lunes, 2 de junio de 2014

3 razones para (no) criticar arquitectura

Admiro a los críticos. A los críticos de verdad, que son muy pocos, y a los críticos de arquitectura, que son casi inexistentes.

W. Ludeña hablaba en un curso, precisamente de crítica arquitectónica, de las dificultades del medio que hacen que criticar arquitectura en el Perú sea casi imposible. 

Creo que son tres las razones que producen esta situación y, personalmente, son las que me hacen pensar no una o dos, sino mil veces antes de empezar a criticar. Estas tres razones oscilan entre lo objetivo y lo subjetivo (y nos convierten a muchos en grandes cobardes).

1. No existe un medio (o un público) para la buena crítica arquitectónica. No hay la posibilidad de una Ada Louise Huxtable, Paul Goldberger o Inga Saffron (tres ganadores del premio Pulitzer en crítica, en 1970, 1984 y 2014, respectivamente), básicamente porque no sé dónde podrían publicar, ni quién los leería. La verdadera crítica arquitectónica debe liberarse lo más posible de las presiones del medio. En la actualidad, el culto que rendimos al mal llamado "boom inmobiliario", y el hecho que los dueños de muchos medios de comunicación tengan participación en constructoras, hace que se reduzca el número de cosas a publicar a lo "económicamente correcto".

2. No nos gusta pelearnos abiertamente con la gente. Los arquitectos somos picones. Al menos en nuestro medio. No nos gusta que nos digan que lo que hemos hecho está mal... lo que posiblemente sea una secuela de nuestros días de estudiantes y críticas de taller. Los intentos de criticar un proyecto rara vez generan un diálogo. Lo que suele pasar es que el autor se pone a la defensiva y argumenta cosas como "el presupuesto no dio para más" o "el cliente era muy necio"; no defendemos nuestras posturas a través del diálogo, sino a través de la excusa, y esa excusa no se refiere a nuestro trabajo en sí, sino a condicionantes externas que, además, están presentes en toda obra de arquitectura.

La conclusión: luego del frustrado intento de diálogo, uno se ha ganado un enemigo de por vida... o al menos por un buen tiempo. Si la crítica se da tomando un café, puede que sea perdonada luego, con una suficiente cantidad de pisco sours; si se da en un medio escrito, las consecuencias pueden ser permanentes.

3. No queremos perder el trabajo. A pesar de los miles de arquitectos colegiados, nos seguimos moviendo al interior de un grupo reducido de personas, especialmente en la enseñanza. Dentro de este puñado de personas uno creería que la crítica sería más aceptada, pero lo cierto es que no es así. Es posiblemente peor. Decir ciertas cosas, atacar a instituciones, personas o eventos, puede convertirse en cavar la propia tumba profesional.

Luego de todo esto, la crítica desaparece y se convierte en una simple reseña, como las que leemos en la gran mayoría de publicaciones de arquitectura. Nos limitamos a describir el edificio, en el mejor de los casos; o a adular blandamente los aspectos positivos, en el peor. 


Envidio a quien vive de sus rentas, a quien busca amigos en otros contextos y a quien no se queda despierto en la madrugada pensando si lo que dijo fue demasiado o si encontrará que alguien reventó las llantas de su carro. 

¿Entonces? ¿La crítica de la arquitectura está condenada a ser una utopía inexistente? 

Creo que es precisamente por estas razones que tenemos que seguir haciendo crítica arquitectónica, hasta que el peso de ésta sea mayor que los miedos o majaderías de unos pocos. Tengo fe en los nuevos medios y en la gran cantidad de nuevos arquitectos. Mediante blogs, grupos en las redes sociales, foros y discusiones de pasillo, la crítica arquitectónica está empezando a coger cuerpo. Sólo espero que, una vez sumergidos en el mundo laboral, los nuevos críticos de la arquitectura peruana no caigan en la inercia del gremio y sigan queriendo dialogar: escuchar y ser escuchados.

2 comentarios:

  1. o minimizar al que te critica..."y tu quien eres para criticarme?.

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  2. Saludos, Cristina:

    En mi opinión, la práctica de la crítica de arquitectura no tiene por qué estar sujeta a la obtención de un premio, ni al prestigio de un autor. Esa es sólo una idealización que los hechos que tú misma mencionas deshacen en seguida. El trabajo crítico tampoco tiene por qué ser agresivo ni vulgar: más que valor demanda pasión.

    Un afectuoso abrazo

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