el gobierno en cuestión se dedica a continuar con las mismas líneas (las de gobierno y probablemente de las otras también), haciendo caso omiso a lo dicho o pensado por la otra mitad de la población? Un amigo mío, partigiano contemporáneo, me diría que ese no es el punto, que uno protesta porque frente a ciertas cosas, no puede quedarse callado. Estoy de acuerdo (si no, no existiría este blog), pero creo que sólo protestar, como muchos hacen, a modo de pic nic, no tiene mucha mella, y que toda esa energía podría utilizarse de maneras un poco más inteligentes.
Me han enseñado una dura lección de discriminación, efectiva y brutal. He aprendido sobre los diferentes matices de las interrelaciones entre grupos humanos que tal vez ni siquiera deberían distinguirse entre si. Me di cuenta que los "malos" (turcos, chinos, negros), son en realidad los "buenos" , esos que te sonríen aún si no hablas el italiano a la perfección, esos que te ofrecen un kleenex o una mano, esos que, probablemente, no tengan Permesso di Soggiorno, pero que desde mi punto de vista, tienen mucho más derecho a estar aquí que un buen puñado de gente nacida en Italia.
Me han sorprendido con puntuales manifestaciones de amistad y afecto. Ya lo digo, hablo de "romanos" y lo lógico es que alguien grite "no todos somos así", como una vez me dijo un viejito en un metro. Es cierto. He conocido personas espectacularmente buenas, generosas, altruistas e inteligentes, gente con una mentalidad abierta, con un deseo de cambiar el mundo, inconformes frente a la dura realidad cotidiana. Muchos de ellos no son romanos, pero es que al final, se trata de gente simplemente. Se trata de sintonías entre personas, en las que es indiferente de dónde vienen, qué hablan o cuál es la nacionalidad en sus documentos.
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