miércoles, 7 de enero de 2009

Emma

Ésta no es una divagación, ni un escrito sobre arquitectura, ni una cita, ni una reflexión. Es el principio de la historia de Emma. Desde mi particular y arbitrario punto de vista, eso sí.

Emma nació un 7 de enero... éste 7 de enero. Hoy. Lo que la hace una de las primeras personas nacidas en el 2009.

Tuve la suerte de ver amanecer, debido a un ataque de insomnio nervioso y a un impertinente cuculí en mi ventana, así es que puedo decir que fue un lindo amanecer. El día que nació Emma, el aire estaba fresco y los contornos de Lima se veían con una nitidez poco común.

Quisiera imaginar que Emma se deslizó al mundo, pero sé que vino de manera enérgica (por no decir violenta) y con un chillido que su abuela y yo pudimos escuchar con toda claridad desde el pasillo. Supongo que debe haber sido, en parte, porque desde la panza de su madre, esta individua escuchó un buen número de conciertos de Rock este año.

La primera vez que tuve el gusto de verla, Emma se veía muy seria y pensativa, con los deditos sobre la boca y el ceño casi fruncido. Tal vez se preguntába qué rayos le había pasado y planeaba, estratégicamente, cuál sería su próxima movida.

Me sentí super orgullosa (de manera muy irracional y camotuda) cuando la mostraron en la ventana de la maternidad, al lado de otro bebé que había nacido casi al mismo tiempo. Mientras éste permanecía quieto botando babas, la señorita Emma no dejaba de mover puños, piernitas, boca, ojos, y de alternar berridos con muecas pensativas.

Esos encuentros fueron muy breves... algunas horas después, con un poco más de tiempo, tuve oportunidad de sobar la pelusita de la cabeza de Emma y sentir como me cogía el dedo en su puño. Al mismo tiempo me divertí y me asombre al ver cómo su padre pasaba de ser "jefe" a ser papá... toda una metamorfosis.

Tuve la suerte de pasar por el malecón de Miraflores a la hora de la puesta de sol, así es que puedo afirmar, Emma, que la puesta del sol del día que naciste fue tan espectacular como sólo puede serlo una puesta de sol de verano limeño.

El día está por terminar... Imagino que ahora la pequeña está durmiendo, satisfecha luego de un día agotador y que su madre le diera de lactar; casi no puedo esperar a que sea mañana para volver a sobarle la cabecita de pelusa. Y tampoco puedo esperar a que luego sea pasado mañana y el fin de semana y el siguiente mes y los años que vendrán, muerta de curiosidad de qué pasará con esa pequeña humana de 3.22 Kg, 49 cm y 180 decibeles.

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