O dicho de otra manera, lo que la arquitectura puede transmitir, más allá de lo evidente. Que también se puede llamar semiótica, simbolismo o, mi favorita, "arquitectura parlante".
Empecemos por una buena definición, de Umberto Eco, que dice que "la semiología no es sólo la ciencia de los sistemas de signos reconocidos como tales, sino la ciencia que estudia todos los fenómenos culturales como si fueran sistemas de signos - basándose en la hipótesis de que, en realidad, todos los fenómenos culturales son sistemas de signos y que la cultura es esencialmente comunicación." (La struttura assente, 1968)
O sea, que todo lo que hacemos, todo lo que somos, todo lo que vemos, comunica algo.
Pero en una comunicación debe haber un emisor y un receptor. El emisor, en este caso, está claro, es la arquitectura, a través de los edificios. Y el receptor - o la vícitma - es el conjunto de seres humanos.
En cuanto a la arquitectura, me temo que no siempre ésta es conciente que está hablando. En ocasiones incluso chillando. Usualmente los arquitectos estamos más preocupados en forma, función y otras cosas urgentes y nos olvidamos de esta importante comunicación que, inevitablemente, va a ocurrir cuando el edificio esté terminado. Pero tampoco es sólo culpa nuestra, porque lo que un edificio comunica no sólo tiene que ver con factores que nosotros controlamos, sino con otro tipo de elementos, como el tipo de edificio que es, la zona en la que se encuentra o, finalmente, el tremendo cartel de neón que nuestro querido cliente va a colgar a penas nos demos la vuelta.
Por ejemplo un hospital. Por el sólo hecho de ser un hospital, ya está comunicando mil cosas - sobre todo negativas - que nosotros, con la arquitectura, en el mejor de los casos, podemos atenuar.
Entonces es momento de hablar del receptor, el individuo. Este amable señor posee un bagaje de experiencias, emociones, conceptos, ideas, que carga día a día mientras transcurre por la ciudad. Y todas las cosas que ve son automáticamente cotejadas con las que carga consigo. Un poco como lo que diría Platón del mundo de las ideas. Cada individuo tiene una idea de hospital, y el hospital hecho por el arquitecto va a enfrentarse a esta idea. El significado del hospital es, pues, una combinación de lo que el hospital dice y lo que el individuo escucha.
La capacidad de la arquitectura de comunicar algo, tiene que ver con la capacidad del ser humano de establecer relaciones y de reconocer. Al ver algo completamente nuevo, y me refiero a COMPLETAMENTE NUEVO, de lo que no tenemos referencia, y que no nos trae a la mente ninguna evocación ¿qué sucede con nosotros?
La arquitectura, gracias a que no puede desprenderse de la función, nos ofrece permanentemente elementos reconocibles: puertas, ventanas, escaleras. Los reconocemos porque los hemos visto antes y porque, por sus dimensiones, los relacionamos con el cuerpo humano, con nosotros mismos. De esta manera, cualquier obra de arquitectura se nos hace mínimamente familiar. Pero si no
somos capaces de reconocer accesos, bancas, ventanas… ¿seremos capaces de reconocer el objeto en cuestión como arquitectura? O será para nosotros solamente una escultura.
Hay otros elementos de reconocimiento que no están directamente relacionados con la antropometría: columnas, muros, techos. Pero éstos tampoco definen directamente a la arquitectura. Cuando he estado al interior del CNIT en La Défense, ya se había construido el centro comercial al interior y ya se habían cubierto de vidrio sus aberturas. El vidrio, naturalmente, no es una sola pieza que cubre toda la abertura, sino que está modulado, dimensionado. Pero haciendo un esfuerzo nos podemos imaginar la experiencia de estar en el CNIT cuando no había elementos que nos indicaran la escala o la dimensión. Esa enorme cubierta con tres puntos de apoyo ¿podía ser leída como arquitectura? ¿O era sólo una escultura más, como el ojo de Miró o tantas otras residentes de La Défense? ¿Y si dicha cobertura hubiera estado en el medio del desierto?