"Lo ocurrido, días atrás, con el edificio que alberga el Ministerio de Cultura y el Museo de la Nación llama a una reflexión no solo sobre este suceso, sino también sobre los edificios y espacios públicos y su dependencia y utilización por parte de las decisiones políticas de turno, con prescindencia de la atención sobre su rol y significado en el ámbito del transcurrir social.
Los edificios públicos, como bien se ha definido, reflejan la administración y la vida social y corresponden a los distintos momentos y gobiernos que deciden su existencia y uso. “El destino del edificio y el espíritu de la época definen su arquitectura…”. Buena descripción que lleva a comprender el concepto y la actitud que generaron su origen y determinaron su existencia. Los conglomerados urbanos importantes encuentran en ellos puntos de referencia y también de inflexión, adquiriendo el carácter testimonial, documental, del desarrollo de una sociedad.
En el caso que estos días nos ha ocupado, y que por primera vez –en mi experiencia– ha encontrado inmediata reacción ciudadana, se ha logrado hacer comprender a quienes deciden en el poder de turno que esos momentos deben respetarse y salvaguardarse.
Pero también se debe ejercer un espíritu autocrítico que acompañe a la protesta por acciones del pasado –y hasta de reciente data– en cuanto a intervenir obras de reconocido valor estilístico, provenientes de otros tiempos y circunstancias (pensar en el Centro Cívico, p.e.). Autocrítica en cuanto a reconocer la pasividad con que fueron aceptadas esas intervenciones, que desvirtuaron el carácter original, y también atentaron contra el derecho de propiedad intelectual de sus autores. Error que tiene un alto porcentaje de motivación en la ausencia de información, de conocimiento y posibilidad de juzgamiento ecuánime. Así como varían estilos y opciones conceptuales, también lo hacen el gusto y la moda de cada etapa, pero las ciudades que más admiramos y disfrutamos son, precisamente, aquellas en las que estos aspectos han sido tomados en cuenta. Y no hablo solo de París, sino de algo tan cercano como Quito o Bogotá, donde sus zonas históricas y los ejemplos de las distintas etapas vividas son respetados y protegidos por autoridades y civiles, todos ciudadanos comprometidos con su tiempo, pero también con su historia.
El reconocimiento del espacio público como propio forma parte del sentimiento de pertenencia a un escenario compartido, cargado de vivencias propias y de situaciones pasadas, reconociéndose en él ese continuo que liga y acoge a los propios y a quienes logran encontrar su carga de realidad y experiencia.
Se ha dicho –con justicia– que la némesis de las ciudades peruanas son los terremotos y…los alcaldes. Lima puede mostrar mucho al respecto… Y ahora que es necesario subsanar estropicios en el Paseo de los Héroes Navales (invención bastante reciente), hago un pedido personal que ojalá encontrara audiencia, a la Sra. alcaldesa, para que se repare lo mal hecho y se recupere (previa solución al tema de la ventilación de la estación subterránea, y la eliminación de las estructuras existentes) la sencilla y coherente presencia que siempre tuvo. Así como empeñarse en recuperar al ‘intervenido’ Paseo Colón. La lista es muy extensa, pero pudiera comenzarse por estos dos espacios, aún rescatables. Son los habitantes de Lima los llamados a apoyar esta acción."
El Comercio. Miércoles 9 de febrero, 2011.
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