[Perdón a Borges que, en este momento, debe estarse revolcando en su tumba]
Soberbios, definitivamente son. Misántropos más bien no, super sociables, en algunos casos, pero sospecho que el grado de sociabilidad está en proporción directa con el CI del interlocutor. Locos, sin duda, pero se trata de este tipo de locura usualmente ligado a la creatividad; insanía artística, puede ser.
Salen, entran, por esas puertas que son catorce (son infinitas). No son prisioneros sino todo lo contario: son atrincherados. No puede entrar quien quiera, el "bizarro aparato de los palacios" académicos está reservado para los iniciados. No me queda claro si la gente les teme, ni siquiera estoy segura que los reconozcan; para mí todos se ven igual. Hablan distintas lenguas, proceden de distintas naciones, pero son hipster igualitarios, o al menos parecen serlo.
Creen ser únicos, elegidos entre la grey para esgrimir la punta de la lanza arquitectónica. Vanguardia entre la vanguardia. Como otros, casi parecería que piensan que nada es comunicable por el arte de la escritura: son imágenes, impacientes, dramáticas, brutales, sobresaturadas. Dialogan entre ellos e intentan a la vez explicar y sorprender... y si no llegan a explicar tampoco es tan grave. La punta de la lanza debe seguir avanzando.
Entran y salen, por una y otra puerta, suben una escalera, catorce (infinitas), bajan la siguiente y aparecen en un patio, para luego escalar al último piso, volver a bajar, salir y entrar. Muchas veces se equivocan, pero no creo que se rían de ello.
Todas las puertas de la casa están muchas veces y todos los lugares son otros lugares. Las escaleras, los patios, las entradas, las oficinas y las aulas son catorce (son infinitas), la escuela es del tamaño del mundo; con representantes de países inimaginables, es el mundo.
Y dentro de todo, sólo hay dos cosas en el mundo que parecen estar una sola vez: la escuela bajo el cielo nublado y la arquitectura emergiendo sobre todo.
Leer La casa de Asterión, de Jorge Luis Borges
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